El extranjero y los jóvenes de hoy

Meursault, el protagonista de El extranjero, se siente extraño en un mundo del que no se reconoce parte. Todo lo hace maquinalmente (su trabajo en la oficina, la asistencia al entierro de su madre, etc.), como si fuera un autómata. Las relaciones que inicia son superficiales y producto de la casualidad. ¿Qué siente por los demás? ¿Qué siente por María, la joven con la que tiene encuentros sexuales? Una mera atracción física, ni siquiera está seguro de quererla. Cuando ella le propone casarse, le responde que le es indiferente, pero que está dispuesto a hacerlo, como lo haría con cualquier otra mujer.

Según el existencialismo, Meursault es un ser arrojado al mundo, sin que su presencia tenga alguna finalidad. Por eso, la vida para él carece de sentido. El mismo asesinato que comete, disparando repetidas veces a un hombre árabe, es absurdo, pues se debe a que el sol le bloquea los sentidos. Cuando le juzgan, no experimenta arrepentimiento alguno, como tampoco le resulta inmoral que su vecino Raimundo maltrate a su amante, o que Salamano golpee a su perro.

Releyendo esta novela de Albert Camus, he pensado en su actualidad y me ha parecido verla en la indiferencia de algunos jóvenes, a los que todo les da igual, incluyendo la educación que reciben en el instituto y a la que no encuentran ningún sentido; que pasan de la política, porque, según ellos, todos los que se dedican a ella son igual de corruptos; que dudan de las causas primeras, con las que les han familiarizado desde que eran niños; que lamentan, aunque en el fondo las vean con resignación, las injusticias sociales.

Sé que los tiempos han cambiado: que el planteamiento de Camus en El extranjero, como en otras de sus novelas, es progresista, porque cuestiona los principios establecidos y las convenciones sociales, tras las que hay mucha hipocresía; mientras que la posición de estos jóvenes es un tanto ecléctica, fruto de un sinfín de influencias diferentes y de un gran escepticismo hacia todas las verdades absolutas.

A lo mejor lo que se ha producido, siguiendo la teoría evolucionista de Darwin, es la adaptación al medio, y estos jóvenes han asimilado, sin saberlo, la ausencia de principios, a la hora de moverse en la vida, pero disfrutando de esta y aprovechando el momento, más de lo que lo hizo Meursault.

El destino y el interés

Leímos el pasado jueves en clase un cuento de W. W. Jacobs, donde se cuenta la historia de una familia que tiene en su poder una pata de mono, a la que puede pedir tres deseos. En principio, no se les ocurre ninguno; pero finalmente el señor White, con el talismán en la mano, pronuncia las palabras mágicas:

-Quiero doscientas libras.

A partir de este momento, los hechos se precipitan y se tornan dramáticos, tal y como había advertido el sargento mayor Morris, que fue quien les entregó la pata de mono.

Nos planteamos la moraleja y llegamos a la conclusión de que el autor quiere darnos a entender que alterar el destino de las personas puede tener consecuencias negativas. De hecho, en un pasaje del cuento, se alude a un viejo faquir que le dio a la pata de mono el poder mágico de los tres deseos, con lo que “quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y nadie puede oponérsele impunemente”.

La moraleja nos llevó a preguntarnos qué significa el destino para cada uno de nosotros: si es esa fuerza desconocida e incontrolable que actúa sobre los hombres y los sucesos, como el fatum de los romanos; o por el contrario, el destino depende de lo que hagamos, es decir, está ligado a nuestra voluntad.

En el debate, salió a relucir también la postura intermedia, según la cual hay sucesos que no se pueden evitar, como la muerte, porque estamos abocados a ella, por nuestra condición de seres vivos; y otros que sí podemos controlar, como los objetivos que nos trazamos en nuestros estudios y en nuestro trabajo, que dependen, en buena parte, de nuestro esfuerzo y dedicación.

No obstante, según de qué hablemos, siempre nos quedará la duda. Por ejemplo,  ¿tienen libertad nuestro gobierno y los del resto de los países europeos para hacer una política diferente a la de luchar contra el déficit? A la luz de lo que está sucediendo, parece que no, aunque la práctica de esta política esté deteriorando la vida de las personas y generando más paro.

Quizá eso que llaman el mundo financiero quiere demostrar, como el viejo faquir del cuento, que nadie se puede oponer impunemente al destino para los ciudadanos europeos, que él ha fijado previamente, de acuerdo a su propio interés.