Este libro, basado en un experiencia real de la autora, Jana Leo, tiene un inicio extraordinario, donde describe, de forma objetiva, el terrible hecho de la violación en su propia casa, que ella tolera, sin oponer resistencia, por temor a ser asesinada: “Me estaba violando, aunque fuera “sin violencia”. Había entrado en mi casa armado con una pistola y ahora estaba entrando en mi cuerpo. No era mi forma de hacer las cosas. Yo tomaba mis propias decisiones con respecto al sexo: elegía cuándo, cómo y con quién. Tenía derecho a negarme, sin discusión. Pero los principios se diluyen ante una amenaza de muerte. Si tenía que elegir entre “la honra” y la vida, lo tenía claro…”
A continuación, a través de un hábil salto atrás, nos da cuenta de lo sucedido inmediatamente antes, para pasar, después, a analizar las características del barrio de Harlem en Nueva York, en el que se encuentra el piso donde la violaron y donde vive el agresor. En este análisis acusa directamente a las empresas inmobiliarias de llevar la delincuencia a determinados edificios, con el fin de que su valor caiga en picado y puedan comprarlos a un precio muy bajo, para reformarlos y convertirlos en apartamentos lujosos, que les proporcionan suculentos beneficios. Una forma de corrupción que, además de provocar hechos atroces, como el que le sucedió a la autora, perjudica a los contribuyentes, porque corren con los gastos derivados de esa delincuencia, mientras que beneficia directamente a los promotores y al gobierno local, a través de los impuestos.
Curiosamente Jana Leo -y lo recuerda en su reflexión- había escrito un ensayo al que tituló Domestofobia y que se basa en tres ideas: el concepto del hogar como cárcel, puesto que los inquilinos son incapaces de abandonarla; como lugar donde se comete violencia; y como símbolo del sueño americano, que afecta negativamente a quienes no lo tienen. Este ensayo, fruto de su trabajo en la universidad, se estaba volviendo autobiográfico, porque a ella la asaltó en el piso donde vivía un joven que carecía de hogar, aunque, paradójicamente, acabó encontrando éste en la cárcel.
Completa el libro con un amplio epílogo para la edición española, donde establece un paralelismo entre el proceso de desalojo, bajo la presión de los propietarios, del barrio madrileño de casas unifamiliares, donde vivía de pequeña, en la década de los 70 del siglo pasado, y la situación que padeció, cuando tenía 35 años, en el barrio de Harlem en Nueva York, donde fue violada.
Hay un elemento común a ambos hechos: la red de corrupción inmobiliaria que se expande por las casas, sin respetar a los que viven en ellas. Por eso, la violación no es tanto lo que ocurre entre el violador y la víctima, como el beneficio que genera a un tercero, ya que, en realidad, “es un medio que se utiliza para echar a una persona de su casa”.
Jana Leo no solo te conmueve y te causa dolor, cuando detalla con objetividad los pormenores de la agresión que sufrió, sino que además te hace pensar sobre la sociedad en la que vivimos, donde el enriquecimiento de las empresas, a veces con la connivencia de instituciones públicas, está muy por encima de las personas.