Conversar

Internet ha revolucionado el mundo de las comunicaciones –se suele decir- para señalar uno de los aspectos que más ha cambiado la vida de las personas en los últimos años. Antes era frecuente conversar hasta altas horas de la madrugada, intercambiando impresiones sobre un libro o una película, o analizando la situación del país y la necesidad de un sistema de democrático que garantizara una vida en común, con respeto a todas las opiniones e ideologías.

Conozco a un viejo amigo, que la primera vez que entró en Facebook proclamó a los cuatro vientos su deseo de comunicarse con la masa anónima de receptores virtuales, ignorando quizá las limitaciones de las redes sociales en cuanto al número de caracteres de cada comentario. Seguramente, añoraba nuestras largas conversaciones de los años de universidad, sentados en alguna taberna del casco antiguo, o en las escaleras desgastadas de la Plaza Mayor, cantando a coro “Alfonsina y el mar”, la poetisa argentina, que acabó sus días suicidándose en el Mar del Plata.

Hoy, Javier Marías, en su artículo semanal del diario El País, lamenta precisamente un hábito, cada vez más extendido entre los jóvenes, que pertrechados de su iPhone o su iPad, como si se tratara de un extremidad más del cuerpo, intercambian mensajes electrónicos, sin levantar la mirada de la pantalla, completamente ajenos a lo que sucede a su alrededor, e ignorando a quienes se encuentran a su lado.

Concluye el articulista afirmando que “la verdadera conversación pertenece al pasado”. Quizá sea excesivo afirmar esto; pero lo que sí tengo claro es que conversar, como leer un libro, requiere tiempo, para ir conociendo poco a poco lo que piensa la otra persona; y puestos a elegir, yo al menos prefiero que esté presente, es decir, que pueda verla y escucharla en su propio timbre de voz.

Balkan blues

A estos nueve relatos que integran el volumen Balkan blues les une Atenas, donde se sitúan las historias que se cuentan, cuando la ciudad se prepara para los Juegos Olímpicos de 2004, y el tema de la inmigración, procedente mayoritariamente de los Balcanes, como el propio título sugiere.

Petros Márkaris demuestra ser un escritor original y comprometido. Original por la forma en la que plantea sus relatos, particularmente, el titulado “De refilón”, donde son las manos y los pies de los personajes quienes alcanzan el protagonismo:

“Ambas manos sostienen con fuerza las cajas llenas de peras (…) Los pies han encontrado refugio en un par de zapatillas deportivas de lona (…) El pie izquierdo da un giro brusco para cambiar de dirección y se hunde en uno de los charcos del camino (…) La manos se desplazan hacia los bolsillos del pantalón. La izquierda se esconde enseguida en su refugio, aunque la derecha cambia de opinión en el último instante y vuelve a dirigirse a las cajas de peras.”

O en “Café batido”, donde realiza un ejercicio metaliterario, perceptible desde el inicio del relato: “La tipa que escribe esta historia me ha mandado a una de las islas de la línea árida, apenas una talla más grande que una roca”. Es el narrador protagonista quien se expresa así, generando una incertidumbre en el lector que te invita a continuar.

También se aprecia originalidad en los desenlaces sencillos, aunque siempre con un punto de sorpresa, de sus relatos, como el de Suite para flauta y violín, donde el destino de Frida y Christo, queda ligado al futuro profesional del protagonista.

En cuanto al compromiso, lo reconocemos en los relatos protagonizados por inmigrantes y el trato discriminatorio que reciben en la sociedad griega. Por ejemplo, en “Sin decorados, donde un cocinero muere a manos de su compañero sudanés, tras negarse a compartir el premio ganado en una quiniela con trece aciertos. O en “Carta verde”, relato en el que un mendigo, supuestamente serbio-bosnio, es apaleado, chantajeado e insultado. Igualmente, en “Sonia y Varia”, donde tres chicas de países del Este son obligadas a prostituirse.

Son nueve historias, que podían haber sucedido en cualquier ciudad europea, a donde llegan los inmigrantes huyendo de la miseria de sus países de origen, para desempeñar normalmente trabajos que nadie quiere hacer; pero que no siempre son tratados con el respeto y la consideración debidos.

Aprovecha el día

Esta es aproximadamente la traducción del tópico latino del “Carpe diem”, que aparece, por primera vez en Horacio y que recrea Garcilaso de la Vega en el soneto XXIII:

En tanto que de rosa y de azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

con clara luz la tempestad serena;

 

y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena:

 

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

 

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

Lo hemos leído en clase de 3º de ESO, como una muestra representativa del periodo renacentista, donde, como el propio nombre indica, renace la cultura clásica. El poema recrea también otro tópico: el “collige, virgo, rosas”, cuya traducción sería: coge, doncella, las rosas de la vida, es decir, disfruta, mientras eres joven, porque el tiempo acabará marchitando tu belleza.

Después de la lectura, comentamos la actualidad de estos pensamientos y llegamos a la conclusión de que, en una época de crisis económica, como la que nos encontramos, las personas tienden a vivir el momento y aprovechar los pocos placeres que les proporciona la vida, sin pensar en un futuro cada vez más incierto..

Hay una canción de Manolo García, donde se repite una frase en latín “tempus fugit”, y que recuerda los tópicos literarios a los que acabo de referirme. El intérprete catalán nos dice que lo quiere todo, que quiere disfrutar al máximo el momento, porque el tiempo huye:

“Agárrate a la cola del viento

que se nos escapa el tiempo,

el tiempo se nos escapa

corto amarras a mi balandra

tempus fugit

tempus fugit”

Lo quiere todo, incluida la conciencia de que nunca pasará de aprendiz y de que todas las cosas no se pueden tener, certeza que solo te da el paso de los años.

Diferentes formas de vivir la Semana Santa

LA SAETA

¡Oh, la saeta, el cantar

al Cristo de los gitanos,

siempre con sangre en las manos,

siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz,

que todas las primaveras

anda pidiendo escaleras

para subir a la cruz!

¡Cantar de la tierra mía,

que echa flores

al Jesús de la agonía,

y es la fe de mis mayores!

¡Oh, no eres tú mi cantar!

¡No puedo cantar, ni quiero

a ese Jesús del madero,

sino al que anduvo en el mar!

En este poema, escrito durante su estancia en Baeza, entre 1913 y 1917, Antonio Machado rechaza una forma de vivir la religiosidad, basada en el sufrimiento y la tortura de Jesucristo, típica de Andalucía, y que tiene su expresión más significativa en la Semana Santa. Pero no lo hace desde una actitud antirreligiosa, sino mirando a otra figura distinta a la que agoniza colgada en la cruz. No está claro quién es para Machado el Jesús “que anduvo en la mar”, ya que puede referirse al que hacía milagros o también, considerando que en sus poemas el mar simboliza la muerte, al que fue capaz de vencer a esta. Tampoco se debe olvidar que para el poeta caminar es vivir, y por tanto, su Cristo preferido, y cuyo ejemplo nos invita a seguir, es el más cercano a nosotros, el que predicaba, combatía la injusticia y ayudaba a los pobres.

Frente al punto de vista de Machado están los que viven todo el año pendiente de la Semana Santa y para los que no existe otra imagen de Jesús más que la del crucificado. Son los que esperan con emoción la llegada de la Semana Santa; los que miran al cielo con inquietud para saber si podrá salir su paso; los que rinden culto a la muerte de Jesucristo y celebran su resurrección; los que abrazan al pobre, porque, en estas fechas, ya se sabe, desaparecen las diferencias sociales.

Entre estas dos posiciones, se sitúan los que se acercan a la Semana Santa por razones estéticas, porque les resulta atractiva esa mezcla de silencio y redoble de tambores con el que desfilan los nazarenos encapuchados; esa exhibición de poder y riqueza con la que avanzan las imágenes. También están los que se alegran de la llegada de estos días por razones más triviales en apariencia: porque es un tiempo de asueto, de reuniones familiares, de comidas especiales, etc.

¿Cómo vives tú la Semana Santa?