La celebración de esta fecha, a la que queremos sumarnos en los días que vienen, surge a comienzos del siglo XX impulsada por Clara Zetkin. Comenzamos con un texto que escribió Rosa Regás para el disco «Hijas de Eva» de Pedro Guerra.
En ninguna de las tres religiones que constituyen la base de nuestra cultura mediterránea y buena parte de la cultura occidental occidental -la católica, la musulmana y la judía- se concede a la mujer la equidad que exige la Declaración de los Derechos Humanos . En las tres religiones la mujer está sometida al hombre, en las tres la mujer no tiene voz, en las tres la mujer no tiene voz, ni se oyen sus quejas ni sus lamentos, ni se castiga a quien la agrede , porque en las tres se considera un ser inferior. ¿Por qué si no, ninguna de las tres acepta que la mujer sea ministro de su dios? De ahí que aunque sea abominable el comportamiento brutal de tantos hombres y desoladora la aquiescencia de ciertas de ciertas mujeres, lo verdaderamente lacerante, lo ominoso, es el machismo que impera en nuestra cultura, desde sus orígenes gracias al poder moral, económico y trascendental que se arrogaron esas religiones y que, a, aún hoy tienen o pretenden tener, esgrimiendo razones morales para defender la sumisión, el silencio, el sufrimiento de la mujer en aras de una estructura familiar y económica,y de un orden social piramidal, que sea por eso mismo controlable e inamovible. Ni el progreso, ni la riqueza, ni las leyes, ni los gobiernos democráticos logran acabar con esa lacra social que provoca cada año en España más víctimas que el terrorismo.
Quizás no pueden. O no saben. O no están interesados: el poder también emana de la cultura y la cultura, ya lo hemos dicho, es profundamente machista.
¿Cómo luchar pues, nosotros, ciudadanos que no tenemos poder de decisión en el destino de la sociedad, contra cuatro mil años de religión y cultura excluyente y cruel con la mujer?
Tal vez lo más fácil, lo que tenemos más a mano, sea tomar conciencia del dolor, la angustia, la soledad y la muerte que provoca la misoginia latente en nuestra cultura de la que casi ningún estamento social, ningún individuo, está exento. Tal vez no haya más remedio que echar mano y difundir un conocimiento no científico sino poético del problema, que consiga destruir el germen de esta infamia histórica y social tan arcaica. Pero frente a tanto poder y tanta iniquidad, lo más probable es que el único camino para una solución verdadera esté en un poema, una música, una canción.
Desde aquí queremos sugerirte eso en los próximos días: poemas, músicas, películas, libros… Esperamos tus sugerencias: puedes hacerlas pinchando justo aquí abajo (en comentarios) y abrimos una página para compartirlas.