El desalojo violento, en El Aaiún, del campo de refugiados saharauis por parte del gobierno marroquí, así como las acusaciones, que pesan sobre este último de torturas y persecuciones de ciudadanos de la antigua colonia española, hace que recordemos a la Alemania nazi, que tuvo como objetivo principal la persecución y el exterminio de los judíos.
A la colonia judía de Holanda pertenecían Ana Frank y Nanette Blitz Konig, compañeras de colegio y de campo de concentración:
“Ni Ana ni yo tuvimos adolescencia, pasamos de niñas a adultas, de estar juntas en clase, a ser deportadas a un campo de concentración. Sobrevivimos, como el resto, en pésimas condiciones de vida”.
Son palabras de la segunda de estas mujeres, en un reportaje, publicado ayer domingo, por el El País Semanal.
En efecto, la vida en los campos de concentración era una lucha por sobrevivir: las enfermedades, el hambre y el frío, además de los abusos físicos, diezmaban la población del mismo.
Así describe Nanette su reencuentro con Ana, que procedía de Auschwitz, en el campo de Bergen-Belsen:
“Casi no nos reconocimos por nuestro aspecto; ella estaba muy debilitada, casi reducida a un mero esqueleto, muerta de frío, envuelta en una manta raída, no aguantaba los piojos, no sabía cómo resistir… Conseguí abrazarla. Jamás lo olvidaré”.
Producen escalofrío las palabras de esta mujer, que logró sobrevivir con 30 kilos de peso, que contrajo la tuberculosis y el tifus, y entró en coma, al poco de salir del campo. Fue la única única superviviente de su familia. Ana Frank, su amiga, murió en Bergen-Belsen.
En la actualidad, no estamos en una situación de exterminio, como en la Alemania nazi; pero los derechos de las personas y los pueblos siguen sin respetarse: en El Aaiún, como decíamos al principio, los saharauis han sido expulsados violentamente, mientras nuestro gobierno y la comunidad internacional miran hacia otro lado; en los territorios palestinos ocupados ilegalmente por Israel, en 1967, se siguen construyendo asentamientos en los que viven 195.000 israelíes, mientras las familias palestinas desalojadas por la fuerza no tienen derecho a una vivienda alternativa ni a una indemnización; en Francia, más de 1.000 personas de etnia gitana han sido repatriadas, con el argumento de que se encuentran en situación irregular y son fuente de delincuencia; etc.
En conclusión, los países poderosos, como ha ocurrido a lo largo de la historia, siguen abusando de los más débiles y los derechos humanos se les niegan sobre todo a las personas que viven en la pobreza.