Una propuesta sencilla: en encontrarás cada semana una imagen para inspirarte y escribir un relato sobre la misma. Trescientas palabras será el límite marcado; podrás leer todas las que sean enviadas y además puntuarlas. Lógicamente también te podrán puntuar a tí, pero no hay que tener miedo. Lánzate.
Mes: noviembre 2007
Hoy podíamos leer en el periódico El País la noticia de que una mujer de Arabia Saudí ha sido condenada a recibir 200 latigazos tras denunciar que había sido violada por un grupo de siete hombres. El tribunal descartó la violación, pero la condenó, en un principio, a recibir 90 latigazos por ir con un hombre; luego elevó la condena, cuando la víctima hizo público su caso. El castigo, como es habitual en este país, se aplicará en varias sesiones para evitar que la mujer muera.
Esto es el mundo al revés: a una violada se la castiga, en lugar de detener a sus violadores, juzgarlos y condenarlos; y se le aumenta el castigo por hacer pública la situación injusta que padece. Pero hay que tener en cuenta que las mujeres en Arabia Saudí, país con el que por cierto tenemos relaciones amistosas, están discriminadas en todos los aspectos de la vida, tanto por la tradición como por las leyes. Por ejemplo: no pueden conducir vehículos, ni ejercer su derecho al voto, ni caminar por las calles sin la compañía de un familiar próximo varón, ni siquiera recibir atención médica urgente.
Ante abusos tan graves contra los derechos de la mujer, que ésta pierda su apellido para pasar a tener el del marido, en países como Estados Unidos, Francia o Suecia, por citar sólo algunos de nuestro entorno, puede parecer “pecata minuta”; pero se trata, como escribía ayer Amparo Rubiales, de una aberración cultural, similar a la ley del velo, que tiene su origen en la subordinación tradicional al hombre.
¿Cómo lo veis vosotros? ¿Se debe condenar la humillante situación de la mujer en Arabia Saudí, pero, en cambio, considerar como una costumbre sin la mayor importancia que renuncie a su propio apellido en favor del de su marido? ¿Es lógico que la presidenta argentina se llame Cristina Kirchner, con el apellido de su marido, cuando su verdadero nombre es Cristina Fernández?
EL MIEDO AL OTRO
Hace unos días, leyendo en clase la novela “Likundú” de Heinz Delam, surgió un debate sobre la posibilidad de alquilar un piso de nuestra propiedad a un inmigrante. Un porcentaje significativo de los alumnos se inclinaba por no hacerlo, a causa de la desconfianza hacia este tipo de personas, porque, según ellos, se van sin pagar el alquiler de las casas; destrozan el mobiliario; roban; etc. Quizás, influidos por comentarios de los adultos, tendían a generalizar en sus juicios negativos sobre los inmigrantes y hablaban de ellos como personas de las que había que protegerse. Curiosamente este fin de semana he visto una película “La zona”, dirigida por el mexicano Rodrigo Plá, en la que unos personajes, que viven aislados en una lujosa urbanización, impulsados por el miedo, “acaban inventando sus propias reglas, al margen de la ley que rige para los demás”. Así, a tres adolescentes de un barrio marginal que entran a robar no los van a ver como personas, sino como enemigos a destruir. La película es dura, pero lo que cuenta es tan real, como la vida misma. Yo salí de la proyección con una desconfianza tremenda hacia el ser humano. También, como los alumnos, tendí a generalizar y, en mi pensamiento, veía a todas las personas que viven en zonas residenciales lujosas, encerradas en su paraíso, aisladas del mundo exterior, sobreprotegidas. Y no sólo a esas personas, sino a todos los que vivimos en este primer mundo y disfrutamos de la sociedad del bienestar. ¿Está ocurriendo, en verdad, eso? ¿Vivimos tan aislados en nosotros mismos, que sentimos miedo o desconfianza hacia cualquiera que percibamos como extraño? Y si es así ¿por qué? ¿Quizás es un efecto de la sociedad del bienestar? ¿Un temor a perder los privilegios que disfrutamos dentro de ella?
Después de releer, “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja, he llegado a la misma conclusión que otros años: Andrés Hurtado, como el propio autor de la novela, es un personaje solitario, amargado y, en cierto modo, enfermo, a causa de su excesiva sensibilidad. Esto explica su pesimismo ante la vida, pero también su sentimiento de solidaridad hacia los seres oprimidos y marginados. Su vida es una sucesión de experiencias negativas: en la universidad, se encuentra con profesores que desprecian la ciencia y la investigación; en su casa, discute continuamente con su padre y su hermano mayor por las cosas más insignificantes; en el hospital general, domina la inmoralidad; en el ambiente de miseria que rodea la casa de Lulú, Don Martín, el prestamista, se aprovecha de todos; en Alcolea, los habitantes carecen de sentido social y los políticos son unos corruptos; etc. Ante esta sucesión de desengaños, la ciencia no le da respuestas, al contrario, agudiza su dolor de vivir, pues le demuestra que la vida carece de sentido, que está basada en el engaño, que es absurda. En un pasaje de la novela se dice “La vida es una lucha constante, una caería cruel en que nos vamos devorando unos a otros”. Andrés le plantea sus dudas a su tío Iturrioz y éste le explica que ante la vida sólo hay dos soluciones prácticas: la abstención e indiferencia ante todo, o la acción limitada a círculos pequeños. El protagonista de “El árbol de la ciencia” intenta la primera de estas vías y, también, en algunos momentos puntuales de su vida, la segunda. ¿Qué actitud adoptaríais vosotros ante situaciones de injusticia social, como las que se describen en la novela? ¿Actuaríais como Andrés? ¿Pensáis que sólo son posibles las dos soluciones, que le da su tío Iturrioz? ¿Y la justicia universal? ¿No podrían llegar a un acuerdo todos los países para acabar, por ejemplo, con el hambre en el mundo, o con la discriminación de las personas por razones de sexo, raza o edad? En fin, os dejo estas preguntas en el aire para orientar vuestras intervenciones. También podéis opinar sobre la novela en su conjunto, si os ha gustado o no; sobre los demás personajes; sobre el estilo sencillo en que está escrita…