El Rafael Villasús de “El árbol de la ciencia”, del que se ríen un grupo de amigos de Andrés Hurtado, en su deambular por la noche madrileña, está inspirado en un personaje real: Alejandro Sawa, un escritor bohemio del siglo XIX sobre el que circulaban multitud de anécdotas. Este mismo personaje fue inmortalizado por Valle-Inclán, al convertirlo en protagonista de “Luces de bohemia”.
Recuerdo estas referencias literarias, porque la Feria del Libro de Sevilla presenta estos días el Ciclo “Bohemia y literatura”, en el que recuerda la trayectoria de tres escritores sevillanos: Alejandro Sawa, Cansinos Assens y Lasso de Vega.
El bohemio es, según el diccionario de la Real Academia Española, el que se aparta de las normas y convenciones sociales. Si lo aplicamos a al mundo de la literatura y el arte, a esta definición habría que añadir connotaciones de fracaso, dedicación única y exclusiva a la creación, participación en tertulias de café, consumo abundante de alcohol, escasez de dinero, dificultades para vivir, etc.
Se trata de un tipo de personaje característico del siglo XIX, “una especie de romántico rezagado”, en palabras del escritor Andrés Trapiello. El bohemio tiene una sensibilidad especial hacia las cosas bellas de la vida, le encanta conversar sobre el arte y la literatura y puede disfrutar tanto contemplando una puesta de sol como escuchando a un músico callejero.
No sé que opináis de los bohemios, si reconocéis en vosotros alguno de los rasgos que he mencionado, si existen en la actualidad este tipo de personajes.