Un libro valiente

 

Este libro, como indica el propio título, es una reflexión sobre la desfachatez de muchos intelectuales de nuestro país, mayoritariamente escritores, que expresan, en artículos y ensayos, ideas superficiales sobre temas diversos como: la educación, la clase política, el nacionalismo o la crisis económica. Además, estos intelectuales, entre los que se encuentran Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Jon Juaristi, Félix de Azúa, Antonio Muñoz Molina, Arturo Pérez Reverte o Javier Cercas, expresan sus opiniones de forma prepotente, es decir, abusando del merecido prestigio que tienen como escritores y con el convencimiento de “que digan lo que digan, por muy arbitrario o absurdo que resulte, nadie les va a mover la silla”.

Ignacio Sánchez Cuenca aclara que su intención no es destruir la reputación de ninguno de ellos en los que campos en los que destacan, sino en llamar la atención sobre la pobreza argumentativa cuando opinan sobre temas que no conocen suficientemente.

Distingue, siguiendo a Diego Gambetta, dos tipos de cultura intelectual: la analítica y la holística. La primera consiste en ir construyendo argumentos, a partir de los hechos; la segunda presenta el conocimiento como un bloque compacto y se basa en la autoridad de quien opina. En esta se sitúan la mayor parte de nuestros escritores, siguiendo la estela iniciada por la Generación del 98.

Una de las falacias más extendidas entre ellos es la decadencia de la educación. Por ejemplo, Félix de Azúa llega a afirmar que “la enseñanza española es la que recoge la más baja calificación en todo el conjunto europeo”, cuando, si tenemos en cuenta los resultados PISA, por ejemplo, de 2012, España está muy cerca de la media, casi al mismo nivel de Italia y por encima de Suecia, y ahí se ha mantenido, con pequeñas variaciones, desde que existen estas pruebas internacionales.

Otro objetivo de sus críticas es la clase política. Arturo Pérez Reverte quizá sea el que llega más lejos en un artículo titulado nada más y nada menos que “Esa gentuza”, referido a los diputados del Congreso, a los que califica además de “arrogantes (…) oportunistas advenedizos (…) sin escrúpulos y sin vergüenza”. Y todo esto lo escribe –según reconoce él mismo al final del artículo- no como un acto reflexivo, sino visceral y desprovisto de razón.

Sobre el tema del nacionalismo -principal problema que tiene España para estos escritores, por encima de la crisis económica, el paro y la corrupción-, Javier Cercas, al analizar los instrumentos políticos que deberían emplearse, para solucionar la cuestión del independentismo catalán, sostiene en un artículo de 2013 que el derecho a decidir no existe, porque es una aberración democrática, y que la solución pasa por unas elecciones plebiscitarias, mientras que en otro publicado en el año 2015, después de que estas se hubieran celebrado en Cataluña, apoya justo lo contrario.

En cuanto a la crisis, Muñoz Molina, en su ensayo “Todo lo que era sólido”, defiende la tesis de que el despilfarro de las administraciones locales y autonómicas, que gastaron por encima de sus ingresos, es una de las causas principales. Sin embargo, los datos indican que en España hubo superávit presupuestario, por primera vez en democracia, entre 2004 y 2007, durante la burbuja inmobiliaria. Además, una año antes de que estallara esta, el nivel de deuda pública de nuestro país estaba muy por debajo de la media europea. El problema no era que las administraciones locales y autonómicas estuviesen endeudadas, sino que las empresas privadas lo estuvieran y mucho: el 200% del PIB, frente al 90 % de los hogares y el 60 % del estado.

En opinión del autor de “La desfachatez intelectual”, la mejor manera “de superar estas prácticas viciadas y robustecer el intercambio de argumentos” es llegar a un consenso en cuanto al nivel de rigor de lo que se publica, y demandar a nuestros intelectuales un mayor compromiso con el conocimiento y la investigación, cuando participan en el debate público.

Sea bienvenido un libro valiente, como éste, que se atreve a cuestionar, de forma razonada, a quienes, situados en su torre de marfil y con el respaldo de medios de comunicación afines, pontifican por encima del bien y del mal.