QUINCE Federico Abad Editorial Berenice. Córdoba. 2006.
Esta primera incursión en el género de la novela de Federico Abad se queda a mitad de camino entre la narrativa juvenil y la literatura para adultos, como sucede con otros títulos dirigidos a lectores jóvenes. De la primera, tiene el argumento, los personajes y el registro coloquial, o con más precisión, el argot juvenil, que en ocasiones utiliza. De la segunda, sobre todo, el registro culto, quizá poco adecuado para una chica de quince años, aunque Noelia, la protagonista, no sea precisamente normal. La historia, como decía, se ajusta a las características de la narrativa juvenil: Noelia cuenta en una especie de diario fragmentos de su vida que se centran en el traslado del pueblo, donde vive con su madre, a la ciudad, para superar problemas sentimentales. Desde las primeras líneas, nos damos cuenta de que no es una adolescente normal: al lenguaje hiperculto, que exhibe continuamente, le une una forma de ser un tanto desconcertante que la lleva a comportarse, unas veces, como adulta, y, otras, como niña mimada e incluso cursi. Aunque el lenguaje en que está escrita la mayor parte de la novela pueda rechinarnos en boca de la protagonista, es, desde mi punto de vista, uno de sus mayores logros. Como mezcla los dos registros, el coloquial y el culto, el estilo aparentemente rezuma frescura y espontaneidad; pero, tras éstas se oculta una ironía y un sentido del humor reconocibles en cada página: “¿Cómo podían, Dios mío, conciliar el sueño estas niñitas mientras aquellas asambleas de entes inertes sólo en apariencia conspiraban en su descuido y las apuñalaban con la mirada?” se pregunta Noelia para referirse a la costumbre de sus vecinas y primas de tener las estanterías de sus dormitorios atestadas de muñecas. O páginas más adelante, cuando alude al disgusto de su tía por que saliese a pasear sola por la ciudad: “No es que se mostrase taxativa (¡Te prohíbo que salgas a pasear sola!), conminatoria (¡Vuelves a salir sola y te parto las piernas!) o intimidatoria (¿Sabes que en nuestra ciudad hay censados a la fecha de hoy 18.314 violadores?)”. Esta fina ironía, que nos llega, a veces, como en el segundo de los dos ejemplos citados, a través de una reflexión sobre el lenguaje, aleja esta novela de los parámetros habituales de la literatura juvenil. Los contenidos que aborda Noelia en sus cuadernos son tan variados (el botellón que surge como iniciativa para que el colectivo oprimido de los jóvenes se emancipe; las incursiones urbanas que la llevan a diversos e insólitos lugares de la ciudad; y sobre todo la búsqueda obsesiva de Pepe) que no dan tregua al aburrimiento. Hay episodios memorables, como las citadas incursiones urbanas de Noelia, que ella misma califica de erráticas, y que en su conjunto resultan divertidísimas por lo insólito y lo surrealista de las situaciones. Quizá podía haber buscado algo más la intriga, procedimiento habitual en la narrativa para jóvenes, ese dejar un cabo suelto al final de un capítulo que te hace iniciar el siguiente con interés; o quizá Federico Abad no se lo ha planteado así. Lo cierto es que “Quince”, como ya hemos comentado, no es una novela juvenil al uso; es un intento loable por crear algo nuevo.
Os invito a opinar sobre cualquiera de los aspectos que he abordado en mi comentario, sobre la novela en su conjunto o sobre los personajes y las relaciones que se establecen entre ellos (Noe-Chema; Pepe-tía Francis; Noe-Jesús; etc.). Si lo preferís, podéis comentar lo que más os ha gustado y lo que menos.
Ánimo y felices fiestas.