Parte de la memoria histórica de este país

A finales de enero

Escribe Javier Padilla en el prólogo de esta biografía que su intención ha sido “llegar lo más lejos posible en el conocimiento de las vidas de Dolores González Ruiz (1946-2015), Enrique Ruano (1947-1969), Javier Sauquillo (1947-1977) y otros miembros de su generación”. Particularmente, se centra en la historia de amor que construyeron los tres citados, pues Lola era novia de Enrique cuando éste fue asesinado y se acabó casando con Javier años después. Para escribir el libro, el autor ha consultado numerosas fuentes escritas y entrevistado a numerosas personas; y ha procurado incluir “las ideas de los afectos al franquismo como las del antifranquismo heterogéneo”.

Cuenta, en efecto, la vida de Lola, Javier y Enrique, los tres pertenecientes a familias pudientes de clase media e hijos de vencedores de la Guerra Civil, y cómo coincidieron en la Facultad de Derecho en Madrid, donde se integraron en la organización política FLP (Frente de Liberación Popular), situado a la izquierda del PCE (al que consideraban derechista, oportunista y estalinista, sobre todo por su política de reconciliación nacional) y que planteaba una lucha revolucionaria universal y solidaria de todos los pueblos oprimidos. De ahí que tuviera como referentes desde Vietnam, el Che y Mao Zedong, hasta los sucesos de Mayo del 68. 

Los tres amigos, a raíz de su entrada en el FLP, comenzaron a verse a diario y se hicieron inseparables. No obstante, existía cierta tensión entre Javier y Enrique porque los dos se habían enamorado de Lola. Especialmente los dos últimos manifestaron “una curiosidad insaciable por multitud de temas y una gran fidelidad tanto a las personas como a las organizaciones de la que formaban parte”.

A partir del año 1966, dentro del sindicato universitario de izquierdas FUDE (Federación Universitaria Democrática Española), los tres protagonistas abrazan el marxismo-leninismo y comienzan a implicarse en actividades subversivas contra la dictadura franquista, con lo que tuvieron que romper con la educación tradicional cristiana que habían recibido.  Vivieron la renovación de la música española,especialmente a través de los cantautores que reivindicaban con sus letras la justicia y la libertad. Y también la liberación sexual, con lo que cambiaron las costumbres de sus padres.

En este sentido, las revueltas de mayo de 1968 en París reivindicaban modelos alternativos al capitalismo, el conservadurismo y la democracia burguesa, incluida la liberación sexual; y fueron emuladas hasta en cincuenta países, entre los que se encontraba España, aunque a una escala menor, porque no había libertades. En las revueltas y manifestaciones de Madrid, que tuvieron su punto culminante en el concierto de Raimon el 18 de mayo en la facultad de Económicas, participaron también activamente Enrique, Lola y Javier, con la conciencia de que se estaba gestando un movimiento a escala global contra la injusticia y en favor de una sociedad sin clases.

Una de las consecuencias en España fue el cierre, durante cuatro meses, del periódico “Madrid”, tras la publicación de un artículo titulado “No al general de Gaulle”, que se interpretó como una referencia a Franco. También se tomaron medidas para evitar que la subversión de los universitarios españoles llevara a una situación similar a Francia. En concreto, se crearon servicios de contrainformación en las universidades para boicotear las asambleas y reventar las manifestaciones. A estos servicios pertenecía la organización los Guerrilleros de Cristo Rey. No obstante las acciones contra la dictadura,  en las que participaban nuestros tres protagonistas, continuaron con sentadas, juicios críticos contra profesores poco progresistas o ambiguos con respecto al régimen franquista, comandos, manifestaciones, etc.

Enrique atraviesa por una depresión que le impide encontrarse a sí mismo y elegir cómo quiere vivir su propia vida. En las notas para Castilla del Pino que le estaba tratando escribe que se siente agotado y dominado por los demás, particularmente por su amigo Javier al que considera superior intelectualmente y responsable de no haberle dejado desarrollar su personalidad. También habla de su sentimiento de culpa ante la ayuda que podría prestar y no le ha prestado a su hermana Bea; de lo mucho que le cuesta hablar y expresar sus ideas, de su susceptibilidad ante los comentarios de los demás, e incluso llega mencionar el suicidio, aunque no le parece una opción plausible. El propio Castilla del Pino que le recetó medicación para la depresión no observó en él ninguna tendencia suicida, aunque la policía utilizó estas notas como prueba de que Enrique estaba desequilibrado mentalmente y pretendía quitarse la vida, cuando lo cierto es que todo apunta a que se trató de una muerte provocada.

Este hecho tuvo como consecuencia una radicalización del FLP, que primero optó por la violencia y después se disolvió. El PCE dominará, a partir de ese momento, la política universitaria y los que le acusaban de reaccionario y autoritario acabarán militando en él.

Después del asesinato de Enrique, Lola y Javier acabaron sus estudios de Derecho y montaron, con ayuda de sus padres, un despacho laboralista, aunque tenían elementos en contra: no eran conocidos para los trabajadores, sólo cobraban cuando ganaban los pleitos y la legislación vigente y los tribunales les eran desfavorables. De todas formas,  el bufete les unió sentimentalmente y les acercó al PCE, partido antifranquista por excelencia, que apostaba por una propuesta moderada, la Reconciliación Nacional, y que acabó distanciándose de la Unión Soviética. Ingresaron en este partido, en 1970, aunque siempre fueron críticos con su estructura jerárquica de tintes autoritarios y con el eurocomunismo de Santiago Carrillo. Se casaron en 1973 y trabajaron en los movimientos vecinales, especialmente en Vallecas, donde ayudaban a los vecinos a conseguir sus derechos.

El Partido Comunista era contrario a la violencia y, después de la muerte de Franco, intentó, a través de Comisiones Obreras, hacer presión a favor de un cambio político, organizando multitud de huelgas. Estas contribuyeron a justificar las reformas de los gobiernos franquistas por el miedo a aquellos grupos políticos mucho más peligrosos que venían detrás. 

Durante la transición de la dictadura a la democracia -entre 1975 con la muerte de Franco  y 1982 con el triunfo socialista en las elecciones generales-,  que se ha vendido como modélica por el consenso y la paz social que la presidieron, hubo 504 víctimas mortales por la violencia política, tanto de ETA como de los grupos de extrema derecha (Batallón Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey, Triple A…), lo cual convierte nuestra transición en la más violenta de la época, solo por detrás de Rumanía.

Entre estos atentados terroristas está el de los abogados de Atocha, en enero de 1977, donde fueron víctimas dos de los protagonistas de esta biografía,  Javier, que fue asesinado, y Lola, malherida y marcada para siempre: “En los cuarenta años que le quedaban de vida, Lola mantuvo la obsesión con el pasado, e incluso cuando se encontró mejor físicamente no fue capaz de integrarse plenamente en el tiempo que le tocaba vivir (…) En muchos aspectos, Lola se convirtió en un fantasma”.

El PSOE ya había sido legalizado y el 9 de abril se legalizó el PCE; pero en contrapartida tuvo que aceptar la bandera rojigualda, la monarquía y la democracia representativa, lo cual le pareció a Lola un precio excesivo, después de los asesinatos de Enrique y Javier. Siempre se mostró muy crítica con la transición: “amnistía a cambio de amnesia”. La consideraba un pacto de las élites fundamentalmente franquistas. Además, el resultado de los comunistas en las elecciones legislativas de 1977 fue decepcionante, en comparación con el partido socialista mucho menos combativo contra la dictadura.

Lola se dejó morir, probablemente por inanición, junto con su amigo inseparable de los últimos años, José María, y sus cuerpos fueron encontrados sin vida el 29 de enero de 2015: “No parece casualidad que sus muertes fueran a finales de enero“, apostilla el autor del libro.

Los tres protagonistas de esta biografía, Enrique, Javier y Lola, lucharon contra la dictadura franquista y en favor del socialismo y la solidaridad con los que menos tienen; pero sus vidas no fueron plenas sino desdichadas. Como se dice en el epílogo,  nos queda una sensación de tristeza por lo que pudieron haber sido, y de rabia por lo bien que les fue en la democracia a los matones de la extrema derecha que se enfrentaron a ellos y deambularon libremente por España en los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Después de leer este libro, podemos compartir las palabras de Lola: “Somos víctimas de la Transición, ya lo he dicho muchas veces. Por eso es importante que se hable de nuestra historia, y de la de Enrique. Es parte de la memoria histórica de este país “.

La invasión de las abreviaturas

Ayer por la tarde, mientras practicaba footing por el parque Cruz Conde, divisé al final de la recta más larga del circuito a una pareja, ya entrada en años, que avanzaba a paso ligero. Me llamó la atención la camiseta blanca que llevaba puesta el hombre, mejor dicho las letras inscritas en la parte de atrás: DESBRE, alcancé a leer. Lo primero que me vino a la cabeza es que esa palabra no existe en nuestra lengua; sin embargo, al acercarme, observé que entre las sílabas DES y BRE había una Q, que seguía sin aclararme nada, aunque deduje que probablemente la clave estaba en otras dos palabras, de tamaño más pequeño, que se encontraban justo debajo. Aceleré el paso; pero a la salida de una curva perdí a la pareja de vista; los dos desaparecieron como por arte de magia y me  quedaron con la intriga de saber qué decía el estampado de la camiseta. Continué corriendo, pero no hacía más que darle vueltas a la palabra DESQBRE, que me sonaba rarísima. Pensé si podía ser la marca de algún producto o si se trataba de alguna estrategia publicitaria, que pretendía despertar la curiosidad del receptor. Me encontraba abstraído en este pensamiento, cuando de pronto volví a ver a la pareja, ahora mucho más cerca, lo cual me permitió leer completo el mensaje:

DESQBRE

LA DUCHA

Aún tardé bastantes segundos en interpretarlo, porque la palabra “descubre” no se escribe con “q” sino con “c”. DESCUBRE LA DUCHA, decía. ¡Qué oportuno, en un lugar donde se practica la actividad física!, pensé. Sin duda es una estrategia publicitaria, que en mí ha funcionado, provocándome una expectativa: el deseo de resolver el significado del texto.

Pero lo que en verdad me preocupaba, en ese momento, es el tiempo que había tardado en interpretar el mensaje. Seguro que cualquiera de mis alumnos habría tardado mucho menos, pues están habituados al lenguaje desaliñado del Whatsapp o del SMS.

Según un estudio de tres universidades francesas, hace falta tener una buena capacidad cognitiva para dominar este tipo de lenguaje, propio de la escritura móvil. Por mi tiempo de reacción, es obvio que no lo domino y, por eso, me ha causado una cierto desasosiego. “No importa q este escrito asi” se titula el reportaje publicado ayer en el diario El País, que se hace eco del citado estudio. Las conclusiones a las que llega son que “los SMS no suponen un peligro en la escuela sino un aliado” y que “los alumnos de más nivel son los que más juegan con este lenguaje”.

Así pues, los profesores de Lengua Española no tenemos por qué preocuparnos, pues nuestros jóvenes estudiantes saben distinguir los dos registros: usan abreviaturas y juegos en los teléfonos móviles, para comunicarse entre ellos y como una forma de diferenciarse de los adultos; y respetan las normas de la RAE, cuando tienen que escribir una redacción o un examen.

Después de más de 30 años enseñando Lengua Española, puedo afirmar, a pesar de la opinión contraria de algunos compañeros, que no hay tanta diferencia, en lo que a la escritura se refiere, entre los alumnos de antes -me refiero a los que no estudiaron con la injustamente vilipendiada LOGSE- y los de ahora, o en todo caso, si la hay, se debe más al hecho de que la enseñanza sea obligatoria hasta la 16 años, un logro social extraordinario, se mire por donde se mire, que al uso de los móviles.

También se horrorizaba Dámaso Alonso en su poema “La invasión de las siglas” por la proliferación de este tipo de palabras en el siglo XX:

“Legión de monstruos que me agobia,

fríos andamiajes en tropel:

yo querría decir madre, amores, novia;

querría decir vino, pan, queso, miel.

¡Qué ansia de gritar

muero, amor, amar!

Y siempre avanza:

USA, URSS, OAS, UNESCO,

KAMPSA, KUMPSA, KIMPSA,

PETANZA, KUTANZA, FUTRANZA..

¡S.O.S., S.O.S., S.O.S.!”

Sin embargo, las siglas hoy día forman parte de nuestra vida, sin que a nadie  le llamen especialmente la atención, incluso algunas de ellas, como “ovni” o “láser” han sido incorporadas al diccionario de la RAE, es decir, se han lexicalizado.

Lo mismo puede suceder con las abreviaturas que emplean nuestros alumnos en los teléfonos móviles, pues es una forma natural de comunicarse, que no se debe estigmatizar. Según la investigadora francesa Bernicot, si insertamos esta forma de utilizar el lenguaje en nuestras prácticas pedagógicas, podríamos obtener resultados sorprendentes.

A quienes temen, como el lingüista Gómez Torrego, que todo este desaliño en el uso del lenguaje, sea perjudicial, sobre todo en el aprendizaje de la ortografía, se le puede contestar que precisamente la función de los profesores de Lengua Española en las aulas es explicar en qué tipo de contextos se debe utilizar uno u otro lenguaje.

Y a los que no estamos familiarizados con esta forma abreviada de comunicarse, que nos diferencia de los jóvenes, nos conviene hacerlo lo antes posible, si no queremos tener dudas sobre nuestra capacidad cognitiva, como me ocurrió a mí practicando footing.

 

La preocupación por la opinión ajena

Al explicar en clase La Regenta, novela del siglo XIX, nos planteamos los factores que influyen  en el comportamiento humano. Según los escritores naturalistas, éste es producto de la herencia genética y del ambiente en el que viven las personas. Así, se considera a esta obra de Clarín como naturalista, porque la sociedad conservadora de Vetusta ejerce una presión extraordinaria sobre todos los personajes, fundamentalmente sobre Ana Ozores, que es marginada, cuando se conoce en la ciudad su relación adultera con Álvaro Mesía y éste mata en duelo al marido agraviado:

“Sí, sí, el escándalo era lo peor; aquel duelo funesto también era una complicación. Mesía había huido y vivía en Madrid… Ya se hablaba de sus amores reanudados con la Ministra de Palomares… Vetusta había perdido dos de sus personajes más importantes… por culpa de Ana y su torpeza.
Y se la castigó rompiendo con ella toda clase de relaciones. No fue a verla nadie. Ni siquiera el Marquesito, a quien se le había pasado por las mientes recoger aquella herencia de Mesía. La fórmula de aquel rompimiento, de aquel cordón sanitario, fue esta:
-¡Es necesario aislarla!… ¡Nada, nada de trato con la hija de la bailarina italiana!”

En la historia de la literatura española, hay casos más desgraciados que el de esta mujer. Por ejemplo, en El médico de su honra, obra compuesta  por Calderón de la Barca, en el siglo XVII, doña Mencía es asesinada por su propio marido, don Gutierre, porque éste sospecha, aunque carece de pruebas, que le es infiel; es decir, que lo primero para él es mantener su reputación pública a salvo de cualquier publicidad.

También en La casa de Bernarda Alba, drama escrito por Federico García Lorca, en el pasado siglo, toda la acción está condicionada por la opinión ajena y por el temor a la murmuración, lo cual provoca las quejas amargas de las hijas de Bernarda, que esperan infructuosamente la llegada de un varón:

“AMELIA.- De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir (…)

MAGDALENA.- Hoy (…) nos pudrimos por el qué dirán.”

Incluso, después del suicido de Adela, Bernarda quiere ocultar la realidad -que esta ha mantenido relaciones con Pepe el Romano- aparentando que nada extraño ha ocurrido:

“¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestidla como si fuera una doncella! ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen!”

Los ejemplos se suceden, a lo largo de nuestra historia de la literatura, porque la preocupación por las apariencias, por el qué dirán, es una constante en la sociedad española, sobre todo en los pueblos y en las pequeñas ciudades. Cabe preguntarse, pues, ¿hasta qué punto influye hoy día esta preocupación en la conducta de las personas?

Corrupción

Mariano José de Larra pretende con sus artículos periodísticos educar a los ciudadanos españoles, poniendo de relieve costumbres y comportamientos que considera inadecuados. Cuando les pregunté a los alumnos de 4º de ESO qué aspectos negativos mejorarían en la sociedad española actual, hubo coincidencia en criticar la corrupción en la política. Curiosamente, en una entrevista publicada hoy en El País, Bo Rothstein, director del Instituto para la calidad de los Gobiernos, a la pregunta de cuáles son las fuentes principales de insatisfacción en el mundo, responde que, en primer lugar, la falta de salud y, en segundo lugar, la falta de confianza social, es decir, la percepción de que gobiernan políticos corruptos e ineficaces, que buscan su interés y no el de la población.

Pero los comportamientos  deshonestos no tienen que ver solo con la política. Sin ir más lejos la semana pasada se estrenó la película “El lobo de Wall Street”, basada en la vida de Jordan Belfort, bróker estadounidense que se hizo rico, en la década de los 90 del siglo pasado, vendiendo bonos basura, mediante todo tipo de técnicas fraudulentas. La película de Martin Scorsese te transmite, desde el principio, una sensación de nerviosismo e intranquilidad, a causa de la vida trepidante de este personaje, adicto al dinero, al sexo y a la cocaína, que llega a resultar incómoda al espectador, incapaz de desviar la mirada de la pantalla.

Los excesos, tanto en su vida laboral como personal, acabaron pasando factura a Jordan Belfort, que fue detenido por el FBI y condenado a solo 22 meses de cárcel, por colaborar con la justicia proporcionando información sobre otros estafadores, y a devolver 100 millones de dólares a los accionistas que había estafado. La película acaba bien, porque el infractor de las leyes paga por los delitos cometidos y, además, se redime dando charlas motivacionales en las que explica cómo acabó siendo devorado por su desmedida ambición.

Sin embargo, esto no es lo habitual. Para darse cuenta, nada más hay que mirar el panorama español con los numerosos casos de corrupción investigados, en los que los culpables salen indemnes. Por eso, no es  de extrañar que nuestro alumnado y los expertos internacionales en ciencia política coincidan en su percepción de los problemas más importantes que tiene la sociedad.

Ciudadano del mundo

«El Barça es una manera de enseñar Catalunya en el exterior» ha declarado Gerard Piqué a la cadena americana CNN e un intento por definir lo que es el club en el que juega. Probablemente estas palabras no sean muy acertadas, porque la plantilla esta compuesta por jugadores de distintas nacionalidades (Mesi y Mascherano son argentinos; Neimar y Alves, brasileños; Alexis, chileno; etc.) y regiones (Pedro es canario; Pinto, andaluz; etc.), y sobre todo porque los directivos del Barça siempre han pregonado que es más que un club, en el sentido de que pretende extender su influencia y su compromiso con la sociedad por todo el mundo. Así lo ponen de manifiesto las múltiples iniciativas culturales, sociales y de solidaridad, y las peñas de aficionados que lo apoyan en numerosos países. Sin embargo, las palabras reflejan el clima nacionalista que últimamente se respira en Cataluña y que ha llevado a los partidos que gobiernan esta comunidad a convocar un referéndum de autodeterminación para finales de 2014.

Hago esta reflexión al hilo de la lectura, en 4º de ESO, del artículo «El castellano viejo de Larra», donde el personaje Braulio se jacta de ser español y considera las cosas de su país como las mejores del mundo: «Es tal su patriotismo -dice Fígaro- que dará todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien puede tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla».

En efecto, vivir o haber nacido en un país no puede cegarnos hasta el extremo de identificarlo con un club de fútbol, que pretende ser universal, o de no valorar las cosas buenas de los demás países, máxime en una época donde las distancias han desaparecido, como consecuencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, fundamentalmente Internet.

Ante tales manifestaciones de patriotismo es aconsejable recordar a León Felipe, que se sentía ciudadano del mundo. En este poema, «Como tú…», en lugar de identificarse con las piedras de una palacio o una iglesia, que se mantienen siempre en el mismo lugar, prefiere hacerlo con las piedras pequeñas que ruedan por las calzadas y por las veredas:

Así es mi vida,

piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera…

 

 

 

Vigencia del mensaje de Mandela

La falta de dignidad humana experimentada por los africanos es una consecuencia directa de la política de la supremacía blanca. La supremacía blanca implica la inferioridad de los negros. La legislación diseñada para mantener la supremacía de los blancos refuerza esta idea. Las labores de baja categoría son siempre realizadas por africanos. Cuando hay que llevar o limpiar algo, el hombre blanco mira a su alrededor buscando una africano que lo haga para él, tanto si el africano es un empleado suyo como si no. Debido a esta clase de actitud, los blancos tienden a considerar a los africanos como una estirpe diferente. No los consideran personas con familias propias; no se dan cuenta de que tienen emociones y que se enamoran igual que los blancos; de que quieren estar con sus mujeres y sus hijos igual que los blancos quieren estar con los suyos; de que quieren ganar suficiente dinero para mantener a sus familias como es debido, alimentarlas, vestirlas y enviarlas al colegio.”

Este es un pasaje del discurso que el recientemente fallecido Nelson Mandela pronunció ante el Tribunal Supremo de Pretoria, que lo condenó a cadena perpetua por defender la igualdad de derechos entre las personas.

También Solomon Northup defendió los derechos humanos, en particular los de los negros, después de pasar doce años como esclavo, entre 1841 y 1853, en un estado del sur de los Estados Unidos, según cuenta en el libro escrito por él mismo, que ha inspirado la película Doce años de esclavitud, estrenada ayer y dirigida por Steve McQueen. Las imágenes que muestra, sobre todo de las torturas y violaciones infligidas a las personas de raza negra son tan duras, que en ocasiones obliga al espectador a desviar la mirada de la pantalla. Sales sobrecogido y abominando de los gobiernos que aprobaron leyes que justificaban el esclavismo y también de la indiferencia con la que reaccionaban, ante estas atrocidades, aunque por razones bien distintas, tanto los blancos como los negros.

Desgraciadamente, transcurridos casi doscientos años del caso de Solomon Northup y cincuenta, aproximadamente, del discurso de Mandela, el problema de la supremacía de unas personas sobre otras, sigue teniendo vigencia, como demuestran los cientos de casos detectados por la policía española de explotación laboral en talleres textiles, locutorios, venta ambulante, redes de mendigos, tratas de blancas, o en el trabajo en el campo. El caso más reciente en Europa es el de Prato (Italia), hace dos semanas, donde un taller, en el que trabajaban inmigrantes chinos en jornadas de hasta quince horas diarias, a cambio de la comida y sin ningún tipo de contrato laboral, ardió dejando siete víctimas.

La responsabilidad de estos casos, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos, recae en los gobernantes de los países, como el nuestro, donde tienen lugar. Paradójicamente, muchos de estos coincidieron el pasado martes, día 10 de diciembre, en Johannesburgo, para rendir homenaje a Nelson Mandela.

El Príncipe de todos

Ayer vi un documental sobre los leones del Serengeti en el que contaban cómo los machos luchan entre sí para hacerse con el control de la manda y conseguir, de esta forma, el derecho a cubrir a las hembras, cuando entran en celo. Se trata, en realidad, de una lucha por el poder. Mientras lo veía, pensé que también la historia de la humanidad ha sido una pugna por el poder: desde la prehistoria en que los hombres se enfrentaban por la caza, hasta la actualidad en que las multinacionales y los grandes bancos, que probablemente han provocado la crisis económica que padecemos, se empeñan en salir de ella, mediante una política de austeridad y privatización de los servicios públicos, que perjudica a la población, pero que a la larga les beneficia a ellos.

Maquiavelo en El Príncipe enseña a Lorenzo II de Médici cómo conseguir el poder y cómo conservarlo; no importa que los medios sean lícitos o ilícitos. Por ejemplo, distingue al príncipe del tirano, pues, mientras el primero gobierna buscando los intereses del estado y de los ciudadanos, el segundo lo hace en beneficio propio. También recomienda el uso de la violencia, pero sólo cuando sea necesaria, en casos de profunda corrupción política y social. Muchos dictadores, como Hitler y Franco, se sintieron príncipes, haciendo suyos consejos como éste, cuando la verdad es que se comportaron como tiranos, ejerciendo la violencia de forma gratuita.

Hay consejos en esta obra que podrían ser asumidos por cualquier persona, con independencia de que gobierne o no, como: localizar los problemas a tiempo para solucionarnos; la ambición es natural, pero no a cualquier precio; debemos evitar apoderarnos de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio; se debe pedir consejo cuando se considera necesario y no cuando lo vean conveniente los demás; o la virtud la demostramos en los momentos difíciles.

Sin embargo, otros consejos tienen difícil encaje en nuestra vida, como: las ofensas deben hacerse todas de una vez y los beneficios poco a poco; si no somos  virtuosos, debemos parecerlo, porque el pueblo se guía por las apariencias; en caso de necesidad, para conservar el poder, no se debe vacilar a la hora de dejar de ser bueno; o es más seguro ser temido por el pueblo que amado.

En ocasiones leyendo El Príncipe tenemos la impresión de que Maquiavelo dice una cosa y la contraria; pero en realidad se trata del procedimiento que utiliza para hacer sus reflexiones: la contraposición de conceptos. A este procedimiento añade los continuos ejemplos, extraídos de la historia reciente o lejana, lo cual contribuye a que sus razonamientos sean más convincentes. Así, de forma metafórica, le cuenta a su amigo Francisco Vettori su forma de trabajar y su relación con la historia:

«Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio, y en el umbral me quito la ropa cotidiana, llena de fango y mugre, me visto paños reales y curiales, y apropiadamente revestido entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres donde, recibido por ellos amorosamente, me nutro de ese alimento que sólo es mío, y que yo nací para él: donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles por la razón de sus acciones, y ellos por su humanidad me responden…»

El Príncipe tiene sus defensores y sus detractores, porque, a pesar de su aparente simplicidad, se trata de una obra compleja, que ha dado pie a diferentes interpretaciones, algunas de ellas contrapuestas. En cualquier caso y por encima de que haya sido más o menos útil a los gobernantes, siempre habrá un motivo para estar agradecidos a Maquiavelo: que nos haya descubierto a los ciudadanos en general los entresijos del poder, las artimañas que siempre han utilizado los gobernantes para mantenerlo. Algunos consejos, como el de parecer virtuoso, aunque no se sea, o el de que las ofensas deben hacerse todas de una vez, desgraciadamente están de plena actualidad.

Marca la diferencia

Y Dios me hizo mujer, 


de pelo largo, 
ojos,

nariz y boca de mujer. 


Con curvas 


y pliegues 


y suaves hondonadas 


y me cavó por dentro, 


me hizo un taller de seres humanos. 


Tejió delicadamente mis nervios 


y balanceó con cuidado 


el número de mis hormonas. 


Compuso mi sangre 


y me inyectó con ella 


para que irrigara 


todo mi cuerpo; 


nacieron así las ideas, 


los sueños, 


el instinto. 


Todo lo creó suavemente 


a martillazos de soplidos 


y taladrazos de amor, 


las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días 


por las que me levanto orgullosa 


todas las mañanas 


y bendigo mi sexo

He recordado este poema de Gioconda Belli, en el que la autora nicaragüense celebra haber nacido mujer, con las características propias de su sexo, al leer dos noticias terribles. Una es el asesinato de Sushmita Benerjee por los talibanes, el pasado 5 de septiembre. Su cuerpo fue encontrado con al menos veinte balas fuera de una madraza, cerca de su casa, en la provincia de Paktika, en Afganistán. “Las razones por las que querían matarla –leemos en la noticia- eran varias: por el simple hecho de ser mujer, por no usar burka, por su trabajo para mejorar la salud y condiciones de las mujeres o por sus textos, aunque no se sabe cuál fue la razón decisiva“. La otra es el fallecimiento de una niña yemení de ocho años, tras haber sido forzada a mantener relaciones sexuales con su marido de cuarenta en la noche de bodas. La muerte se ha producido como consecuencia de las lesiones internas sufridas. Su caso no es el primero que ha sucedido, pues en los países árabes, como Yemen, son frecuentes los matrimonios por conveniencia.

Las dos noticias han tenido lugar muy lejos de España y uno se para a pensar qué puede hacerse para evitar atentados tan graves. Afortunadamente, hay organizaciones como Amnistía Internacional que luchan por los derechos humanos. Hoy he recibido una carta de su sección española en la que me informan de que un tribunal de Maldivas ha anulado la sentencia contra una niña de 15 años que fue condenada a 100 latigazos y ocho meses de arresto domiciliario por “fornicación”, tras ser violada por su padre durante años. Y esto se ha producido, tras la petición de la anulación por miles de activistas.

Únete a organizaciones como Amnistía Internacional y marca la diferencia.

 

 

Deslealtades

La semana pasada, en un reportaje de Radio 5 dedicado a Alejandro Sawa, prototipo de escritor bohemio de finales del siglo XIX, me enteré de la deslealtad que había tenido con él Rubén Darío. Ambos se habían conocido en París, donde el primero le sirvió al segundo de guía en el ambiente literario y le inició en las correrías nocturnas por el Barrio Latino. Ya en España, Rubén Darío, convertido en un poeta de éxito, aclamado por todos, le pidió a Alejandro Sawa que le escribiera una serie de artículos para el periódico Clarín de Buenos Aires, pues a él le resultaba imposible hacerlo. El hasta entonces insobornable escritor andaluz, quizá por amistad, aunque también por necesidad, accedió a hacer de negro del autor de Cantos de vida y esperanza, sin apenas recibir nada a cambio. Transcurrido el tiempo, cuando Sawa atravesaba por grandes dificultades económicas, le pidió ayuda a su amigo Rubén, pero éste ni siquiera se dignó a contestar a sus cartas llenas de amargura y dolor.

No es el único caso de deslealtad en la historia de la literatura española. También, los jóvenes Salvador Dalí y Luis Buñuel, amigos de los autores de la denominada Generación del 27, lo fueron con Juan Ramón Jiménez, que siempre los había defendido, enviándole una carta en la que le insultaban y manifestaban su desprecio por Platero y yo. Nos repugna su libro, mierda para él y para usted, venían a decir, en una clara actitud provocadora. Y retrocediendo en el tiempo, es muy conocido el comportamiento desleal de los infantes de Carrión con el Cid, cuando azotaron a sus mujeres e hijas de éste, doña Elvira y doña Sol, en el robledal de Corpes.

La infidelidad no es exclusiva de la literatura, sino que está muy extendida en la sociedad. Ahora, por ejemplo, se habla y se escribe de la que ha tenido Luis Bárcenas con sus antiguos compañeros de partido, que actualmente forman parte del gobierno de España, por haber dado a conocer a la opinión pública los sobresueldos que éstos cobraron irregularmente durante años.

Sin embargo, la deslealtad que más duele es la que nos afecta más directamente, como por ejemplo la de los amigos que abusan de nuestra generosidad o la de los alumnos que incumplen un pacto de trabajo o de buen comportamiento.

Espíritu de lucha

Hoy se publica en el diario El País un artículo titulado “Giro hacia el autoritarismo”, en el que el escritor y premio Nobel de literatura, Orhan Pamuk, ofrece su interpretación sobre los hechos ocurridos en Estambul, ciudad donde miles de personas protestan por la decisión del gobierno autoritario de Erdogan de talar los árboles de la plaza Taksim para construir un centro comercial.

En su opinión no existe una sola persona residente en Estambul que no guarde un recuerdo relacionado, de alguna forma, con esta plaza, que es la última zona verde que queda en el centro de la ciudad y donde todos los partidos políticos han celebrado mítines en los últimos años.

Por eso, le llena de esperanza que sus habitantes no renuncien “ni a su derecho a organizar manifestaciones políticas en la plaza Taksim, ni a sus recuerdos, sin luchar primero”.

Es el mismo espíritu de lucha que demostró Rafa Nadal, el pasado viernes, en el partido de semifinales del torneo de tenis Roland Garros contra Novak Djokovic, número uno del mundo. Iba perdiendo por 4-2, en el quinto y definitivo set, pero no se vino abajo, al contrario, con la perseverancia del que cree ciegamente en sus objetivos, remontó el marcador y acabó ganando el partido.

Qué dos buenos ejemplos para nuestro alumnado: el del pueblo de Estambul luchando por sus derechos,  frente a un régimen autoritario; y el de Rafa Nadal, de no rendirse jamás ante la adversidad. Además, en el caso de este último, cuando le preguntan por todos los éxitos deportivos que ha logrado, siempre responde que no intenta ser mejor que nadie, sino esforzarse cada día para mejorar él.