MY BLUEBERRY NIGHTS

Historias de amor y soledad contadas como si los espectadores espiáramos a los personajes, a través de la luna de cristal de una cafetería, contemplando sus caras de sufrimiento, sus gestos de hastío, sus movimientos cansados, que sugieren más que las palabras y que nos introducen en un mundo intimista de amores no correspondidos  

Así es la película de Wong Kar-Wai: tres historias unidas por el particular viaje que inicia Lizzie, la joven protagonista, para olvidar un desengaño amoroso: la de Jeremy, a quien su madre le había recomendado que esperara siempre, que, si se perdía, no se moviera de donde estaba, porque ella lo encontraría; la del policía locamente enamorado de su mujer, que ahoga sus penas en el alcohol; y la de la jugadora de póker que finge tener un corazón más duro de lo que en realidad es. 

Tres historias contadas  a ritmo de jazz, con lentitud, pero con intensidad; con predominio de las imágenes sobre los diálogos; con primeros planos imposibles, como el beso de Jeremy a Lizzie, mientras ésta duerme sobre la barra del bar; con la presencia de elementos simbólicos, que aparecen periódicamente y que incrementan la capacidad de sugerencia de las imágenes,  como el tren de alta velocidad o el calendario que va indicando los días… 

Una película, en suma, con ingredientes cinematográficos diferentes; con personajes que huyen del amor, pero que vuelven a él, una y otra vez; con actores y actrices que nos muestran con solvencia y convicción este mundo interior; y con una banda sonora que nos llega al corazón y que recoge lo mejor de la música americana : jazz, soul, rock… 

Para verla y disfrutarla, como regalo de reyes, ahora que todavía tenemos tiempo.

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