El museo Chillida-Leku dejará de funcionar, a partir del próximo 1 de enero. La razón que han dado los familiares del escultor, que lo gestionan, desde su apertura, hace diez años, es el déficit que padece, es decir, la falta de dinero para mantenerlo.
Bernardo Atxaga publicó ayer, en el diario El País, un artículo en el que lamentaba el cierre del museo, que él relaciona con la desaparición del tiempo “para ver pasar a la gente por la calle o para escuchar el canto de un pájaro…” o para pasear tranquilamente por el Chillida-Leku “contemplando el paisaje y las esculturas y hablando de lo que sea…”.
Frente a la falta de tiempo para vivir, se impone hoy día la lógica del dinero y los mercados, que marcan las pautas a seguir por los gobiernos. No hay más que fijarse en el nuestro y en cómo trata de reducir el déficit público, bajando el sueldo de los funcionarios y privatizando empresas del estado, aunque los principales causantes de la crisis hayan sido los bancos, con sus operaciones de alto riesgo.
A veces, en clase, cuando hemos leído un texto poético de cierta dificultad, hemos comentado la necesidad de volver una y otra vez sobre él, hasta entenderlo, porque la poesía necesita tiempo, como la lectura, en general. Tiempo para comprender y disfrutar, identificando un sentimiento que también nosotros hemos experimentado o para sumergirnos en una historia, que reconocemos como propia. Y sobre todo tiempo para recrearnos en la forma, porque cada vez que leemos un pasaje literario bien escrito o un poema de bella factura nos evoca cosas distintas; o cada vez que contemplamos una escultura de Chillida, el contraste entre la materia y el vacío, es como si tuviera vida y conversara con nosotros.