MONTAJE DE JOSÃ? ANTONIO ORTIZ PONFERRADA
El género de la farsa, que surge en la Edad Media, cuando la gente se aburre del teatro religioso, se basa en situaciones en las que los personajes se comportan de un modo extravagante; pero esta extravagancia suele ir acompañada por el ingenio y la sutileza de los diálogos. A este modelo responde la â??Farsa del Maese PatelÃnâ?, que vimos representada el pasado viernes, 14 de junio, en el Palacio de Viana. El argumento es muy simple: un abogado venido a menos se las ingenia para sobrevivir mediante engaños, hasta que alguien más listo acaba por engañarle a él.
José Antonio Ortiz Ponferrada, en esta adaptación libre de la obra anónima del Siglo XV, convierte a dos personajes masculinos en femeninos (el pañero Guillermo pasa a ser la vendedora Catalina, y el pastor Corderillo, la pastorcita Teodosia Borrega) aparentemente sin ninguna intención dramática,
La escenografÃa sencilla â??seis columnas, una mesa de madera con sus banquetas, un carro de vendedora y un biombo- anuncia desde el principio que el montaje está orientado a la caracterización de los personajes. Además, permanece durante todo el tiempo, como en las representaciones profanas medievales, lo cual da un juego extraordinario, particularmente las columnas centrales, cuya posición retrasada con respecto a las otras cuatro deja un espacio que sirve de transición para las escenas. Como prácticamente toda la acción se desarrolla ante los ojos de los espectadores, los ágiles desplazamientos de los actores a través de este espacio central, asà como los movimientos alrededor de las columnas, confieren el ritmo necesario al montaje, especialmente, en la primera parte, que es la más lograda.
Esta diferencia de ritmo entre la primera y la segunda parte tiene su reflejo en el nivel de interpretación. Brillan a gran altura: Ricardo Luna, con gran dominio de todos los recursos interpretativos: voz, gesticulación y movimiento -admirable la gradación en el proceso de locura que finge ante la vendedora- y Lua Santos, muy bien caracterizada en su papel de seria de la obra. También les da la réplica adecuada Pilar Nicolás, en su interpretación de esposa de Maese PatelÃn. En cambio, los personajes que se incorporan en la segunda parte de la obra hiperactúan en exceso, desde el primer momento que entran en escena, tanto que se convierten en una caricatura de sà mismos y pierden credibilidad, desvirtuándose, asÃ, su aportación al conjunto de la obra. Por ejemplo, los gestos exagerados de la pastorcita para acentuar su condición de paleta, a veces, producen una impresión de saturación más que de comicidad. Igualmente, la excesiva caricaturización del juez obstaculiza los efectos cómicos del diálogo ingenioso entre PatelÃn y la vendedora, en el que ésta mezcla el paño con las ovejas.
En mi opinión, entre la extravagancia de las situaciones que presenta el texto de la â??Farsa de Maese PatelÃnâ? y el ingenio y la sutilidad de sus diálogos debe existir un equilibrio, el cual consigue José Antonio Ortiz en la primera parte de su montaje, sin acentuar excesivamente ninguno de estos dos elementos. Sin embargo, la obra se descompensa en la segunda parte, probablemente, porque el propio texto da menos juego dramático, pues la inmovilidad de la acción, que se desarrolla en la sala de justicia, obliga a cargar las tintas en la caricaturización de los personajes.
Esto no invalida la impresión general favorable que causó la obra. De hecho, los más de cien espectadores, incluidos algunos alumnos del IES Gran Capitán, que asistimos a la representación de la â??Farsa del Maese PatelÃnâ? pasamos un buen rato, nos reÃmos y nos fuimos con el mensaje, siempre actual, a pesar de los cinco siglos que han pasado, de que el engaño no conduce a nada, porque siempre habrá alguien, más listo que tú, que te devuelva a la cruda realidad.