Formulo esta pregunta, después de leer una entrevista, en Babelia, con uno de los grandes pensadores de la revolución digital, Nicholas Carr, que acaba de publicar un libro titulado “Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).
En este libro sostiene la tesis de que Internet y, en particular, las redes sociales, al basarse en micromensajes lanzados sin pausa, tienen una capacidad de distracción enorme. La consecuencia es que las personas, que las utilizan, han visto disminuir su capacidad de concentración. Pone su propio ejemplo de internauta, entregado diariamente a multitud de tareas digitales: contestando correos electrónicos, saltando de un programa informático a otro, usando las redes sociales…
“Internet –asegura- nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa.”
Algunos de vosotros al responder, en otra entrada de este blog, a la pregunta ¿Por qué leemos?, aludís a que, cuando se abre un libro, se aísla uno de todo y se introduce en el mundo de ficción que nos propone el escritor. Es justo lo contrario de lo que sucede, cuando encendemos el ordenador, pues nos llegan mensajes diferentes, de modo continuo, y, aunque tengamos la libertad de leerlos o no, la tecnología nos impulsa a lo primero.
Desde esta perspectiva, -y sin olvidar las numerosas ventajas que tiene- Internet perjudica el hábito de lectura, que implica tiempo y concentración, pues nos entretiene más de la cuenta en tareas muy diversificadas. Pero no sólo erosiona el hábito de lectura, sino cualquier actividad que exija la habilidad de concentrarse en una cosa.
Hay un fenómeno, que hemos venido observando, en los últimos años, los que nos dedicamos a la enseñanza: la dificultad, cada vez mayor, de nuestros alumnos para mantener la atención en clase. Probablemente, algo tiene que ver Internet, pues el número de los que la utilizan ha ido creciendo, de forma progresiva. Por ejemplo, ya son pocos los alumnos que no tienen su propia red social o que no pertenecen a redes de sus amigos y conocidos.
La cuestión que os planteo es la misma que se plantea Nicholas Carr: ¿está Internet erosionando nuestra capacidad de concentración?, ¿nos resulta más difícil la tarea de leer libros o seguir las explicaciones del profesor en el aula?