La lectura como terapia

La Sociedad Literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey es una novela escrita en forma epistolar, que comprende las cartas que se intercambiaron los miembros de la Sociedad con la escritora Juliet Ashton. A través de ellas, conocemos no sólo cómo funciona este peculiar club de lectura, sino también cómo fue la ocupación alemana de la isla y, en general, los horrores provocados por los nazis: “Imagino que ya habrá oído hablar de Belsen y de lo que pasó allí. Cuando bajamos del camión, nos dieron unas palas. Teníamos que cavar grandes fosas. Nos condujeron a través del campo hasta el lugar, y allí temí haber perdido la cabeza, porque todos los que veía estaban muertos. Incluso los vivos parecían cadáveres y los cadáveres yacían donde los habían tirado. No sabía por qué se preocupaban de enterrarlos. El hecho era que los rusos estaban llegando por el este y los aliados por el oeste, y esos alemanes estaban aterrorizados al pensar en lo que verían cuando llegaran allí”.

El inicio es algo tedioso, pero, poco a poco, a medida que vamos descubriendo a los integrantes de la Sociedad Literaria crece el interés de la lectura, porque se trata de personajes profundamente humanos, que ocultan historias conmovedoras, como la de Clovis que comenzó a leer poesía para seducir a la mujer que amaba: “Al final me gané el corazón de la viuda de Hubert, mi Nancy. Una tarde la llevé a pasear por los acantilados y le dije: «Mira eso, Nancy. La dulzura del cielo está en el mar. ¡Escucha! El ser poderoso está despierto». Me dejó que la besara. Ahora es mi mujer”. O la de Eben y su nieto: “Gracias por su carta y por sus amables preguntas sobre mi nieto Eli. Es hijo de mi hija Jane. Ella y su bebé recién nacido murieron en el hospital el día en que los alemanes nos bombardearon, el 28 de junio de 1940. Al padre de Eli lo mataron en el norte de África en el año 1942, así que ahora Eli está a mi cargo”.

Tanto le conmueven a Juliet las vidas de estos personajes que se decide a visitar la isla. Así, de esta forma emotiva, le cuenta a Sydney, su amigo y editor, cómo fue su llegada: “Mientras el barco entraba balanceándose en el puerto, vi los tejados de las casas de St. Peter Port salir por encima del mar, con una iglesia arriba, como la decoración de una tarta, y me di cuenta de que el corazón me iba a toda velocidad. Por mucho que intentara convencerme de que era la emoción del paisaje, sabía que era algo más. Toda aquella gente a la que había conocido e incluso empezado a querer un poco me habían venido a esperar. Y yo sin ningún periódico con el que esconderme”.

A partir de este momento, la novela alcanza otra dimensión, aunque los lectores seguimos conociendo los pormenores de la Sociedad Literaria, mediante cartas, ahora entre los integrantes de la misma, que se comunican con Sydney y con la hermana de éste. Elizabeth, a quien se le ocurrió la creación de la Sociedad, para librarse del castigo nazi por haber violado el toque de queda, adquiere también, aunque a través del recuerdo, un protagonismo especial por su comportamiento valiente y solidario. La propia Juliet la va convertir en protagonista del libro que está escribiendo sobre Guernsey. Además, de forma larvada, surge una historia de amor, que sólo al final se descubrirá.

No es habitual encontrarse con novelas escritas en forma epistolar, aunque en nuestro club de lectura ya hemos leído otras similares, como la inolvidable Cartas de una desconocida de Stefan Zweig. En La Sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey, de la que hablaremos, el próximo miércoles, no solo se encuentran, como hemos dicho, personajes auténticos que desbordan humanidad, sino que además se nos transmite el amor por los libros, lo cual no es poco en estos tiempos de comportamientos poco éticos y de escasez de lectores.

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