Hay un pasaje del Antiguo Testamento, que recrea José Saramago, en su última novela, en el que los israelitas, para calmar la ira de Dios, apedrean hasta la muerte a un hombre llamado Acán y a toda su familia.
Esta escena me ha recordado otra que he visto recientemente en un periódico de tirada nacional, donde un grupo de islamistas radicales apedrean, también hasta la muerte, a un hombre acusado de haber cometido adulterio.
Desde la época del Antiguo Testamento, hasta la actualidad, ha transcurrido mucho tiempo, más de dos mil años; sin embargo, los seres humanos, en nombre de un Dios o para calmar su ira, siguen cometiendo atrocidades.
En el recorrido por el Antiguo Testamento, que hace Saramago, evoca otros episodios, igualmente sangrientos, como la destrucción de Sodoma y Gomorra, porque sus habitantes practicaban la homosexualidad, o la matanza de los que adoraban al becerro de oro, en el monte Sinaí. Todos ellos desarrollados por orden de un Dios intolerante y vengativo, que nada tiene que ver con el que anduvo en la mar y hacía milagros para ayudar a las personas necesitadas, al que se refiere Antonio Machado en su poema “La saeta”.
Vamos conociendo estas historias, a través de Caín, víctima también de la soberbia divina, y que transita por el Antiguo Testamento, del presente al futuro y del futuro al presente, como siguiendo un destino prefijado. De vez en cuando, habla con Dios, al que le echa en cara su maldad y le corrige algunos errores, como la imposibilidad de que el arca de Noé flote en el valle, donde lo están construyendo.
Todo está contado con sentido del humor, con esa fina ironía, que caracteriza el estilo de Saramago:
“Entre ellos no muestran ninguna reluctancia en reconocer que la vida en el cielo es la cosa más aburrida que alguna vez se haya inventado, siempre el coro de los ángeles proclamando a los cuatro vientos la grandeza del señor, la generosidad del señor, incluso la belleza del señor”
“Dios no vino a la botadura –se refiere a la del arca de Noé-. Estaba ocupado con la revisión del sistema hidráulico del planeta, comprobando el estado de las válvulas, apretando alguna tuerca mal ajustada que goteaba donde no debía, probando las diversas redes locales de distribución…”
Durante estos días lluviosos, en que se celebra la Navidad, no viene mal la lectura de una revisión crítica y personal del Antiguo Testamento, como la que realiza Saramago, en su última novela.