Espíritu de lucha

Hoy se publica en el diario El País un artículo titulado “Giro hacia el autoritarismo”, en el que el escritor y premio Nobel de literatura, Orhan Pamuk, ofrece su interpretación sobre los hechos ocurridos en Estambul, ciudad donde miles de personas protestan por la decisión del gobierno autoritario de Erdogan de talar los árboles de la plaza Taksim para construir un centro comercial.

En su opinión no existe una sola persona residente en Estambul que no guarde un recuerdo relacionado, de alguna forma, con esta plaza, que es la última zona verde que queda en el centro de la ciudad y donde todos los partidos políticos han celebrado mítines en los últimos años.

Por eso, le llena de esperanza que sus habitantes no renuncien “ni a su derecho a organizar manifestaciones políticas en la plaza Taksim, ni a sus recuerdos, sin luchar primero”.

Es el mismo espíritu de lucha que demostró Rafa Nadal, el pasado viernes, en el partido de semifinales del torneo de tenis Roland Garros contra Novak Djokovic, número uno del mundo. Iba perdiendo por 4-2, en el quinto y definitivo set, pero no se vino abajo, al contrario, con la perseverancia del que cree ciegamente en sus objetivos, remontó el marcador y acabó ganando el partido.

Qué dos buenos ejemplos para nuestro alumnado: el del pueblo de Estambul luchando por sus derechos,  frente a un régimen autoritario; y el de Rafa Nadal, de no rendirse jamás ante la adversidad. Además, en el caso de este último, cuando le preguntan por todos los éxitos deportivos que ha logrado, siempre responde que no intenta ser mejor que nadie, sino esforzarse cada día para mejorar él.

Saber escuchar

Aprendí los valores democráticos en la Universidad. Estábamos en los últimos años de la dictadura franquista y las asambleas de alumnos para reivindicar las libertades o para defender la transformación del Colegio Universitario de Cáceres en Universidad, eran continuas. Las intervenciones se sucedían aceptando escrupulosamente el orden establecido por el moderador y el silencio con el que se escuchaba a quien tenía el uso de la palabra era reverencial.

En aquellas asambleas, en las que participábamos centenares de estudiantes, aprendí a debatir en público, respetando el turno de palabra, guardando silencio, mientras intervenía un compañero, y sobre todo escuchando.

Han pasado bastantes años desde entonces y los que nos dedicamos a la enseñanza intentamos cada día inculcar estos valores a nuestros alumnos, aunque el resultado no siempre sea satisfactorio. Lo pude comprobar el pasado jueves, en el debate sobre los padres, que celebrábamos en 3º de Diversificación. La moderadora se desgañitaba para que sus compañeros la escucharan, respetaran el turno de palabra o simplemente se mantuvieran en silencio, mientras hablaba otra persona.

“¡Así no puede ser!” concluyó y tenía razón, porque un debate, una asamblea o una clase no pueden desarrollarse con normalidad, si no se respetan unas mínimas normas, de las cuales la principal es escuchar al que está hablando.

Hay un poema de Blas de Otero, publicado en 1955, en el que el poeta pide la palabra, en nombre de la “inmensa mayoría”:

Escribo


en defensa del reino


del hombre y su justicia. Pido

la paz


y la palabra. He dicho «silencio»,


«sombra»,


«vacío»


etcétera.


Digo
«del hombre y su justicia»,

«océano pacífico»,


lo que me dejan.


Pido


la paz y la palabra.

Conviene no olvidar que la palabra es reflejo de pensamiento y de vida, y nos define como personas. Ahora que podemos usarla libremente, porque poetas como Blas de Otero la reclamaron, como herramienta de paz y de justicia, durante la dictadura franquista, prestemos más atención a los que hablan.

Deportistas

Siempre he pensado que los deportistas deben ser un ejemplo a seguir por los jóvenes; y no me refiero tanto en la práctica de su actividad deportiva como en su comportamiento en la vida. Así se puede reconocer en el tenista Rafa Nadal, que nunca ha negado un autógrafo a las personas, sobre todo niños, que se acercan a él, antes o después de un partido, y que siempre ha considerado sus triunfos en el tenis como resultado del esfuerzo y la planificación.

A este modelo responden también el baloncestista Pau Gasol, o los jugadores de la Selección Española de Fútbol, que tantos éxitos deportivos han logrado recientemente. Algunos de estos, como Iker Casillas y Xavi Hernández, gracias a sus relaciones de amistad, han hecho de mediadores en conflictos surgidos en los enfrentamientos entre sus dos equipos: Real Madrid y Fútbol Club Barcelona. Por eso, entre otros méritos, recibieron el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2012.

Sin embargo, recientemente, nos han llegado noticias de varios jugadores del Real Madrid, que han sido sancionados por infracciones de tráfico: Karim Benzema fue sorprendido a 216 kilómetros por hora, en la M-30, que tiene limitada la velocidad a 100 km/h.; Marcelo fue localizado por la Guardia Civil conduciendo sin puntos en el carné; y el último ha sido Mesut Özil, sancionado por hacer un giro prohibido, en una calle madrileña.

Se trata de deportistas de primer nivel, que ganan millones de euros al año y que no están dando, precisamente, un ejemplo de buena conducta. Quizá debieran recibir, como hacen en la NBA con los jugadores novatos, un curso o seminario, en el que se les den consejos para evitar problemas económicos, deportivos y personales, y para saber comportarse en un mundo donde representan un modelo para los jóvenes.

Manos

El martes pasado, en la reunión del Club de Lectura, que dedicamos a la obra Pedro y el capitán de Mario Benedetti, leímos un pasaje en el que el primero de estos dos personajes, ya moribundo, después de haber sufrido varias sesiones de tortura, habla solo ante el segundo y recuerda a su mujer: Mira, Aurora, estoy jodido (…) Aguanto todo, todo, menos una cosa: no tener tu mano. Es lo que más extraño: tu mano suave, larga. Tus dedos finos y sensibles. Creo que es lo único que me vincula a la vida. Si antes de irme del todo, me concedieran una sola merced, pediría eso: tener tu mano durante tres, cinco, ocho minutos. Paradójicamente, el recuerdo de su mujer es el que le ayuda a soportar las terribles agresiones físicas de las que está siendo objeto.

Este pasaje me ha recordado un poema de Antonio Gamoneda dedicado a su madre, en el que expresa su deseo de volver a la infancia para revivir los momentos en que ella le acariciaba:

Cuando no sabía

aún que yo vivía en unas manos,

ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce

como una leche silenciosa. Y grande.

Mucho más grande que mi vida.

Madre:

era tus manos y la noche juntas.

Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.

Donde yo existo más, en lo olvidado,

están las manos y la noche.

A veces,

cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra

y ya no puedo más y está vacío

el mundo, alguna vez, sube el olvido

aún al corazón.

Y me arrodillo

a respirar sobre tus manos.

Bajo

y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;

y tus manos son grandes; y la noche

viene otra vez, viene otra vez.

Descanso

de ser hombre, descanso de ser hombre.

Los dos textos transmiten una sensación de protección y seguridad, concentrada en las manos: el primero de una mujer a su marido y el segundo de una madre a su hijo. Es la misma sensación a la que se aludió en el debate del pasado jueves, en 3º de Diversificación, cuando los alumnos coincidieron en el vacío existencial que deja la ausencia de un padre o una madre: un sentimiento de nostalgia concentrado en las caricias de unas manos protectoras que pasaban sobre nuestro rostro y nuestro corazón, y que nunca olvidaremos.

Gracias, Grecia

En medio de la basura que circula por Internet, a veces, te llegan correos que son como un regalo de los dioses. Sucedió ayer y me lo envió un amigo y profesor de Latín. Contenía el enlace a un vídeo, cuyo mismo título «Gracias, Grecia», tan sugerente y eufónico, me cautivó desde el principio.

Lo han elaborado un grupo de profesores y alumnos del IES Ingeniero de la Cierva de Murcia para protestar contra la desaparición del Griego y la Cultura Clásica, en los centros de enseñanza de España, prevista en el borrador de la nueva Ley de Educación (LOMCE). Son ellos mismos los que van apareciendo en pantalla para dar las gracias a los griegos por todo lo que nos han dado a lo largo de la historia, sobre todo palabras, pero palabras impregnadas de un significado profundo: «Matemáticas» escribe en la pizarra el profesor que imparte esta asignatura; «Filosofía» dicen a coro un grupo de alumnos; «Gimnasia» pronuncia, sílaba a sílaba, como si estuviera haciendo un ejercicio de dicción, otro profesor; «¡Teatro!» exclaman varios alumnos con máscara, y a continuación, con los brazos en alto, «¡Comedia!»  «¡Tragedia!»…

Ahora que estamos estudiando en clase los diferentes procedimientos para formar nuevas palabras, entre las que se encuentran los helenismos, que acabo de mencionar, me ha parecido oportuno comentar este maravilloso vídeo-homenaje a Grecia e invitaros a verlo.

También porque este país, que tanto ha contribuido al desarrollo de la civilización occidental, está en crisis. Dicen que porque sus habitantes, durante los últimos años, han gastado más de lo que tenían y ahora se ven obligados a pagar su deuda a los banqueros alemanes, que no dejan de enriquecerse.

Después de ver este vídeo, pienso que la deuda la tenemos todos los demás ciudadanos europeos con ellos, por todo lo que nos han dado, sin pedir nada a cambio. Por eso, me sumo al «Gracias, Grecia» de los alumnos y profesores del IES Ingeniero de la Cierva.

En defensa del optimismo

Hoy he leído dos declaraciones en el periódico: una me ha entristecido y otra me ha alegrado. Curiosamente, las dos pertenecen a la misma persona, John Hoffman, responsable del congreso de telefonía móvil más importante del mundo, el Mobile World Congress.

En la misma entrevista, este arquitecto estadounidense declara, por un lado, que a su hijo pequeño no se le da bien la caligrafía en la escuela; pero que no le preocupa excesivamente, a pesar de las discusiones que tiene con su mujer, por este motivo, porque –según él- “escribir a mano se convertirá en algo pasado”. ¡Qué pena!, he pensado, yo que animo a mis a alumnos a que entreguen sus redacciones y trabajos a mano.

Por otro lado, afirma que ve  una importante diferencia entre Estados Unidos y España: en el primero de los dos países “si pierdes tu trabajo y tu casa, puedes volver a empezar”. ¡Qué bien!, he pensado, especialmente, en este momento de crisis, como el que estamos atravesando, con un 30 % de paro general y un 50% entre los jóvenes. Qué mensaje tan positivo, sobre todo para estos últimos, que representan el futuro de nuestro país. Claro que deberíamos tener el mismo concepto de quiebra que los ciudadanos de Estados Unidos, de ver la luz al final del túnel. Es decir, tendríamos que cambiar el estigma ligado al fracaso, por la idea de que podemos levantarnos, después de caer, por muy dura que sea la caída. Como dice el responsable del MWC “siempre puedes volver a empezar varias veces y acabar triunfando”.

Es lo que tiene leer el periódico todos los días, puedes cambiar del pesimismo al optimismo, en cuestión de segundos. Pero prefiero quedarme con el segundo de estos sentimientos, porque no me acabo de creer, precisamente, ahora, que escribo a mano este comentario en un folio usado –por aquello de la obligada reutilización- que se va a perder la caligrafía, aunque a nuestros jóvenes les cueste cada vez más enfrentarse a una redacción y prefieran escribir SMS y mensajes en las redes sociales, con las abreviaturas y limitaciones de palabras, que todos conocemos, antes que una carta. Al menos, los profesores de Lengua española esperamos que no se pierda el placer de sentir deslizarse el lápiz o el bolígrafo sobre la hoja en blanco, con los trazos y las líneas que revelan nuestra forma de ser y nuestro estado anímico, pues es quizá uno de los ejercicios que mejor nos define como personas.

La homofobia que no cesa

Hoy publica el periódico El País la noticia de un profesor de Historia jubilado y un repartidor de bidones de agua, que se casaron el pasado miércoles en Pekín, en una boda sin validez jurídica, pero que fue retransmitida en directo por Internet. Cuando ambos estaban sentados, uno al lado del otro, celebrándolo en compañía de un grupo de amigos, irrumpió en la fiesta el hijo de uno de los miembros de la pareja, apagó la música y golpeó a los invitados, porque pensaba que la boda le hacía perder su dignidad.

En China, la homosexualidad fue delito hasta 1997, aunque es, a partir de 2001, cuando deja de ser definida como una enfermedad mental. No obstante, en la actualidad la mayor parte de las familias la considera un problema, que se puede cambiar.

En España, al menos teóricamente, la situación de los homosexuales es mejor, pues tenemos una de las legislaciones más progresistas del mundo, sobre todo a partir de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo, en julio de 2005.

Sin embargo, una cosa es la teoría y otra bien distinta la práctica. Pudimos comprobarlo el pasado jueves, en el debate celebrado en 3º de Diversificación. Todos los alumnos y alumnas que intervinieron se mostraron partidarios de que cada persona podía vivir su sexualidad libremente; pero se contaron casos que ponen de manifiesto la pervivencia de la homofobia, incluso entre los propios alumnos de nuestro centro, algunos de los cuales comentan disimuladamente las formas amaneradas de un compañero, o recriminan a otro, que ha hecho pública su homosexualidad, la utilización de los mismos aseos que ellos. Quizá no sean tan bruscos como el cineasta Luis Buñuel que, cuando oyó comentarios sobre la homosexualidad de su amigo Federico García Lorca, llamó aparte a éste y le espetó “¿es verdad que eres maricón?”; pero las palabras de estos alumnos hacen probablemente más daño e impiden a sus compañeros ser libres.

Por eso, en estos tiempos en que se ciernen oscuros nubarrones sobre la enseñanza pública y, en particular, sobre Educación para la Ciudadanía, hay que reivindicar más que nunca, en el Currículum de la ESO, la presencia de esta asignatura, que pretende, entre otros objetivos, mejorar la conciencia y el entendimiento de la homosexualidad.

Gestos

Acabo de leer una columna de Carlos Bollero donde propone la conveniencia de que nos replanteemos la certeza del tópico “un gesto vale más que mil palabras”. El crítico del diario El País recuerda algunos gestos memorables: el de Santiago Carrillo, en el Congreso de los Diputados, donde permaneció sentado, en el intento de golpe de estado del 23 de febrero, desafiando así al teniente coronel Tejero; el gesto posterior de Adolfo Suárez, levantándose de su escaño para acudir en ayuda de su Ministro de Defensa, Gutiérrez Mellado, que estaba siendo zarandeado por los guardias civiles; y el de este último, de pie y con los brazos en jarra, exigiéndole cuentas al golpista. También incluye el del jugador del Fútbol Club Barcelona, Carles Puyol, en el último partido contra el Real Madrid, mandando jugar a su compañero Piqué, cuando éste pretendía mostrarle al árbitro un encendedor que habían arrojado al campo.

Estos gestos a los que alude Carlos Bollero me han recordado otros, que no merecen el calificativo de memorables; pero que son habituales en algunas clases. Por ejemplo, el alumno al que se dirige el profesor, y en lugar de mirar de frente a éste, le muestra su perfil; o el que te pregunta un duda y, cuando tú inicias la aclaración, se pone a charlar con el compañero de pupitre; o el que confunde la silla de clase con el sofá de su casa y no entiende que le llames la atención para que modifique su postura inadecuada; o, en fin, el que asegura estar atendiendo a tu explicación, aunque, en ese momento, se encuentre consultando su agenda o manipulando su móvil o siguiendo, a través del cristal de la ventana, que da al patio, las evoluciones de otros compañeros, en la clase de Educación Física.

Son gestos, a los que los alumnos implicados no les dan la menor importancia y que, en último extremo, suelen interpretar como signos de confianza con el profesor; pero que, en realidad, tienen mucho más significado que las palabras que ellos emplean para justificarlos.

Culto al cuerpo

Ayer estuvimos comentando en clase de 3º de ESO las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique y nos detuvimos, especialmente, en una de ellas:

Si fuesse en nuestro poder
tornar la cara hermosa
corporal
como podemos hazer
el ánima tan glorïosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda ora,
e tan presta
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!

Lo que el autor de Segura de la Sierra viene a decirnos es que, si las personas tuviéramos la oportunidad de embellecer nuestra cara y nuestro cuerpo, descuidaríamos el alma y nos dedicaríamos únicamente a mejorar nuestro aspecto exterior.

Les pregunté a los alumnos si, dejando a un lado la ideología religiosa propia de la Edad Media, tenía vigencia el contenido de esta copla, y hubo coincidencia en que el físico resulta fundamental en casi todos los ámbitos de la vida. Si un hombre o una mujer, sobre todo esta última, van a buscar trabajo, sus posibilidades de conseguirlo aumentan en proporción directa a su belleza. También influye el aspecto exterior en las relaciones sociales, por ejemplo, a la hora de entablar amistades, y por su puesto para relacionarnos afectivamente con otra persona.

Esta desmesurada importancia que le concedemos al físico, en la sociedad actual, explica la proliferación de gimnasios, cada vez con más lujo de detalles, desde tratamientos o sistemas de relajación con agua, saunas, circuitos termales, hasta guarderías para los niños o cafeterías con conexión inalámbrica a Internet. Así, los  clientes convierten la rutina del ejercicio físico diario en una necesidad, para mantener el cuerpo delgado, porque la delgadez tiene prestigio, frente a la molesta obesidad. Da igual que seas de complexión robusta, atlética o delgada, se trata de estar delgado, que es lo aceptado y valorado por la gente.

También la raíz de las cada vez más frecuentes operaciones de cirugía estética está en el culto al cuerpo, en la excesiva importancia que le concedemos a nuestro aspecto físico, porque existe como un temor a envejecer, a que aparezcan en nuestra cara las primeras arrugas, como le sucede al protagonista del Retrato de Dorian Gray, la famosa novela de Óscar Wilde.

Es probable que las ideas que contienen las Coplas por la muerte de su padre, como la fugacidad de la vida, el poder igualatorio de la muerte o la preocupación excesiva por la belleza corporal, que acabamos de comentar, no sean originales, pues se pueden aplicar a los seres humanos de cualquier país o época, pero Jorge Manrique las expresa con tanta belleza y, al mismo tiempo, con tanta sencillez, que ya para siempre las recordaremos como suyas.

 

Menos eufemismos para el 2013

El eufemismo, según el diccionario de la Real Academia Española es “una manifestación de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Probablemente, esta sea una definición poco clarificadora para un alumno de ESO, como sucede a veces cuando se recurre a tan alta institución. Por eso, los profesores de Lengua Española solemos relacionar este concepto con otro que significa justo lo contrario; y les explicamos que el eufemismo es la palabra que los hablantes utilizan en sustitución de la palabra tabú. Así, socialmente, se prefiere “invidente”, en lugar de “ciego”; “personas mayores o de la tercera edad”, en vez de “ancianos”; “empleada del hogar”, en sustitución de “sirvienta o criada”; o “hacer el amor”, en lugar de “follar”.

Como puede apreciarse, las palabras y expresiones mencionadas pertenecen a diferentes ámbitos de la vida: sociedad, trabajo, sexo, etc.

No es habitual poner ejemplos relacionados con la política; pero últimamente nuestros gobernantes se están prodigando tanto en el empleo de eufemismos, para referirse a las medidas contra la crisis, quizá con la vana intención de suavizar estas, que constituyen un auténtico venero para los enseñantes. Por ejemplo, sustituyen el término “recortes” por “hacer los deberes, ajustes y reformas estructurales”; “abaratar el despido” por “simplificar la contratación”; “subir impuestos” por “cambiar la ponderación”; “euro por receta” por “tique moderador”; “amnistía fiscal” por “afloramiento de bases”; “subida del IRPF” por “recargo temporal de solidaridad”; etc.

Por fin, hemos encontrado algo bueno a la crisis: estos inmejorables ejemplos de eufemismo para nombrar las medidas severas e impopulares, tomadas supuestamente con la finalidad de combatirla. Esperemos, no obstante, que en el próximo año 2013  nuestros gobernantes no sean tan rentables lingüísticamente, pues, aunque aparentemente suene peor, preferimos que llamen a las cosas por su nombre. De lo contrario, sus declaraciones, al compararlas con los hechos, acabarán valiéndonos para explicar otro concepto: el de hipocresía.