NOS QUEDAMOS CON NOVECENTO

Ayer iniciamos las Primeras Jornadas de Teatro en el IES Gran Capitán con la representación de “Novecento” de Alessandro Baricco, un montaje dirigido por José Antonio Ortiz e interpretado por Ricardo Luna, como actor, y Alberto de Paz, como músico.

Estas primeras jornadas responden a una doble intención: abrir el instituto al barrio de Fátima, ofreciéndole una actividad cultural diferente, y darle a los alumnos de 1º de Bachillerato la oportunidad de ver representada la obra, que previamente habían leído en la clase de Lengua Española.

Aunque había algunas dudas sobre la venta de todas las entradas, finalmente se colocó el cartel de no hay billetes, lo cual nos ha llenado de satisfacción a los organizadores.

El encuentro previo, que tuvimos, por la mañana, con la Compañía Ñaque Teatro (director, actor y músico), fue de lo más ilustrativo, para los alumnos y profesores que asistimos. En un mundo elitista, como el del teatro, es difícil encontrar a un grupo de profesionales que descubra las claves de su trabajo; pero ellos lo hicieron y, además, con claridad y sencillez.

Después de este encuentro, nos quedó claro a los asistentes que una representación teatral es un espectáculo, en el que todos los elementos (luces, música, escenografía, vestuario e interpretación) están perfectamente integrados.

Y justo esta idea, este concepto del teatro, es el que vimos materializado en la representación de “Novecento”, donde todas las piezas encajan en su sitio, lo cual es mérito sobre todo del director, José Antonio Ortiz.

La obra, que cuenta la historia de un hombre que nació en un trasatlántico y no salió jamás de él, nos enganchó desde los primeros acordes del piano, tocado con maestría y emoción por Alberto de Paz. Cabría recordar unas palabras en boca de Tin Toone referidas a su amigo Novecento y a él mismo: “Nos dejaron continuar durante un rato, a mi trompeta y a su piano, por última vez, diciéndonos allí todas las cosas que no pueden ser dichas con palabras”. Así nos hemos sentido los espectadores, escuchando las interpretaciones de Alberto de Paz, como si estuviera diciéndonos las cosas que no nos puede decir con palabras Ricardo Luna, con el que ha logrado, después de cincuenta representaciones, una sintonía casi perfecta.

Un solo actor, el citado Ricardo Luna, interpreta a todos los personajes. Con qué naturalidad pasa de uno a otro, valiéndose sobre todo de su tono de voz –hasta 12 registros diferentes-. En un visto y no visto, deja de ser el narrador, Tin Toone y pasa a ser Novecento o el jazzman de navío, y los espectadores lo seguimos, mirándole a los ojos, porque también, a través de ellos, podemos leer el mundo que, como el de Novecento, está contenido en las 88 teclas del piano.

La escenografía consiste en un andamio de dos pisos que simboliza el esqueleto del trasatlántico, es decir, su interior, donde ha nacido y ha decidido vivir Novecento. Una escenografía austera y funcional, que permite los desplazamientos por los distintos espacios que genera, facilitando así el ritmo del montaje, y que contribuye a que nuestra atención se centre en los gestos y movimientos del actor.

El vestuario es de época, principios del siglo XX, y las luces permiten diferenciar los dos ambientes en los que se desarrolla la acción: el salón de baile y la sala de máquinas del barco.

En conjunto, un montaje rodado, que capta la esencia de la obra de Baricco y en el que los espectadores acabamos identificándonos con el personaje Novecento, que decidió no bajar del trasatlántico Virginia, cuando iban a volarlo. Tampoco nosotros nos bajamos de la felicidad que ha supuesto asistir a esta representación; preferimos quedarnos en ella y recordarla durante mucho tiempo. Nuestros deseos, como los de Novecento, están cumplidos.

Un pensamiento en “NOS QUEDAMOS CON NOVECENTO

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