Es la historia de dos amigos, que dejan de serlo, sin saber muy bien por qué: uno, Henrik, pertenece a una familia adinerada y disfruta de todas las ventajas de la vida; en cambio, el otro, Konrád, tiene unos padres que se esfuerzan para que ocupe el lugar social que ellos no tienen.
Sándor Márai los sitúa a los dos, cuarenta y un años después de la separación, en la casa del primero, que ha alcanzado el grado de general. Con qué sutileza introduce, poco a poco, la acusación de éste a su amigo, después de dos pasajes de gran altura literaria, donde muestra las bondades de la caza, como un acto ritual ligado a la historia del hombre, y describe el momento, preferido por los cazadores:
“Se trata de ese último segundo en que todavía están unidos lo bajo con lo alto, la luz y las tinieblas, tanto en lo humano como en lo universal; cuando los dormidos despiertan de sus pesadillas, cuando los enfermos suspiran de alivio, porque sienten que se ha acabado el infierno de la noche y que desde ese mismo momento sus sufrimientos serán ordenados, más comprensibles…”
Es el momento en que ya no es de noche, pero tampoco es de día, donde afloran las pasiones, que en vano hemos tratado de domesticar, durante años, porque todas son desesperadas y no conocen el lenguaje de la razón ni sus argumentos, como el deseo de venganza de Konrád o el deseo de conocer la verdad de Henrik, que le ha mantenido vivo, durante los últimos cuarenta y un años.
Tras ese afán de venganza, tras ese odio, se oculta una incapacidad para aceptarnos como somos, con nuestros fallos y debilidades, y también para soportar las traiciones de los demás, cuando sabemos que es imposible cambiar lo que nos identifica como personas.
Pero lo que en realidad está en juego en “El último encuentro” es la amistad y la contradicción de buscar siempre a la persona diferente, en todas las situaciones y variantes de la vida, con intenciones y ritmos vitales distintos, porque raras veces se relacionan dos personas semejantes. La amistad y la capacidad para aceptar el engaño, incluso la traición amorosa, lo cual se consigue con la vejez, cuando ya no se espera nada.
Una novela, en suma, llena de verdades, de las grandes verdades que se asumen con el paso del tiempo; escrita, además, en un lenguaje sencillo, escueto, donde las palabras se ajustan exactamente a lo que se quiere decir. Qué gran descubrimiento, Sándor Márai.
¡Qué alegría leerte con esta frecuencia, Matías!
Tienes la capacidad de sorprenderte, aún. Eso sólo es privilegio de los poetas.
Gracias por compartir y tratar de contagiar esa sorpresa con los amigos y con el mundo.
Gracias a ti, por tus palabras, Carmen.