Conversar

Internet ha revolucionado el mundo de las comunicaciones –se suele decir- para señalar uno de los aspectos que más ha cambiado la vida de las personas en los últimos años. Antes era frecuente conversar hasta altas horas de la madrugada, intercambiando impresiones sobre un libro o una película, o analizando la situación del país y la necesidad de un sistema de democrático que garantizara una vida en común, con respeto a todas las opiniones e ideologías.

Conozco a un viejo amigo, que la primera vez que entró en Facebook proclamó a los cuatro vientos su deseo de comunicarse con la masa anónima de receptores virtuales, ignorando quizá las limitaciones de las redes sociales en cuanto al número de caracteres de cada comentario. Seguramente, añoraba nuestras largas conversaciones de los años de universidad, sentados en alguna taberna del casco antiguo, o en las escaleras desgastadas de la Plaza Mayor, cantando a coro “Alfonsina y el mar”, la poetisa argentina, que acabó sus días suicidándose en el Mar del Plata.

Hoy, Javier Marías, en su artículo semanal del diario El País, lamenta precisamente un hábito, cada vez más extendido entre los jóvenes, que pertrechados de su iPhone o su iPad, como si se tratara de un extremidad más del cuerpo, intercambian mensajes electrónicos, sin levantar la mirada de la pantalla, completamente ajenos a lo que sucede a su alrededor, e ignorando a quienes se encuentran a su lado.

Concluye el articulista afirmando que “la verdadera conversación pertenece al pasado”. Quizá sea excesivo afirmar esto; pero lo que sí tengo claro es que conversar, como leer un libro, requiere tiempo, para ir conociendo poco a poco lo que piensa la otra persona; y puestos a elegir, yo al menos prefiero que esté presente, es decir, que pueda verla y escucharla en su propio timbre de voz.

¿INTERNET EROSIONA NUESTRA CAPACIDAD DE CONCENTRARNOS?

Formulo esta pregunta, después de leer una entrevista, en Babelia, con uno de los grandes pensadores de la revolución digital, Nicholas Carr, que acaba de publicar un libro titulado “Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).

En este libro sostiene la tesis de que Internet y, en particular, las redes sociales, al basarse en micromensajes lanzados sin pausa, tienen una capacidad de distracción enorme. La consecuencia es que las personas, que las utilizan, han visto disminuir su capacidad de concentración. Pone su propio ejemplo de internauta, entregado diariamente a multitud de tareas digitales: contestando correos electrónicos, saltando de un programa informático a otro, usando las redes sociales…

“Internet –asegura- nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa.”

Algunos de vosotros al responder, en otra entrada de este blog, a la pregunta ¿Por qué leemos?, aludís a que, cuando se abre un libro, se aísla uno de todo y se introduce en el mundo de ficción que nos propone el escritor. Es justo lo contrario de lo que sucede, cuando encendemos el ordenador, pues nos llegan mensajes diferentes, de modo continuo, y, aunque tengamos la libertad de leerlos o no, la tecnología nos impulsa a lo primero.

Desde esta perspectiva, -y sin olvidar las numerosas ventajas que tiene- Internet perjudica el hábito de lectura, que implica tiempo y concentración, pues nos entretiene más de la cuenta en tareas muy diversificadas. Pero no sólo erosiona el hábito de lectura, sino cualquier actividad que exija la habilidad de concentrarse en una cosa.

Hay un fenómeno, que hemos venido observando, en los últimos años, los que nos dedicamos a la enseñanza: la dificultad, cada vez mayor, de nuestros alumnos para mantener la atención en clase. Probablemente, algo tiene que ver Internet, pues el número de los que la utilizan ha ido creciendo, de forma progresiva. Por ejemplo, ya son pocos los alumnos que no tienen su propia red social o que no pertenecen a redes de sus amigos y conocidos.

La cuestión que os planteo es la misma que se plantea Nicholas Carr: ¿está Internet erosionando nuestra capacidad de concentración?, ¿nos resulta más difícil la tarea de leer libros o seguir las explicaciones del profesor en el aula?

CONTROLAR NUESTRAS VIDAS

Hace dos semanas, Javier Marías publicó un artículo en El País, donde criticaba la tendencia, cada vez más extendida, de airear la vida privada de las personas, a través de redes sociales, como Twitter o Facebook.  Esto ha llevado a algunas empresas de Alemania a “consultar” las citadas redes para contratar o despedir a los trabajadores. La prohibición posterior de estas prácticas por el gobierno alemán no va a servir de mucho, pues el acceso a Internet es libre.

Leyendo el artículo, he recordado una charla, que dio en nuestro centro, hace, aproximadamente, un año, un inspector de policía, sobre el uso de Internet por los jóvenes: las precauciones que debían tener; los riesgos que corrían, si proporcionaban datos personales, que podían ser utilizados por terceras personas; etc.

Creo que fueron alumnos de 1º de ESO los que asistieron a la charla y la mayoría de ellos tenía perfiles en Facebook o Twitter, probablemente, con información acerca de su persona (nombre, fotografías, aficiones,  gustos, etc.), y sobre sus actuaciones diarias (qué he hecho hoy, dónde voy a ir mañana, cuándo me reúno con mis amigos, etc.).

Es como “El show de Truman”, película en la que se critica la intromisión de la televisión en las vidas humanas; pero, al revés, pues, a diferencia del protagonista de la misma, nuestros alumnos no sólo son conscientes de ser grabados, sino que manejan ellos mismos la cámara, porque han perdido el miedo a ser observados y han renunciado a su intimidad.

Supongo que tomaron buena nota de las advertencias y consejos del inspector; aunque, en cualquier caso, no deja de sorprender que, en esta sociedad democrática, en la que vivimos, sea más fácil conocer y controlar las vidas de las personas, que en la época de la dictadura franquista, donde, si algo aprendimos  muy pronto fue  -como afirma Javier Marías en su artículo- “el riesgo de que se supiera mucho de nosotros y a no dejar algunos rastros”. Son quizá los inconvenientes de un mal uso de Internet.

REDES SOCIALES DE INTERNET

Las nuevas tecnologías de la información y la Comunicación han transformado la relación entre las personas. El instrumento que más ha contribuido a ello ha sido Internet y, dentro de esta, las llamadas redes sociales (Tuenti, Facebook, Twitter…), nos permiten vincularnos a centenares de personas, muchas de las cuales eran desconocidas para nosotros.

En España, los usuarios de estas redes han aumentado en el último año, de cuatro a ocho millones. De hecho, somos el segundo país del mundo que más las utiliza. Como dato anecdótico, pero significativo, puedo decir que, hace unos días, en una charla informativa, sobre los riesgos del uso de Internet para los jóvenes, celebrada en nuestro centro, el inspector que la impartía, Israel Gordillo, preguntó a los asistentes, alumnos del primer ciclo de ESO, quiénes utilizaban redes sociales y levantaron la mano la mayoría de ellos.

Hasta hace relativamente poco, nos relacionábamos con personas que formaban parte de nuestra familia, estudiaban en el mismo centro o trabajaban en la misma empresa, y vivían en el mismo lugar. Pero hoy día nuestro círculo de amistades o conocidos se puede abrir muchísimo más, a través de las redes sociales de Internet, donde subimos y compartimos fotos con otras personas, intercambiamos mensajes…

Para comentar sobre este tema, os dejo en el aire algunas preguntas: 

  • ¿Existe adicción a las redes sociales de Internet, como Tuenti, Facebook o Twiter?
  • ¿Por qué han tenido tanta aceptación, sobre todo, entre los jóvenes?
  • ¿Son perjudiciales o, por el contrario, se pueden considerar como instrumentos para comunicarnos y mejorar nuestras habilidades sociales?
  • ¿A causa de estas redes están los jóvenes encerrados en casa todo el tiempo?
  • ¿Suspenden más los alumnos que las utilizan?
  • ¿Por qué creéis que España es el segundo país del mundo que más se sirve de ellas?

LIBERTAD DEL CIUDADANO FRENTE A LOS DERECHOS DE AUTOR

Internet es sin duda el mayor espacio de libertad para los ciudadanos de todo el mundo. A través de la red, se puede acceder a informaciones ofrecidas por los diferentes medios de comunicación; podemos obtener documentación sobre cualquier autor, ciudad, país…; se pueden hacer copias de discos, libros, películas… 

Al ser gratis este acceso, una vez pagada la cuota correspondiente, Internet actúa, a mi entender, como elemento nivelador de las diferencias sociales y económicas. Me refiero a que las personas, que no tengan suficiente dinero o no se puedan permitir el gasto de comprar un disco o un libro, pueden bajárselo de Internet. 

Sin ir más lejos, este fin de semana, como no logré encontrar, en varias librerías de Córdoba, un ejemplar impreso de “El guardián entre el centeno” de Salinger -próximo libro sobre el que vamos a hablar en el Club de Lectura-, me ha bastado con teclear en Google el título, para acceder a una versión digital del mismo.  

Pero, por otro lado, están los derechos de los autores. En los últimos días, se han publicado, en los medios de comunicación, artículos de opinión, firmados por conocidos escritores, donde defienden el derecho a recibir un dinero por su trabajo. Pongo dos ejemplos: 

El lunes de la pasada semana, Almudena Grandes escribió, en El País: “Con ellos –se refiere a sus derechos de autora- puedo comprar comida y ropa, pagar la hipoteca, la factura de la luz, el teléfono. Gracias a ellos, sobre todo puedo escribir. Si desaparecieran, tendría que buscarme otro empleo.” 

El martes, en el mismo periódico, Rosa Montero llamaba la atención sobre un viejísimo prejuicio contra el trabajo intelectual: “todo el mundo entiende que tiene que pagar una máquina, pero lo de pagar una idea no termina de entrarnos.”  

No le falta razón a ninguna de las dos escritoras; tampoco a los que defienden las descargas libres. Por eso, habría que buscar un punto de encuentro entre la libertad de acceso a los contenidos de Internet y los derechos de los autores; un punto de encuentro donde armonicen las dos posturas y que deberá recoger necesariamente el proyecto de ley de la ministra de cultura.      

¿SE APRENDE MEJOR CON INTERNET?

Hablaba esta mañana con algunos compañeros sobre el estado de los ordenadores de nuestro instituto, pues han pasado ya 6 años, desde que nos convertimos en centro TIC y, como la tecnología avanza muy rápidamente, los modelos que nos instalaron han quedado ya algo desfasados, entre otras razones, por su escasa capacidad. A esto hay que añadir el deterioro de buena parte de ellos por el uso. La consecuencia es que, para el curso que se inicia, probablemente en todas las aulas no podamos disponer de ordenadores suficientes, que funcionen. La alternativa a este problema podría ser preparar 4 ó 5 aulas con ordenadores, en perfecto estado, que se utilizarían, a petición del profesorado; y alternar la actividad en el aula con el trabajo online de nuestros alumnos, pues la mayoría de ellos dispone de ordenador en casa. 

Esta segunda idea se ha visto respaldada por un estudio realizado por la consultara SRI Internacional para el Departamento de Educación de Estados Unidos, según el cual la formación ideal es la que se obtiene combinando el trato directo con el profesor y los compañeros, es decir, la clase tradicional,  con las facilidades que nos ofrece Internet.  

Bien es verdad que el estudio se ha realizado entre alumnos de educación superior y adultos; y que sobre primaria y secundaria no hay datos que acrediten, hasta ese punto, la utilidad de las nuevas tecnologías. Sin embargo, nadie puede negar que la red ofrece ventajas (no hay necesidad de desplazarse al instituto, se evitan las aulas masificadas, etc.) y recursos valiosos para la enseñanza (blogs, correos electrónicos, Webquest, acceso inmediato a diccionarios y wikipedias, etc.) y sobre todo le brinda al alumno la posibilidad de construir su propio aprendizaje, que es el verdaderamente significativo y el que le va a permitir completar su formación.   

En el ámbito universitario, cada vez se concede más importancia al conocimiento a distancia. El mismo Plan de Bolonia, que tantas críticas ha recibido, plantea reducir las clases tradicionales en el aula, las llamadas magistrales”, a favor del trabajo fuera de ella, coordinado por un tutor. Además, muchos cursos de formación se realizan cómodamente en casa, a través de Internet.    

Probablemente, en secundaria,  la situación sea diferente, porque el alumno, todavía inseguro y con escasa formación, necesita de la presencia constante del profesor; pero vosotros tenéis la palabra, pues lleváis seis años en un centro TIC, dotado de un ordenador para cada dos alumnos y seguro que tenéis elementos de juicio suficientes como para expresar vuestra propia opinión.  

·        ¿Cuál es la formación ideal? ¿La clase tradicional impartida por el profesor?  ¿El aprendizaje a través de los recursos que nos ofrece Internet? ¿Quizá habría que combinar ambos sistemas?

·        ¿Entra mejor el conocimiento a distancia o con la presencia física del profesor?

·        Con el paso del tiempo, ¿se acabará impartiendo toda la educación online?

·        ¿Cómo ha sido vuestra experiencia en un centro TIC, como el IES Gran Capitán?   

He recibido, a través del correo electrónico, la noticia de que varias organizaciones relacionadas con la industria audiovisual han elaborado un manifiesto reclamando la introducción de la asignatura Cultura Audiovisual en la ESO y Bachillerato. Argumentan estas organizaciones que los adolescentes, aunque consumen mucha televisión, Internet y videojuegos, tienen escasos conocimientos audiovisuales, como lo prueba el hecho de que “se pasan el día empleando aparatos y términos audiovisuales cuyo significado desconocen en muchos casos”. A esto hay que añadir las dificultades para distinguir lo que son contenidos adecuados y los que no, así como lo que es legal y lo que no.  

Esta noticia me ha recordado un artículo del ex Presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en el que demandaba la incorporación de las nuevas tecnologías a la enseñanza; pero una incorporación real que no garantiza ser centro TIC, como lo somos nosotros; pues una cosa es disponer de un ordenador para cada dos alumnos y acceso a Internet, y otra distinta hacer un uso regular en el aula de éstas nuevas tecnologías, en lo cual tenemos mucho que ver los profesores.

Es verdad –y a más de uno nos ha ocurrido- que a veces llevamos preparada nuestra clase para que los alumnos trabajen una Web quest o consulten los periódicos digitales o ejecuten un juego didáctico sobre ortografía, y nos encontramos con el inconveniente de que no todos los ordenadores funcionan o no lo hacen al mismo ritmo, con lo que unos alumnos tardan 15 minutos más que otros en iniciar las actividades propuestas; pero no es menos verdad que los profesores del IES Gran Capitán estamos obligados a utilizar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, porque nos comprometimos a ello en el proyecto que elaboramos por departamentos para solicitar convertirnos en centro TIC, y, lo más importante, porque vivimos en una sociedad en la que las nuevas tecnologías están produciendo una auténtica revolución. Pensemos, por ejemplo, que hace apenas 10 años no existían ni el buscador Google ni los SMS ni los blogs, tres herramientas, en especial las dos primeras, que hoy día consideramos indispensables.

En suma, si la mesa de la educación tiene cuatro patas, todas son indispensables para estar al día de los cambios que se están produciendo en la sociedad: la administración, proporcionando a los centros los recursos necesarios e introduciendo las modificaciones legales necesarias para facilitar la alfabetización digital de nuestro alumnado; los profesores, asumiendo nuestro compromiso de utilizar las nuevas tecnologías en nuestras clases –en este sentido, el elevado número de compañeros inscritos en el grupo de trabajo “Herramientas educativas Web 2.0” constituye un buen síntoma-; por supuesto el alumnado aprovechando el tiempo y contribuyendo con una buena actitud a la labor de sus profesores; y los padres y madres permitiendo a sus hijos un uso adecuado del ordenador y poniéndose ellos mismos al día, a través de las actividades y cursos que se organizan en el centro.

Las trescientas (palabras)

Una propuesta sencilla: en encontrarás cada semana una imagen para inspirarte y escribir un relato sobre la misma. Trescientas palabras será el límite marcado; podrás leer todas las que sean enviadas y además puntuarlas. Lógicamente también te podrán puntuar a tí, pero no hay que tener miedo. Lánzate.

Año Nuevo, Vida Second

A partir de ahora nos va a resultar mucho más fácil cumplir nuestros propósitos de enmienda y vida nueva para el año que empieza. No va ser necesario embarcarnos en aventuras vitales de incierto final, al menos no habrá que hacerlo de â??forma realâ?; basta con crearnos un fantástico «yo virtual», una segunda vida en la Red. Va a resultarnos más cómodo y sencillo una nueva vida (¿ficticia?); no vamos a estar solos, estaremos en compañía de más de dos millones de habitantes en Second Life, aquí llamados avatares (el ritmo actual de crecimiento ronda los 20.000 nuevos usuarios al día), haciendo negocios y amistades o todo tipo de actividades de las llamadas habituales, así como otras menos cotidianas como adoptar distintas apariencias (¿te gustaría convertirte en unicornio por un par de horas?). Todo ello podrás hacerlo en esta SECOND LIFE, un mundo paralelo, como no con su propia divisa, y donde nos podremos mover sin los habituales inconvenientes de las leyes de la naturaleza. Inspirado por Los Sims, va más allá de un simple juego.

Es una creación estadounidense, por lo tanto difícilmente gratuita, o al menos resulta complicado moverse en este mundo sin dinero, nos referimos a dinero real; vamos a necesitar cierta base económica para establecernos en él. Ya existen las primeras fortunas gracias a este universo virtual. Las grandes empresas ya han olfateado el negocio y, por ejemplo, podemos encontrar tiendas de famosas marcas deportivas donde comprar productos tanto virtuales como reales.

Secondlife no es la única posibilidad de vida virtual, existen otras (Habbo Hotel, Mi Otra Vida). Por ahora la comunicación se hace a través de textos, pero ya se vislumbra la comunicación oral, y pronto el olfato y el tacto enriquecerán estas relaciones.

Los Sims, el Messenger… no es un tema nuevo éste de los segundos universos: Matrix se acerca. ¿Será complicado distinguir la realidad del escenario?