FERROCARRIL DE MATALLANA de Antonio Gamoneda

A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.
No nos vemos: sentimos
la compañía y el silencio.
En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
Tiemblan las sombras. Todo vuelve
a un antiguo sentido.
Nos dan la luz amarillenta y floja.
Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.
Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes. Aquí
hay algo desconocido.
Si supiésemos qué, algunos de nosotros
sentiríamos vergüenza, y otros esperanza.
Se está haciendo de día. Ya
veo los montes dentro de la sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja, sepultada en escarcha,
y el río, azul y silencioso
como un brazo de acero entre la nieve.
Cruzan los pueblos de sonido humilde:
Pardavé, Pedrún, Matueca…
Cuando bajo del tren, siento frío.
He dejado mi casa. Ahora estoy
solo. ¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en
este lugar excavado en el silencio?
No lo sé; con el tren se aleja
algo que es cierto aunque no puede ser pensado;
es algo mío y no me pertenece.
Está dentro y fuera de mi corazón.

 “Es el mejor poema que leído” ha dicho de “Ferrocarril de Matallana” José Luis Rodríguez Zapatero, con motivo de la entrega a su autor del último Premio Cervantes. Para el Presidente del Gobierno lo que se aleja con ese tren de la vida es algo suyo, pero que no le pertenece, que está dentro y fuera de su corazón; “se llama Justicia, se llama Solidaridad”.

Nos gustaría conocer cuál es el mejor poema que habéis leído. Haced memoria, porque seguro que son muchos los poemas con los que habéis disfrutado en silencio o habéis escuchado recitar a vuestros profesores. La poesía es un género literario que nos cuesta más leer, porque los sentimientos aparecen concentrados, pero cuando conseguimos desvelar el significado último de un poema, el placer es mayor. Además, los buenos poetas suelen dejar algún cabo suelto que nos intrigue, algún misterio que nos haga pensar, una vez leído el poema, como lo que simboliza ese tren del texto de Gamoneda y lo que se aleja con él.

No os limitéis a escribir el poema, explicad, aunque sea brevemente, por qué lo habéis elegido.

Ánimo, pues, subamos al tren de la poesía y disfrutemos del viaje.    

VIAJAR A BARCELONA

Viajar a Barcelona es caminar por las Ramblas; detenerse en el mercado de la Boquería y recrearse en la contemplación de las pirámides multicolores que forman las piezas de fruta y escuchar el murmullo de las conversaciones de los tenderos.

Viajar a Barcelona es contemplar la Sagrada Familia y dejar que nuestra imaginación vuele hacia las torres horadadas y se introduzca por los huecos profundos, como en un acto de amor profano. Viajar a Barcelona es recorrer los caminos sinuosos del Parque Gúell, dejarse atrapar por edificios que se integran en la naturaleza hasta confundirse con ella, y deslizarse por las líneas curvas de los arcos parabólicos, de los techos ondulados, de las columnas que se retuercen como árboles. Todo en este parque contribuye a crear la sensación de vida y movimiento. Viajar a Barcelona es recorrer con la mirada el edificio del Fórum, su fachada rugosa de color azul atravesada por franjas de vidrio, como torrentes de  agua derramándose del techo. Una sensación de ligereza, de algo volátil, se apodera de nosotros al caminar por el interior de este edificio suspendido en el aire y perforado por múltiples claraboyas.Viajar a Barcelona es sentir el calor humano de quienes te acompañan, reconocer en sus caras soñolientas la satisfacción por la experiencia vivida, el deseo de que el recuerdo sea largo.

Estas son algunas de mis impresiones sobre el viaje a Barcelona. Animaos a contar las vuestras, sobre este viaje o sobre cualquier otro que hayáis realizado, porque viajar nos hace más sabios y nos ayuda a comprender el mundo.   

Eran otros tiempos: la pobreza y el hambre asolaban los pueblos de España; apenas había trabajo en el campo y los que disfrutaban de él cobraban salarios de miseria; el índice de analfabetismo afectaba a más del 30 % de la población; etc. Los gobiernos de la 2ª república se propusieron corregir estas injusticias y una de las primeras medidas que adoptaron fue aumentar el número de escuelas y maestros. Al fin, los hijos de los jornaleros iban atener acceso a la educación y a la cultura; al fin, iban a aprender a pensar por sí mismos y no siguiendo las indicaciones del señorito de turno. Esta fue la extraordinaria labor que llevaron a cabo los maestros y maestras de la república y, por eso, fueron los primeros en ser encarcelados y asesinados, durante la guerra civil española de 1936. A las fuerzas conservadoras de este país no les convenía tener campesinos que pensaran por sí mismos y decidieran entre ser católicos o no serlo, votar a los partidos de derecha o a los de izquierda, etc. Ellos, los maestros republicanos, son los protagonistas del libro de Mª Antonia Iglesias; personas comprometidas contra el atraso y la incultura, que en palabras de Javier Cercas “contribuyeron como muy pocos a propagar los ideales igualitarios de libertad, progreso y laicismo con los que arrasó la guerra”. En el libro se recogen testimonios de antiguos alumnos de las víctimas y todos hablan bien de estos maestros que les enseñaban normas de urbanidad; que no recurrían al castigo físico, tan extendido en aquella época; que tenían mucha paciencia con los niños; que les inculcaban disciplina en el trabajo; que se preocupaban no sólo de enseñarles sino también de las necesidades que tenían. 

Entiendo que los que nos dedicamos actualmente a enseñar somos, en cierta medida, herederos de aquellos maestros, pues compartimos sus ideales de formar ciudadanos reflexivos y críticos que sean capaces de decidir por sí mismos.

Como ya tenéis una larga experiencia como alumnos, nos gustaría conocer vuestra opinión sobre las personas que os han impartido clase, sobre la importancia que le concedéis en vuestra formación, sobre la consideración social que tienen.