SENTIRSE ANDALUZ

Hace unos años en un blog, que moderaba Miguel Osuna, salió a debate el tema de Andalucía o, más concretamente, ¿qué significaba, para cada uno de nosotros, sentirse andaluz? Mi opinión fue la que sigue a continuación: 

“Una persona se siente andaluza, no por haber nacido en Andalucía, sino por haber vivido en esta tierra el tiempo suficiente como para  impregnarte de su forma de ser, participar en sus fiestas,  y familiarizarte con su habla, su cultura y sus costumbres, hasta que un día te descubres a ti mismo seseando o escuchando emocionado unos fandangos de los hermanos Toronjo o  contemplando ensimismado los colores de la campiña cordobesa o el bosque de columnas de la mezquita o disfrutando de la conversación con un amigo andaluz.  

En mi opinión, para sentirse de una tierra no es tan importante nacer como vivir en ella, abriéndote a su gente, a su paisaje, a sus costumbres, etc. Es decir, no cerrarte a lo que perciben tus sentidos (olores, sabores, sensaciones, sonidos) o al deseo de cambio que sientes por dentro, pensando que ya has alcanzado la madurez y que estás sólo de paso, porque, antes o después, volverás a tu lugar de nacimiento; al contrario, dejarte llevar y que sean las nuevas experiencias las que te vayan haciendo andaluz o lo que sea.” 

¿Qué significa para vosotros sentirse andaluz?

ENTRE MUROS

Una película necesaria, porque refleja con crudeza el día a día en un instituto de enseñanza secundaria, situado en un barrio periférico de París, donde se mezclan alumnos de diferentes nacionalidades, la mayoría hijos de inmigrantes.

  “La clase”, título con el que ha sido estrenada en España, es una película dirigida por Laurent Cantet,  que obtuvo la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes y que muestra las dificultades de un profesor de lengua para impartir sus clases con normalidad. Los primeros planos de los alumnos desmotivados, que charlan sin parar con sus compañeros o dormitan sobre sus pupitres, mientras el profesor explica, son reveladores de lo que hoy día sucede en las aulas y que es desconocido por la mayor parte de la sociedad. 

En la actitud paciente del profesor que, en todo momento, dialoga con sus alumnos, a pesar del mal comportamiento de éstos, nos podemos reconocer la mayoría de los que trabajamos en educación secundaria. También, en la de otro profesor que, en un momento de tensión, cansado de que sus alumnos no le escuchen y le falten al respeto, se desahoga airadamente con sus compañeros de claustro. E, igualmente, en las reuniones, donde los profesores tratan de discernir el grado de rigidez  y flexibilidad con el que aplicar las normas de funcionamiento del centro. 

Una película dura de ver, por su crudeza y realismo, porque, después de una semana entre muros, es como volver allí, sin ningún tipo de concesiones, aunque también con los momentos de satisfacción para cualquier profesor: aquellos en que los alumnos reconocen los conocimientos aprendidos, durante el año.

HE SIDO VIOLADA, NO SOY NADA

“En Haití, si te violan, la sociedad te rechaza: no debes estudiar, no debes ir al hospital, debes quedarte en un rincón. La violación te convierte en una persona sin derechos, una persona rechazada por la sociedad, y ahora, en el barrio en el que vivo, es como si me violaran cada día, porque cada día alguien me recuerda que he sido violada y que no soy nada, que debo quedarme en un rincón y no hablar, no decir nada” 

Éste es el testimonio desgarrador de Rose, una niña violada en dos ocasiones. Lo he leído en la revista sobre derechos humanos que Amnistía Internacional nos envía periódicamente a los afiliados.  

Como ilustración, aparece una fotografía de Rose, de espaldas, en medio de un bosque. Así de sola y desprotegida debe sentirse en un país, donde los “jueces de paz” animan a las niñas violadas a guardar silencio y a llegar a un acuerdo con la familia del agresor. 

En la misma revista, podemos leer que en México una de cada cuatro mujeres sufre violencia a manos de su pareja o que en Irán las autoridades han condenado a penas de cárcel y flagelación a varias mujeres que han participado en una campaña para reivindicar su derecho a la libertad de expresión y asociación. 

Ante hechos como estos, que se producen además en distintas partes del mundo, es difícil sostener que existe igualdad entre los hombres y las mujeres. El próximo 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Todos estamos obligados a denunciar la discriminación que sufre.

LOS RESTOS DE NUESTROS ESCRITORES

A mí, personalmente, me parece una discusión bizantina, pero hoy he leído en la prensa que existe una polémica sobre dónde deben reposar los restos del escritor Jorge Luis Borges: si en Suiza, donde permanecen, desde su muerte, hace 32 años, o en Argentina, en el panteón familiar, donde manifestó, en numerosas ocasiones, ser enterrado.

 Y digo que me parece una discusión bizantina, porque, al fin y al cabo, qué más da dónde reposen los restos de una persona, después de muerta. También hubo, con el restablecimiento de la democracia en España, una polémica sobre la posibilidad de trasladar los restos de Antonio Machado, desde Colliure, donde murió y fue enterrado, bien a su ciudad natal, Sevilla, o bien al cementerio del Espino donde yace su amada Leonor. 

Hace unos días lo comentábamos en clase y, en mi opinión, en este polémica, se impuso finalmente el criterio más sensato: que Antonio Machado permaneciera en la localidad francesa, entre otras razones, porque allí murió, pero también como símbolo de todos los españoles que se vieron obligados a exiliarse, al finalizar la guerra civil. 

Otro caso, aunque distinto, es el de Federico García Lorca, sobre el que hay información bastante fiable -pues se trata de testigos directos- de que, una vez fusilado en el barranco de Víznar, en agosto de 1936, junto a un maestro de escuela y dos banderilleros de la CNT, fue enterrado en este mismo lugar. La polémica surge en torno a la posible exhumación de los restos, a la que se oponen los familiares del poeta granadino, porque para ellos la fosa común, donde yace, es como un cementerio. Sin embargo los nietos del maestro Dióscoro Galindo quieren dar digna sepultura a su abuelo, para lo cual consideran indispensable exhumar sus restos. Después de tantos años de silencio, parece necesario que se sepa la verdad de lo que ocurrió y sea conocida por todos, aunque el proceso de exhumación pueda resultar doloroso. 

Son tres casos diferentes, pero que ponen de manifiesto el interés de las personas por sus muertos, sean estos familiares directos, conciudadanos, gobiernos… En cualquier caso, lo que nunca debiera permitirse es una utilización morbosa de estas situaciones, en las que los sentimientos están a flor de piel y resulta difícil encontrar una solución equilibrada que contente a todos.