Después de que Madrid fuera eliminada de la carrera por los Juegos Olímpicos de 2020, en las redes sociales y en los medios de comunicación sólo se hablaba de una cosa: la deslucida presentación de la candidatura, en especial de la intervención de la alcaldesa, Ana Botella, que ha dado pie a vídeos y chistes ridiculizándola. Por contraste, se destacaba la del príncipe Felipe, que fue calificada de profesional y emotiva, por su implicación con el deporte y los Juegos Olímpicos.
Al hilo de esto, en un reportaje del diario El País, publicado ayer sábado y titulado “Cero en expresión oral”, se plantea la pregunta “¿Tienen los españoles menos habilidades que otros países para hablar en público?”. Y la conclusión a la que se llega, después de entrevistar a diferentes especialistas en la materia, es que no estamos entrenados para ello, por la escasa importancia que se le da en nuestro sistema educativo a la oratoria y a la dialéctica.
Curiosamente, en las últimas reuniones del Departamento de Lengua Española, hemos estado hablando de la necesidad de practicar la expresión oral en el aula, de un modo sistemático, es decir, estableciendo un mínimo de pruebas, que serían evaluadas por nosotros y que se reflejarían en la calificación final de cada alumno.
La verdad es que nuestros alumnos pertenecen a una cultura, la andaluza, en la que es habitual hablar y expresar los sentimientos en público, y por tanto tienen un potencial enorme para la oralidad. Lo he podido comprobar en mi experiencia como docente, sobre todo en los debates, donde se expresan libremente y pueden demostrar su fluidez natural en el uso de la lengua hablada. Pero, como dicen los especialistas, no se trata de improvisar, sino de trabajar la exposición oral y prepararse para hablar en público, afrontando el miedo que siempre surge, sin bloquearse. Este es el reto.