La semana pasada, en un reportaje de Radio 5 dedicado a Alejandro Sawa, prototipo de escritor bohemio de finales del siglo XIX, me enteré de la deslealtad que había tenido con él Rubén Darío. Ambos se habían conocido en París, donde el primero le sirvió al segundo de guía en el ambiente literario y le inició en las correrías nocturnas por el Barrio Latino. Ya en España, Rubén Darío, convertido en un poeta de éxito, aclamado por todos, le pidió a Alejandro Sawa que le escribiera una serie de artículos para el periódico Clarín de Buenos Aires, pues a él le resultaba imposible hacerlo. El hasta entonces insobornable escritor andaluz, quizá por amistad, aunque también por necesidad, accedió a hacer de negro del autor de Cantos de vida y esperanza, sin apenas recibir nada a cambio. Transcurrido el tiempo, cuando Sawa atravesaba por grandes dificultades económicas, le pidió ayuda a su amigo Rubén, pero éste ni siquiera se dignó a contestar a sus cartas llenas de amargura y dolor.
No es el único caso de deslealtad en la historia de la literatura española. También, los jóvenes Salvador Dalí y Luis Buñuel, amigos de los autores de la denominada Generación del 27, lo fueron con Juan Ramón Jiménez, que siempre los había defendido, enviándole una carta en la que le insultaban y manifestaban su desprecio por Platero y yo. Nos repugna su libro, mierda para él y para usted, venían a decir, en una clara actitud provocadora. Y retrocediendo en el tiempo, es muy conocido el comportamiento desleal de los infantes de Carrión con el Cid, cuando azotaron a sus mujeres e hijas de éste, doña Elvira y doña Sol, en el robledal de Corpes.
La infidelidad no es exclusiva de la literatura, sino que está muy extendida en la sociedad. Ahora, por ejemplo, se habla y se escribe de la que ha tenido Luis Bárcenas con sus antiguos compañeros de partido, que actualmente forman parte del gobierno de España, por haber dado a conocer a la opinión pública los sobresueldos que éstos cobraron irregularmente durante años.
Sin embargo, la deslealtad que más duele es la que nos afecta más directamente, como por ejemplo la de los amigos que abusan de nuestra generosidad o la de los alumnos que incumplen un pacto de trabajo o de buen comportamiento.