Últimamente, vienen apareciendo en la prensa caras sonrientes que me producen un especial rechazo. Hoy, sin ir más lejos, en el diario El País, encontramos, en primer lugar, la imagen del expresidente de Guatemala, Efraín Ríos Montt, esbozando una sonrisa hipócrita, durante el juicio en el que se le acusa de genocidio, mientras los supervivientes narran los horrores vividos bajo su mandato, entre 1982 y 1983: violaciones de mujeres, matanzas de ancianos y niños, asesinatos masivos de campesinos, etc.
La segunda fotografía corresponde a Francisco Camps, expresidente de la Comunidad Valenciana, sonriendo a sus familiares y amigos, en señal de triunfo, tras conocer el fallo del jurado popular que le absolvió en el juicio por el regalo de los trajes, que ahora ha reabierto el Tribunal Supremo, porque no se habían tenido en cuenta testimonios directos que le incriminan.
En la tercera imagen, aparece Javier Guerrero, exdirector general de Trabajo de la Junta de Andalucía, que lideró el desvío de dinero procedente del fondo de los ERE (Expedientes de Regulación de Empleo), gracias al cual consiguió ilegalmente 249.000 euros. Este político también esboza una sonrisa, mientras camina esposado, después que la juez ordenara su reingreso en prisión.
¿De qué se ríen? Hace unos meses escribí una entrada en el blog titulada “La cara del que sabe”, donde aludía a los que se sienten por encima del bien y del mal, y están muy seguros de sí mismos y de su sabiduría. Quizá estos tres personajes se ríen por lo que saben, porque están convencidos de que nunca se conocerá la verdad sobre sus casos, o a lo mejor les hace gracia la ingenuidad del tribunal que los juzga, aunque, si lo pensamos bien, de quienes se están riendo es de todos nosotros, de las personas que respetamos las leyes y vivimos honradamente de nuestro trabajo.
Por eso, me produce una especial repugnancia observarlos en estas fotografías, indiferentes a los delitos que han cometidos, en un ejercicio de hipocresía, que supera con creces la actuación del mejor actor.