LA ZAPATERA PRODIGIOSA de Federico García Lorca

MONTAJE DEL GRUPO "NUMERELE IMPARE" dirgido por Daniel Sergio Pardo

Escribía León Felipe que todo el ritmo del mundo pasa por el cristal de una ventana. Se refería al pastor que va detrás de las cabras, a una mujer agobiada con una carga de leña en su espalda, a los mendigos que van arrastrando sus miserias y a una niña que va a la escuela de muy mala gana. Pues bien, todo el ritmo de la obra “La zapatera prodigiosa” de García Lorca pasa también a través de una ventana: los encantos de la zapaterita, las insinuaciones procaces de sus pretendientes, los chismorreos de las vecinas y los enfados del zapatero. Y es que pocas veces una ventana desempeña un papel tan importante en el desarrollo de una obra teatral, montada con agilidad y sencillez, en consonancia con los chicos jóvenes que la representaban: desde la simple, pero eficaz escenografía, pasando por una música muy bien seleccionada, que nos sitúa en la época republicana, hasta la notable interpretación, hecha, en general, con desenfado y un punto de espontaneidad. A destacar, sobre todo en el primer acto, las interpretaciones de la zapatera y su marido. Parece increíble que una alumna de 2º de ESO, apenas una niña, se mueva y gesticule con la gracia de Isabel Mª González. Por momentos, daba la impresión de que su frágil figura se transformaba, como por arte de magia, en la de una mujer seductora a la que ningún hombre puede resistirse. Casi a su misma altura raya el zapatero, interpretado por Israel Guillén, con un tono de voz grave y una dicción bastante aceptable, así como el resto de los personajes que, una y otra vez, pasaban a través de la ventana, que actúa como elemento de unión. Lástima, que el ritmo de la obra decaiga progresivamente en el 2º acto, probablemente por la falta de tiempo para ensayar. Pero, en conjunto, este montaje de “La zapatera prodigiosa” posee ritmo y frescura, y con unas escenas grupales –recuerdo ahora el montaje de “Tesmosforias” – de nuevo muy logradas. Se aprecia incluso en el buen ánimo de los actores y actrices cuando, por ejemplo, manifestan su asombro, mediante exclamaciones dichas al unísono, ante la historia que cuenta el titiritero. Plantea, además, un tema tan actual como la lucha de una mujer contra la realidad que la cerca. Nuestra felicitación, pues, a este grupo joven para que siga haciéndonos disfrutar con el teatro, y a quienes sabemos que lo impulsan y apoyan desde el DACE y la Casa de la Juventud.

Leyendo “La noche del oráculo”, novela en la que Paul Auster, nos descubre los entresijos de la creación literaria (la idea inicial, las fuentes en las que se inspira para construir los personajes, etc.), pero integrándolos en la historia que cuenta, haciendo que formen parte de ella, como una materia literaria más, he pensado en el oficio de escritor, en esa extraña forma de pasarse la vida encerrado en una habitación rellenando folios con el fin, como dice el propio Auster, “de dar vida a lo que no existe, salvo en la propia imaginación”, y me he preguntado si este viejo oficio tiene alguna finalidad práctica, si con los libros, que son el resultado del mismo, se puede transformar la sociedad –algunos autores lo creyeron así, aunque luego se dieron cuenta de que era un imposible-, o se puede parar una guerra o paliar el hambre en el mundo. La verdad es que no he encontrado respuestas afirmativas a estas interrogantes. Quizá los libros tengan otras utilidades, desde el punto de vista de los lectores: despiertan nuestra curiosidad ante lo que nos rodea, son un estímulo permanente para la imaginación; nos hacen relativizar las verdades absolutas; y quizá lo más importante nos producen placer, eso sí un placer diferente al que nos proporciona la comida o el ejercicio físico; pero placer, al fin y al cabo. A mí, por ejemplo, me dio pena que se acabara la novela que he citado al principio, y por eso, durante algunos días, prolongué su final, o esa fue mi ilusión al menos, leyendo pocas páginas. Ahora, me está ocurriendo lo mismo con “Hoy, Júpiter” de Luis Landero. Y luego está esa especie de misterio de dialogar con alguien que no conoces, porque leer, en realidad, es cosa de dos. Dice Paul Auster sobre la novela que es “el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad”. No sé qué pensáis vosotros de todo esto.

¿Son los transgénicos una solución o un problema?

Al estudiar en clase las características del informe, hemos leído uno sobre el desarrollo de los países, en el que se plantea la posibilidad de utilizar productos genéticamente manipulados para combatir el hambre. Ahora bien, ¿son los transgénicos una solución o un problema? Como en el blog hermano «Ciencias al natural» hay una entrada sobre este tema, hemos hecho un enlace para que conozcáis los pros y las contras de este tipo de productos. Leed el texto y expresad vuestra opinión.