A PROPÓSITO DE LOS NIVELES DEL LENGUAJE

Estábamos analizando en clase los niveles del lenguaje, según el grado de instrucción del hablante y, al detenernos en las características del nivel vulgar, mencioné la no adaptación a las diferentes situaciones de comunicación que se presentan en la vida diaria, es decir, las personas poco instruidas hablan siempre igual, porque su escaso dominio del lenguaje les impide adaptarse a las características del receptor o de la situación. Por ejemplo, el alumno que utiliza palabras malsonantes  en clase está haciendo uso de este nivel vulgar del lenguaje y no porque haya tenido pocas posibilidades de adquirir una cultura, sino más bien porque no se ha preocupado de aprender a hablar y escribir correctamente.

Insistí en este aspecto, porque en la clase de 2º de PCPI es habitual escuchar a un alumno decir “fulanito me está dando por culo” en lugar de “me está molestando con sus bromas”, o “zutanito se ha dado una hostia al entrar al instituto” en vez de “se ha golpeado con la puerta de entrada”. Siempre les llamo la atención sobre lo inadecuado de estas expresiones; pero suelen responderme que ellos hablan así con sus amigos, ignorando que el hablante, con una mínima instrucción, debe adaptarse a las diferentes situaciones comunicativas. En estas ocasiones, también les suelo recordar que, cuando el día de mañana vayan, por ejemplo, a una entrevista de trabajo, deberán cuidar especialmente el lenguaje que utilizan, si quieren conseguir el objetivo de que los contraten.   

Otra de las características del nivel vulgar, que comentamos, es la abundancia de refranes y frases hechas. Les puse el ejemplo de “A palabras necias, oídos sordos”, que viene a significar que no se debe hacer mucho caso de las acusaciones, cuando éstas no se ajustan a la verdad. Enseguida sacaron a relucir los casos en los que los alumnos son acusados injustamente, por ejemplo, de hablar, mientras el profesor explica, o de haber expelido una ventosidad o un eructo, durante una clase. Les contesté que los profesores no podemos estar pendientes, además de explicar nuestra materia o de coordinar las tareas que realizan los alumnos, de todo lo que sucede en el aula; pero esta explicación no parece que les convenció del todo. En fin, ellos o, mejor dicho, vosotros tenéis la palabra.

 

LA PAPISA JUANA

Estábamos preparando el control del próximo viernes y, al repasar la categoría gramatical del sustantivo, desde el punto de vista formal, hablamos del género. En primer lugar, aclaré la confusión bastante generalizada de identificar sexo con género. El primero es, según la RAE, una propiedad que tienen los sustantivos, “por la cual se clasifican en masculinos y femeninos”. El segundo es una “condición orgánica o biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos”. 

Pero lo que verdaderamente les llamó la atención a los alumnos es la enorme casuística para formar el género en castellano: desde la forma más simple de añadir la vocal –a a la raíz de un sustantivo (gato/gata), conocida por todos, hasta los sustantivos que suelen inducir a error y que tuvieron que buscar en el diccionario, para averiguar su género, como: acné, comezón, apoteosis, mugre. Esto sin olvidar los nombres que varían de significado en función de su género, pues no es lo mismo el editorial que la editorial, o el frente que la frente, o el cura que la cura. Aunque lo que más les sorprendió fue el hecho de que no todas las palabras acabadas en –o son masculinas (la testigo, la modelo), ni todas las terminadas en –a femeninas (el poeta, el futbolista). 

En fin, son las cosas de la lengua o los caprichos de la lengua, como, por ejemplo, el femenino de papa que es papisa, y que sólo se emplea en referencia a la única mujer que supuestamente ocupó este puesto, en el siglo XI: la papisa Juana. 

Al hilo de esta cuestión, se preguntaba una alumna por qué las mujeres no podían ser papa o sacerdote. Con la iglesia hemos topado, le respondí; pero era una buena pregunta, especialmente ahora que está próximo el día contra la violencia hacia las mujeres, la cual tiene su origen en el machismo, todavía imperante en la sociedad española. 

No parece que haya otra razón más que esta supuesta superioridad del hombre, para que la iglesia mantenga una discriminación tan clara de la mujer, concluimos en clase.    

OSCURIDAD

Ayer, me acercaba, como todos los jueves, después de la reunión del departamento de Lengua, al aula de 2º del PCPI, con la idea de leerles “El corazón delator” de Edgar Allan Poe. Mientras caminaba por el pasillo, pensé, que un relato como éste, exigiría un cierto clima de misterio, durante la lectura. Los alumnos desconocían lo que había programado; pero, como por arte de magia o por telepatía, habían dejado el aula completamente a oscuras, tanto que, cuando llegué a la puerta de entrada, pensé que no había nadie dentro, sin embargo, estaban esperándome con la intención de gastarme una inocente broma. 

Comencé a leer en voz alta “El corazón delator”, en medio de un silencio sepulcral; pero, de vez en cuando, por ejemplo, en los momentos en que el narrador-protagonista repite que no está loco, los alumnos sentían la necesidad de interrumpirme para preguntar por qué insistía tanto en esta circunstancia. Así, la lectura inopinadamente se convirtió en un diálogo, que me obligaba a aclarar diferentes aspectos de la trama; aunque, al reanudarla, comprobé que seguían estando atentos. Incluso hubo un momento, al final del relato, cuando la tensión era máxima, y todos estábamos pendientes de los latidos del corazón del viejo asesinado, en que un balón, procedente de las pistas polideportivas, chocó violentamente contra una de las ventanas y casi nos morimos del susto. Fue como si la ficción del cuento y la realidad del aula se fundieran en un mismo plano, como el clima de misterio que, quizá por intuición o por telepatía, habían creado los alumnos, antes de que yo llegara a  la clase.

VISITA A LA BIBLIOTECA

La capacidad de atención de mis alumnos del PCPI es directamente proporcional al interés que tienen por las cosas. Hoy, lo he podido comprobar en la visita, que hemos realizado, a la Biblioteca Central de Córdoba, junto con el 4º de ESO C y mi compañera de Lengua, Lola Pérez.. 

Para preparar la actividad, vimos ayer en clase la etimología de la palabra “biblioteca”: lugar donde se guardan libros. Al explicar esta palabra, surgieron otras similares como: filmoteca, hemeroteca, discoteca, ludoteca… También recordamos brevemente la historia del libro: desde las tablillas de barro y la escritura cuneiforme de la cultura mesopotámica, pasando por el rollo de papiro de Grecia y Roma,  hasta el libro de hojas de papel, a partir de la invención de la imprenta, y el libro digital, fruto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. 

Con estas mimbres, nos hemos presentado esta mañana en la Biblioteca Central, donde los alumnos han estado atentos a la explicación de Carmen, una de las responsables, mientras ha durado su curiosidad por un lugar nuevo para la mayoría de ellos. Desgraciadamente,  esta atención ha ido disminuyendo progresivamente. En la sala de informática, donde nos encontrábamos, han empezado a brotar, como las flores en primavera, gestos de hastío, conversaciones inoportunas, miradas de aburrimiento y la típica pregunta: “¿cuándo acaba esto? El único recurso para que reaccionaran ha sido recordarles que incluiría, en el próximo examen, algunas preguntas sobre las explicaciones de Carmen, que en ese momento hablaba de tejuelos, signaturas, código de barras… 

De la sala de informática nos hemos dirigido a la zona infantil y juvenil, donde paradójicamente el desinterés ha llegado a su punto culminante, tanto que el restablecimiento de la atención ha requerido de medidas más contundentes, como separar a algunos alumnos del grupo, con la advertencia de llamar a sus padres. 

Recuperado el interés, nos hemos adentrado en el espacio más silencioso de la biblioteca, el destinado a lectura, donde los alumnos, quizá influidos por la concentración de los usuarios que ese momento se encontraban leyendo, sobre todo, jubilados y universitarios, han vuelto casi por obligación a estar atentos. 

El regreso al instituto lo hemos hecho a pie, como la ida. Algunos alumnos se han adelantado, desoyendo las indicaciones de marchar juntos, y un policía municipal les ha preguntado, con buen criterio, qué hacían solos en la calle, a horas de clase. Entonces, han ido a buscarnos, como alma que lleva el diablo, para que certificáramos que efectivamente iban con nosotros. Hablando con el policía, he pensado que los profesores, en efecto, somos muy importantes para los alumnos.      

FRANCISCO AYALA

No podía concluir la semana, sin que escribiéramos algo sobre Francisco Ayala, fallecido  a los 103 años, el pasado martes. Han sido muchos los artículos que se han publicado estos días destacando su importancia en la literatura española del pasado siglo. Luis García Montero, por ejemplo, comentaba que fue un joven Ayala el que hizo la reseña del estreno de “Mariana Pineda” de García Lorca, o el que provocó las iras de Luis Cernuda por sus comentarios sobre “Perfil del aire”, primer libro publicado por éste.  Es decir, estamos hablando de un escritor contemporáneo de la Generación del 27; que vivió la guerra civil, que tuvo que marcharse al exilio, que regresó, después a España, que ha conocido el restablecimiento de nuestra democracia, y que ha llegado hasta el siglo XXI. 

De su personalidad, se ha destacado, en los medios de comunicación, su peculiar y, al mismo tiempo inteligente, sentido del humor. Yo escuché contar a Benjamín Prado, en el programa de radio nacional “El ojo crítico”, la siguiente anécdota, de la que fue testigo directo: hace tres años se le estaba preparando en Granada un homenaje que, con motivo de su centenario, iba a realizarse, digamos que el viernes de esa semana, cuando Ayala les dijo lo siguiente: “Sabéis, se me ha ocurrido gastarle a todos una broma estupenda: morirme el jueves”.    

De su obra, sólo conozco “Los usurpadores”, que fue lectura obligatoria, hace algunos años, en 2º de Bachillerato, y leyendo de nuevo esta colección de cuentos, me he reencontrado con un escritor al que le gusta inspirarse en personajes de nuestra historia y que escribe con un estilo muy personal donde se mezclan el clasicismo y la modernidad, quizá porque transitó por todas las tendencias literarias del pasado siglo XX, incluidas las vanguardias.  

En este pasaje del relato “El doliente”, se pueden apreciar ambos aspectos:  

“He oído decir a quienes hace poco lo han visto que tiene ya la muerte retratada en la cara y que su aliento mismo declara con su fetidez cómo la lleva consigo encerrada en el cuerpo”.  

Así se expresa uno de los nobles de Castilla  convencido de que habían sido llamados para escuchar la última voluntad del monarca, Enrique III el Doliente, cuando sucede lo siguiente: 

“la puerta se abrió con un gran golpe. Todas las conversaciones quedaron cortadas; todos los rostros se volvieron a ella, todos los rostros concurrieron allí. Y vieron entrar, con pisada firme y lenta, armado de todas armas (…) a aquel mismo rey don Enrique a cuya agonía pensaban asistir”.   

A continuación, el rey les echa en cara a los nobles que se hayan enriquecido a su costa, aprovechándose de su delicada salud: 

“Vosotros, señores, sois los reyes de este reino; vosotros los que tenéis el poder y la riqueza; vosotros los que ostentáis autoridad, los que disponéis, los que mandáis y sois obedecidos…" 

Finalmente, el rey, enfermo como estaba, abandona el salón de ceremonias y se retira a descansar a su dormitorio: 

"Tornó la espalda. Todas las miradas se alzaron desde las losas del suelo hasta el penacho de su yelmo.  Luego que hubo desaparecido tras la puerta, quisieron ellos consultarse, pero no les dio tiempo la guardia que, invadiendo el salón, acudía a desarmarlos y prenderlos.” 

Posee un ritmo, casi poético, la forma de escribir de Francisco Ayala, con ese uso insistente de la anáfora y el paralelismo; pero, al mismo tiempo, hay, en estos fragmentos que he reproducido, palabras y expresiones, así como una forma de organizar la frase, que recuerdan a los escritores de nuestro siglo de oro.

MICRORRELATOS

Creo que mis alumnos del PCPI han acabado adquiriendo la técnica del microrrelato, lo cual significa que han aprendido a utilizar, entre otras cosas, el recurso de la elipsis, pues, en esto de la literatura, a veces, vale más sugerir que decir: 

"Ella caminaba con su novio por la calle. Pasó un chico por su lado y cruzaron sus miradas. En ese momento, algo se produjo en el interior del novio, como un cortocircuito, ya no era él, se convirtió en otra persona…" 

Francisco Requena Sanz 

"Estaban discutiendo en el coche, cuando la mujer, harta de la discusión, se bajó para irse. Él le exigió que volviera, pero ella se negó. Entonces él muy furioso se bajó también del coche, la agarró violentamente y nunca más se volvió a saber de ella." 

Isabel María Sánchez Díaz 

"La encontraron tumbada en la tierra, debajo de un puente, con el cuerpo lleno de arañazos, golpes, y en medio de un gran charco de sangre. Y todo por una inocente mirada." 

Tatiana Moreno Sújar 

También han demostrado una cierta pericia en el recurso del contraste: 

"Después de un parto largo y doloroso, descansaba en la planta séptima del hospital, ya tranquila con su niña. La miraba con ternura, cuando de repente, oyó ruidos en el pasillo, una fuerte discusión con la enfermera… Instantes después, se abrieron las puertas de la habitación y, al reconocerlo, se quedó paralizada." 

Irene Almagro Montes 

"Qué difícil fue enamorarte aquella tarde de primavera, cuando caminabas junto a tus amigas, por el parque; pero, sin embargo, qué fácil fue perderte aquella noche en nuestra casa, después de aquella maldita conversación."    

Jonatan Gómez Sojo 

Han conseguido sorprenderme, igualmente, con un final inesperado: 

"¡Qué recuerdos tengo del día de mi boda! ¡Qué felicidad! Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. ¡Cómo llegamos a la iglesia separados! ¡Cómo esperé ansioso su llegada en el altar ¡Cómo la vi aparecer, como un ángel, vestida de blanco! Estaba preciosa. Éramos felices. Ella era bellísima, encantadora… Y la quería mucho. ¿Por qué demonios lo hice?" 

Ángela Alguacil García 

O, en un ejercicio de síntesis, que recuerda a Augusto Monterroso, han logrado reducir la historia  y depurarla hasta dejar lo que es absolutamente necesario: 

"Yo tenía la mejor vida de todas, pero por decir “sí, quiero” me la arruiné." 

 José Antonio Murillo García 

Algunos de estos microrrelatos han sido seleccionados para representar a nuestro centro en el III Concurso de Literatura Hierbreve, concocado por el Centro de Profesores de Córdoba, con el lema "Contra la violencia hacia las mujeres".