Los profesores no solemos gritar en las aulas, aunque, en ocasiones, la actitud de los alumnos llega a ser tan exasperante –les llamas la atención una y otra vez para que atiendan o para que no interrumpan el trabajo de sus compañeros y no reaccionan- que tienes que levantar la voz para que te tomen en serio.
Pero lo verdaderamente insólito es que un alumno –en este caso una alumna- grite para que sus compañeros la dejen trabajar. Sucedió ayer con un grupo en el que estaba programado un examen. Como los alumnos no guardaban silencio ni ocupaban sus asientos, opté por repartir el folio con las preguntas a los que mantenían una actitud correcta; pero, aún así, el griterío no cesaba. Entonces fue, cuando una alumna, que intentaba concentrarse en el examen, perdió el control y gritó, gritó con todas sus fuerzas, recriminando a sus compañeros su conducta inadecuada. Estos de inmediato se callaron y ocuparon sus asientos.
La reacción de la alumna me recordó un cuadro de Edvard Munch, titulado “El grito”, donde un hombre o una mujer, no se sabe muy bien, grita en el extremo de un puente. Quizá la fuente de inspiración de este cuadro se encuentra en la vida atormentada del artista, educado por su padre severo y rígido, y que, siendo niño, vio morir a su madre y a una hermana de tuberculosis. Siempre que lo contemplo me surgen algunas preguntas:
¿Quién grita con esa desesperación? ¿A quién se dirige? ¿Es un grito de horror o de protesta? ¿Quizá de sorpresa?
También me pregunto, más allá de la obviedad de recriminar a sus compañeros la actitud incorrecta, contra quién y para qué gritó la alumna:
¿Contra una forma de educar demasiado permisiva o, por el contrario, contra un sistema educativo basado en el ordeno y mando ? ¿Para liberar tensiones acumuladas o, quizá, para reivindicar su derecho a la educación?
Sin embargo, lo preocupante, en verdad, es por qué los compañeros de esta alumna reaccionaran ante sus gritos y no ante mis llamadas de atención.
Yo pienso que los profesores tienen mucha paciencia con los alumnos,porque hay algunos que no hacen nada más que incordiar y molestar tanto al profesor como a los alumnos que quieran atender a una explicación o a cualquier cosa que esté diciendo el profesor.
Respecto a la alumna citada en el texto, yo hubiera reaccionado igual, porque si ella quiere concentrarse para el examen los demás no la dejan?. Si con el profesor no se callan, habrá que solucionarlo de alguna forma,la muchacha estaba ya tan desesperada que la única forma que ella creía que sus compañeros se callaran era gritando y ellos, al ver que estaban fastidiando a una conpañera que sí quería hacer el examen pues todos agacharon la cabeza,se sentaron y se callaron.Yo hubiera reaccionado igual, las personas que no se callaban ni se sentaban eso es una falta de educación grandísima hacia el profesor y hacia los compañeros que querían hacer el examen.Aunque también es verdad que es una falta de educación chillar en una clase, pero yo pienso qué a la muchacha le salió sin querer.
Muchas veces me ha pasado,lo que a esta alumna.A veces,o casi siempre, parece que hay que gritar para que nos tomen en serio o para hacer caso a gente que quiere nuestra atención.Yo misma me he dado cuenta de que un profesor que grita más,al final, tiene nuestra atención antes que un profesor al que no le guste esa forma de educar,pero es así,cosa que no veo bien, porque al final parece que hay que ser malo para que te tomen en serio.
Un buen ejemplo sería mi instituto,en una clase suele haber 2 o 3 que la lían y, si el profesor le saca el parte y lo hecha, al otro día esta callado; pero, si otro prefiere pasar de él y no dedicarle la mínima atención, este no para hasta hartarle y, al final, el profesor de bueno lo toman por tonto.
También me molesta que los alumnos que pasen de todo den por saco en un examen, ya que hay gente que se lo prepara, que estudia un día y otro, y en la hora del examen necesita concentrarse y demostrar todo lo que ha estudiado, pero hay asignaturas en lo que esto es imposible y puede hacer incluso que nos desanimen a seguir preparándonos las cosas bien, por miedo a que pase eso otra vez.
Yo pienso que a los alumnos que no paran de molestar en los exámenes es mejor no ponerles el examen y así, para la próxima vez, tendrán aprendida la lección y harán su examen callados. Aunque hay algunos a los que el examen es lo que menos les importa y van a seguir molestando.Creo que con ese tipo de alumnos lo mejor es sacarlos de la clase cada vez que haya un examen para que no molesten.
Pienso que es normal que la alumna grite, suele pasar cuando intentas concentrarte en un examen o en unos ejercicios y siempre son los mismos los que molestan; eso cansa bastante y resulta muy molesto. También es normal que a veces los profesores griten y muchas veces con razón, ya que al igual que a muchos alumnos les molesta este acto de mala educación.
Aunque no siempre se arregla todo gritando y castigando a gente, los profesores tienen que ser buenos con nosotros para que nosotros lo seamos con ellos, aunque algunos alumnos abusan de ese privilegio y eso es triste.
Muchos de los profesores tienen demasiada paciencia con ellos y yo, si me pongo en su lugar, no aguantaría; pero no me quedaría mas remedio.
En cuanto al cuadro, a mí también me sorpendió cuando lo vi; yo creo que ese grito es de sorpresa, tal vez por el gesto que hace con las manos de ponérselas en la cabeza.
Estoy totalmente de acuerdo con mi compañera Isa, a mí también me ha pasado lo que a esta alumna que, estando en medio de una clase o de un examen ya desesperada de no poderme concentrar, he gritado. Ya sé que tal vez esto suene un poco a ser maleducada, pero hay ocasiones en las que no lo puedes evitar.
En mi clase siempre son los mismos los que molestan y la mayoría de los profesores no les dicen nada, algunos hasta hacen como si no estuvieran; yo creo que, si les prestaran atención, les animaran y les demostraran que ellos también pueden participar en clase y que así irán mejor las cosas, ellos adoptarían esa conducta, es más, se comportan distinto con cada profesor, eso desde mi punto de vista quiere decir algo..
En fin, creo que de vez en cuando no viene mal que alguien les diga que molestan, aunque sea a malas, puesto que parece que no hay otro remedio.
Yo creo que hay profesores que están agobiados durante las clases debido a que los alumnos no paran de molestar. A esa alumna, creo que todo el mundo la comprende. En mi clase, por ejemplo, como ya han dicho mis compañeras, hay 2 ó 3 que siempre están igual, y no se cansan, por mucho que les llames la atención y todo eso.
Si yo algún día llegara a ser profesora y me tocara una clase en la que tuviera alumnos así, creo que no aguantaría mucho, la verdad, aunque tendría que conformarme.
También, siguiendo con este tema, estoy de acuerdo con mi compañera Andrea en que, si los profesores animaran a tales alumnos, las clases irían mejor, puesto que se sentirían integrados e intentarían participar.
Y con respecto al cuadro de «El grito», yo pienso que tal vez el personaje representado esté disgustado porque el artista intentaba expresar el dolor por la muerte de su hermana y su madre, y porque su padre era severo y rígido con él, y tal vez no tuvo una infancia muy feliz en ese sentido.
A menudo, me planteo el cambio que ha experimentado el comportamiento de algunos jóvenes en la vida en general y, en las aulas, en particular.
Vienen a mi memoria aquellos años (los 70) en los que también fui estudiante. En esa época, se imponía una forma de educar totalmente represiva en la que, el profesor tenía tal autoridad que, en un momento dado, podía hacer uso de la regla para imponer un castigo e incluso expulsar de la clase a todo aquel que perturbase el normal desarrollo de su actividad docente. Afortunadamente, hemos evolucionado en ese sentido y hoy el personal docente es mucho más dialogante que el de entonces y se han erradicado los duros correctivos físicos a los que se sometía al alumnado.
En mi opinión, el problema que está surgiendo ahora con una parte de la juventud es que parecen confundir conceptos –libertad con libertinaje-, -tuteo al profesor con falta de respeto-. En muchos de estos casos, la raíz se encuentra en familias desestructuradas en las que los padres han perdido el cariño y el respeto de los hijos y, en consecuencia, toda la autoridad sobre ellos. Son esos mismos padres, los que, convocados por el tutor para afrontar el problema, hacen oídos sordos a las explicaciones y recomendaciones de este último, porque para ellos, es más fácil “pasar del tema” y que el profesor “apechugue” con la situación.
En principio, la reacción de la alumna podría considerarse como una reprobable falta de educación pero, en este caso, considerando las condiciones en las que se ha producido, lejos de criticarla, la aplaudo ya que hace dos años pasé por la misma situación y sé lo que se siente. Te esfuerzas estudiando para aprobar un examen y, llegado el momento, eres incapaz de concentrarte en lo que se te pregunta porque un grupo de “compañeros”, libremente, han decidido entorpecer el normal desarrollo de la clase; ellos ya han ejercitado su opción, pero…. ¿y tú…, puedes hacer lo mismo?
Resulta paradójico que, en una sociedad dominada por las nuevas tecnologías (en la que se supone debería existir un mayor nivel cultural), existan comportamientos propios de tiempos ancestrales. La juventud –no toda, lógicamente- parece haber perdido esos principios que en tiempos no muy lejanos (tengo 48 años), se nos inculcaban (respeto a nuestros mayores, obediencia, educación).
Ojalá dentro de unos años –no demasiados- consigamos recuperar ese ambiente de respeto –nunca de temor- que anteriormente existía hacia nuestros mayores y que, en las aulas de nuestros centros docentes, los profesores puedan impartir sus conocimientos sin tener que levantar la voz para hacerse escuchar.
Yo como alumno de la clase donde pasó este suceso creo que fue una gran falta de respeto de los compañeros a mi compañera que dio ese gran grito con el cual todos nos callamos.Yo pienso que algunos profesores son muy permisivos y que no deberían pasar tantas cosas,por ejemplo, algunos profesores, cuando todos están hablando, se limitan a sentarse en su silla y esperar a que todos se callen;con esto quiero decir que muchas veces no tenemos toda la culpa los alumnos sino también los profesores.
El reclamo que hace esta chica no es algo inusual en las aulas, creo que todos, o la mayoría de nosotros, hemos vivido alguna situación parecida.A decir verdad no podría ponerme en el lugar de esta chica, porque siempre he estado en el bando contrario, así que desde donde yo veía las cosas solo puedo decir que en un primer momento te sorprende una reacción así de una persona que no te esperas, por que no sé cómo será en este caso en particular, pero recuerdo perfectamente que, en mi clase, la chica que aquel día dio el grito, era la más tímida, más estudiosa, más «correcta» de todas, no hablaba apenas, vamos, que podía pasar el curso y tú ni enterarte de que ella estaba ahí.
Volviendo al suceso en cuestión si nos callamos todos, pero no por obediencia, más bien por sorpresa y algo de confusión, «¿quien ha sido?». Ese es el instante en el que todos miramos a todos y por último fijamos la atención en la única persona que sigue escribiendo y que está colorada como un tomate. También es cierto que el silencio duró unos escasos 10 segundos, pero esta chica…lo intentó.
Después de esto, no creo que sea necesario contaros que la profesora que estaba en ese momento,Sor Pilar,no hacia carrera de nosotros. Quizás fuese demasiado permisiva, o simplemente era una mujer a la que le era imposible enfadarse,ni dar una voz más alta que otra, pero así era ella, bueno o malo, no lo sé. Pero qué esperarías tú de una clase dirigida por un osito amoroso, con treinta adolescentes de los cuales el 99% de ellos estaba en todo menos en la explicación.Se veía de lejos que algo no funcionaba.
No creo que sea necesario que el profesor pegue voces constantemente, pero sí que de vez en cuando reclame la atención de los alumnos, para que estos no se desmadren, ni se aburran y por supuesto no molesten al resto.
En mi opinión, todos alguna vez hemos vivido alguna situación parecida a la de esta chica. Mismamente creo recordar que en una ocasión yo misma fui la que les pidió a sus compañeros que se callaran porque estaba intentando entender una explicación y no la oía porque no se callaban. Reconozco que perdí los estribos, pero es que el profesor llevaba ya rato pidiendo silencio y nadie le hacía caso, aunque reconozco que mis formas no fueron las correctas.
Prosigo con el caso de la chica, creo firmemente que hizo más efecto la llamada de atención de la alumna que la del profesor porque es más «normal» que el profesor llame la atención a los alumnos para que guarden silencio y atiendan, pero no lo es el hecho de que una alumna mande a callar a sus propios compañeros.
También, creo que hay muchas maneras de dar la clase y que, si es una clase dinámica e interesante, habrá más posibilidades de que los alumnos guarden silencio y se comporten correctamente, si les interesa el tema.
Por eso, es importante no dar solo la «aburrida» teoría, sino también hacer debates en clase en los que los alumnos puedan participar por orden y levantando la mano (siempre respetando el turno y la opinión de los demás).
Aunque además, poniéndome en el lugar del profesor enfrentándose a una clase llena de alumnos, tengo que reconocer que no debe ser fácil y que admiro su paciencia para mantener la compostura ante tal comportamiento.
Con todo esto, quiero decir que si las dos partes ponen empeño, las clases pueden ser provechosas y salir todos con un buen sabor de boca, tanto el profesor como los alumnos, sin necesidad de gritar ni molestar a los demás.
Este texto trata de cóomo determinados alumnos atienden más a gritos y salidas de tono que a peticiones educadas para cambiar su conducta.
El autor se extraña de este suceso, aunque yo pienso que en la sociedad que vivimos, donde las llamadas de atención publicitarias, las películas que ofrece el cine, los programas de televisión, las diversiones de los jóvenes, etc…, cada vez son mas llamativas y estridentes, esa lucha por conseguir la atención de un grupo hace tiempo dejó de ser silenciosa.
En los últimos tiempos, se han incrementado los comportamientos de alumnos o de grupos que distorsionan el clima del aula, deterioran todo lo que se da en ella y atrasan el aprendizaje. Actualmente es una de las principales preocupaciones del profesorado, alumnos que, a causa de una situación personal, presentan conductas conflictivas o simplemente porque no sienten como útil ni interesante lo que les enseñan en el centro. Esta falta de educación, que en ocasiones se relaciona con la falta de civilización, da origen a toda una serie de comportamientos y actitudes de los alumnos como, por ejemplo, no estar quietos en clase, no atender ni escuchar, no hacer ningún caso a las indicaciones del profesor, faltarle al respeto, así como a los compañeros, o desinterés generalizado y ausencia de trabajo o esfuerzo, entre otros.
Es preciso una educación mínima en los alumnos. Esta educación constituye los cimientos necesarios sobre los que poder enseñar, y su carencia obstaculiza, y en muchos casos impide por completo el trabajo del profesor. La complejidad del tema reside, por un lado, en que existen múltiples aspectos de carácter psicológico, cultural, sociológico, político, incluso económico, sobre los que interrogarse a la hora de pensar en esta falta de educación generalizada, en qué es educar y en quién debe o puede hacerlo. Tampoco se puede confiar, afirmando que «si no educan los padres ya educarán los maestros». Estamos ante un grave error de enormes consecuencias psicológicas y sociales. Los profesores pueden aportar conocimientos, contenidos y enseñanzas, poner en práctica y desarrollar ciertas habilidades relacionadas con la tarea, proporcionar herramientas de reflexión y pensamiento y transmitir cultura.
Los padres educan al niño ya desde los primeros meses de vida, introduciéndole en el lenguaje, enseñándole el sí y el no, dándole un lugar en el mundo, con sus posibles límites y normas, por ejemplo, el respeto al otro, transmitiéndole valores éticos y morales y normas de convivencia social. Sin embargo, en nuestros días abundan las familias en las que los padres han desistido de educar o que simplemente no ejercen su papel de educadores. Quizá debido a la propia falta de educación y cultura, al cansancio o desbordamiento ante las exigencias laborales o económicas, o a la reacción a una educación excesivamente autoritaria.
La verdad es que todos tenemos derecho a la enseñanza y a aprender, pero molesta mucho que esas personas que de verdad se interesan en aprender y quieren escuchar sean interrumpidas por los «graciosillos de turno» o por alguien que no está interesado/a en la clase .
Debo reconocer que a mÍ me ha pasado muchas veces eso de estar intentando prestar atención en clase y que haya gente interrumpiendo todo el rato sin parar de hablar , es decir, molestando; y no he podido contener un grito de desesperación, porque no me enteraba de lo que explicaban en clase y me agobiaba, porque luego puede caer en el examen y no sabrías cómo responder.