Agustín García Calvo

Llegué a los poemas de Agustín García Calvo, a través del cantautor Amancio Prada, que musicó algunos de ellos, cuando ambos se encontraban en el exilio en París.

Hubo una época de mi vida en la que sólo escuchaba estas canciones, que ponía una y otra vez en el radiocasete de mi coche, para recrearme sobre todo en las letras.

La que más recuerdo es esta:

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie,
ni tuya siquiera.

Me parece un texto lleno de ritmo y sentimiento, como la voz del pueblo expresando su deseo de libertad. Las imágenes sencillas, tomadas de la naturaleza, le dan una fuerza inusitada al poema, que cantado por Amancio Prada se eleva por encima de todos nosotros, como un himno a una forma de vivir libre, donde nadie sea dueño de nadie ni siquiera de uno mismo.

 

Un pensamiento en “Agustín García Calvo

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