Larra en uno de sus artículos cuenta que los primeros que lidiaron toros en público fueron los moros de Toledo, Córdoba y Sevilla, y lo hacían para mostrar su valor delante de sus queridas. Los nobles castellanos tomaron esta costumbre como una forma de entretenimiento en los periodos de paz y de mantener vivo su valor. El primer español que alanceó un toro a caballo fue Rodrigo Díaz de Vivar, protagonista del Cantar de Mío Cid, quedando admirados los que le acompañaban de su fuerza y de su destreza. Según Larra, el espíritu feroz de aquellos tiempos hizo que los toros se convirtieran en un espectáculo público, siempre ligado a la monarquía y a la nobleza. En ocasiones fueron prohibidos por las desgracias que se producían, sobre todo en el momento de matar, pero acabaron convirtiéndose en la fiesta nacional. En la primera mitad del siglo XIX, los toros –opina el escritor romántico- “han perdido su primitiva nobleza”; lo que antes era “una prueba del valor español”, ahora sólo lo es “de la barbarie y ferocidad”. Además, se le han añadido medios para hacer sufrir más al animal, como las banderillas de fuego. Como se puede ver, si bien Larra se muestra comprensivo con los toros en la época antigua, los considera como un acto de barbarie en la España del siglo XIX.
Han pasado casi dos siglos desde entonces y el debate sobre la llamada “Fiesta nacional” está de actualidad. Mientras en algunas comunidades, como Cataluña, hay iniciativas para prohibir las corridas de toros, porque se las considera un espectáculo sangriento, e impropio de un país civilizado, donde se tortura a un animal hasta la muerte, los ganaderos y los sectores que defienden su pervivencia argumentan que el toro hasta el momento de la lidia es un animal que vive en completa libertad y muy bien alimentado, nada comparado con el sufrimiento que se inflige a animales de granja, como las ocas, a las que se sobrealimenta hipertrofiándoles el hígado para obtener más cantidad de paté, o los terneros a los que se mantiene a la fuerza, permanentemente de pie, hasta el momento del sacrificio.
Hay quien asiste a una corrida de toros y sale de ella indignado por la sangre y la violencia gratuita que la rodea y hay quien sale emocionado con la convicción de haber visto algo irrepetible, que queda para siempre en su memoria. Sin duda es un espectáculo controvertido, al menos en un país, como España, donde las corridas de toros se celebran desde hace siglos. ¿Qué opináis? ¿Estáis a favor o en contra de ellas? ¿Habría que prohibirlas, como de hecho se está intentando en algunas comunidades autónomas o, por el contrario, deben mantenerse como algo que forma parte de nuestra cultura?.