¿ES DISCRIMINATORIO EL VELO DE LAS MUJERES MUSULMANAS?

“¿Por qué los islamistas no tienen que cargar con el peso de la identidad cultural y ellas, por el contrario, tienen que mostrarla como la prueba más rotunda de que esas culturas existen?” Con estas palabras la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, denunciaba hace unos días las restricciones que el Islam impone en la indumentaria de la mujer, al obligarlas a llevar el velo. De inmediato, los líderes islámicos le contestaron que las musulmanas visten pañuelo “porque les da la gana y no porque nadie las obligue. Y le pidieron que “no hable de lo que no sabe”. 

Muchas de las mujeres musulmanas, según los testimonios recogidos en un reportaje del diario El País (28-6-2008), declaran que lo llevan voluntariamente, aunque cabría preguntarse si les queda otra opción, es decir, si su familia les permitiría no llevarlo, en el que caso de que lo decidiesen así. Una de estas mujeres, Samah, casada con un clérigo de Hetbolá, da la siguiente explicación para llevar el chador, que la cubre de la cabeza a los pies: “Ellos son diferentes. Tienen ganas de sexo. Por eso, no hay que provocarles. Si una mujer va con escote y minifalda, ¿qué va a hacer el hombre? Pues violar a la primera que pille”. En cambio, Fadela Amara, declara: “Yo soy musulmana y considero el velo como un instrumento de opresión. Su historia está ligada no tanto al Islam, como a sociedades patriarcales”. 

Lo cierto es que el velo ha cobrado fuerza recientemente entre las mujeres musulmanas que viven en Europa. ¿Por qué? ¿Por razones, como las esgrimidas por Samah, de protección ante la incontrolable biología masculina? ¿Quizá como un símbolo de identidad ante la islamofobia occidental? 

En cualquier caso, cabe preguntarse si su uso, en los países democráticos, como España, debe ser permitido en las escuelas públicas o, por el contrario, las niñas musulmanas deben adaptarse a nuestras costumbres. Si partimos de la base de que el estado democrático es laico y, en consecuencia, independiente de las instituciones religiosas, la respuesta ha de ser necesariamente no, sobre todo, porque el uso del velo es un símbolo del Islam y la práctica de cualquier religión debe realizarse en el ámbito de lo privado, precisamente para garantizar la libertad religiosa. Claro, que esto implicaría también prohibir la exhibición de otros símbolos religiosos, como la cruz. 

En fin, el tema, como veis, se puede abordar desde distintos puntos de vista. De hecho, entre los países europeos no existe una postura común: unos, como Francia u Holanda tienen prohibido el uso de símbolos religiosos en las escuelas públicas; y otros, como España o Gran Bretaña tienen leyes más permisivas. Y a mí personalmente me ha parecido bien que la ministra Aído haya tenido la valentía de dar su opinión, pues no estamos acostumbrados a que los políticos digan lo que piensan, sino lo que les fija el partido en cuyas listas han sido elegidos.          

 

FARSA DEL MAESE PATELÍN

MONTAJE DE JOSÃ? ANTONIO ORTIZ PONFERRADA

El género de la farsa, que surge en la Edad Media, cuando la gente se aburre del teatro religioso, se basa en situaciones en las que los personajes se comportan de un modo extravagante; pero esta extravagancia suele ir acompañada por el ingenio y la sutileza de los diálogos. A este modelo responde la â??Farsa del Maese Patelínâ?, que vimos representada el pasado viernes, 14 de junio, en el Palacio de Viana. El argumento es muy simple: un abogado venido a menos se las ingenia para sobrevivir mediante engaños, hasta que alguien más listo acaba por engañarle a él.

José Antonio Ortiz Ponferrada, en esta adaptación libre de la obra anónima del Siglo XV, convierte a dos personajes masculinos en femeninos (el pañero Guillermo pasa a ser la vendedora Catalina, y el pastor Corderillo, la pastorcita Teodosia Borrega) aparentemente sin ninguna intención dramática,

La escenografía sencilla â??seis columnas, una mesa de madera con sus banquetas, un carro de vendedora y un biombo- anuncia desde el principio que el montaje está orientado a la caracterización de los personajes. Además, permanece durante todo el tiempo, como en las representaciones profanas medievales, lo cual da un juego extraordinario, particularmente las columnas centrales, cuya posición retrasada con respecto a las otras cuatro deja un espacio que sirve de transición para las escenas. Como prácticamente toda la acción se desarrolla ante los ojos de los espectadores, los ágiles desplazamientos de los actores a través de este espacio central, así como los movimientos alrededor de las columnas, confieren el ritmo necesario al montaje, especialmente, en la primera parte, que es la más lograda.

Esta diferencia de ritmo entre la primera y la segunda parte tiene su reflejo en el nivel de interpretación. Brillan a gran altura: Ricardo Luna, con gran dominio de todos los recursos interpretativos: voz, gesticulación y movimiento -admirable la gradación en el proceso de locura que finge ante la vendedora- y Lua Santos, muy bien caracterizada en su papel de seria de la obra. También les da la réplica adecuada Pilar Nicolás, en su interpretación de esposa de Maese Patelín. En cambio, los personajes que se incorporan en la segunda parte de la obra hiperactúan en exceso, desde el primer momento que entran en escena, tanto que se convierten en una caricatura de sí mismos y pierden credibilidad, desvirtuándose, así, su aportación al conjunto de la obra. Por ejemplo, los gestos exagerados de la pastorcita para acentuar su condición de paleta, a veces, producen una impresión de saturación más que de comicidad. Igualmente, la excesiva caricaturización del juez obstaculiza los efectos cómicos del diálogo ingenioso entre Patelín y la vendedora, en el que ésta mezcla el paño con las ovejas.

En mi opinión, entre la extravagancia de las situaciones que presenta el texto de la â??Farsa de Maese Patelínâ? y el ingenio y la sutilidad de sus diálogos debe existir un equilibrio, el cual consigue José Antonio Ortiz en la primera parte de su montaje, sin acentuar excesivamente ninguno de estos dos elementos. Sin embargo, la obra se descompensa en la segunda parte, probablemente, porque el propio texto da menos juego dramático, pues la inmovilidad de la acción, que se desarrolla en la sala de justicia, obliga a cargar las tintas en la caricaturización de los personajes.

Esto no invalida la impresión general favorable que causó la obra. De hecho, los más de cien espectadores, incluidos algunos alumnos del IES Gran Capitán, que asistimos a la representación de la â??Farsa del Maese Patelínâ? pasamos un buen rato, nos reímos y nos fuimos con el mensaje, siempre actual, a pesar de los cinco siglos que han pasado, de que el engaño no conduce a nada, porque siempre habrá alguien, más listo que tú, que te devuelva a la cruda realidad.

En un artículo publicado el sábado, 7 de junio, en El País, el poeta Luis García Montero se pregunta sobre las consecuencias de las noticias que leemos diariamente en los periódicos. En concreto, se refiere a una que supone una clara discriminación de la mujer: a las enfermeras del Hospital San Rafael de Cádiz se les obliga a llevar un uniforme compuesto de medias, falda corta, delantal y cofia, mientras que sus compañeros masculinos visten un pijama hospitalario mucho más cómodo para trabajar. Esta noticia apareció hace varias semanas en la prensa y provocó el rechazo de los sindicatos y de la Inspección de Trabajo, que propuso una sanción para la empresa por discriminación de la mujer.

Se pregunta García Montero: “¿Qué pasa ahora con aquellas trabajadoras humilladas?” Pues el dueño del hospital confirmó, mediante una circular, que el uniforme de las enfermeras es ese. Además, ha impuesto un traslado forzoso a una trabajadora que participó en las concentraciones de protesta y “ha abierto un expediente por falta muy grave a las delegadas del Comité de Empresa que incumplieron la orden de ponerse el uniforme, con amenaza de despido”. 

Pero estos hechos ya no son noticia. Ya no parece interesarnos la suerte de estas mujeres del hospital San Rafael, que por cierto está concertado por la Conserjería de Salud de la Junta de Andalucía; como no nos interesa la suerte de las mujeres violadas, que fueron noticia la semana pasada, o la de la familia de Isaías Carrasco, asesinado por ETA, el pasado 7 de marzo.  

Me pregunto si no debía haber una sección en los medios de comunicación, donde se hiciera un seguimiento de las consecuencias de determinadas noticias, en especial, de las que suponen discriminación o violencia contra las personas. Rafa, en su Rincón Solidario, se hizo eco de algo parecido: una Wiki que tenía como finalidad vigilar el cumplimiento de las promesas electorales de los partidos políticos.