En esta primera novela de Andrea Abreu se cuenta la historia de Shit e Isora que representa la cara oculta del turismo de sol y playa; una Canarias del extrarradio, que sólo conocen los que viven allí. Es la historia del descubrimiento de la amistad por parte de estas dos niñas de once años, que están a punto de iniciarse en la adolescencia. Este es quizá uno de los principales valores de la novela: el haber sabido contar esas pequeñas cosas que dan sentido a las vidas de Isora y Shit y que les permiten ir descubriendo, por ejemplo, la sexualidad. A través de sus vivencias, además, vamos conociendo el barrio: sus familiares, las casas, el paisaje, las comidas… Y a esto hay que añadir el contraste entre la pobreza en que viven las dos niñas y sus familias, siempre bajo un techo de nubes (la Panza de burro a la que alude el título), y la vida ociosa, entregada al placer, de los turistas.
La narradora protagonista es Shit, como la llama su amiga, y lo que nos cuenta se entremezcla con lo que dicen los personajes, hasta el punto de que se prescinde del verbo introductor del diálogo, de los guiones y de los signos de interrogación al principio de las preguntas, con lo cual todo queda impregnado de oralidad: “Y en ese momento, doña Carmen la agarró por la barbilla y le miró los ojos, aquellos ojos verdes como uvas verdes. Escarbaba en sus ojos lacrimosos como quien saca agua de una galería. La vieja se quedó asustada: miniña, tú sabes si alguien te tiene envidia? Isora permaneció inmóvil. Por qué doña Carmen? Qué pasó? Miniña. tú tienes mal de ojo. Vete por Dios a cas Eufracia a que te santigüe. Díselo a tu abuela, que ella sabe desas cosas y que te lleve a echarte un rezado”.
Un lenguaje oral propio de las islas canarias, en particular del barrio donde se crio la autora, y que fluye como un volcán, salpicado de localismos (fisquito, abobitos, fortasé, escuartizando, chernes, etc), vulgarismos (istriñe, mal diojo, Eufracia se presinó), incorrecciones (hicistes), rasgos del dialecto canario como el seseo (dosientos gramos de queso amarillo), préstamos del inglés (“foquin”, “bitch”, “shit’), repeticiones de palabras y estructuras sintácticas, etc.
Así, consigue Andrea Abreu un ritmo fluido, sin pausas, como se aprecia en la visita que realizan las dos niñas a la casa de Eufracia, para que esta cure a Isora: “y empezó a decirle que en cruz padeció y en cruz murió y en cruz Cristo te santiguo yo, e Isora la miraba con los ojos abiertos como chernes, y la mujer movía la boca y se estregaba los dedos arrugados como troncos de viña seca, retorcidos, cuarteados de los años de lejía y tierra. Y señor Jesucristo, por el mundo anduvistes, muchos milagros hicistes, mucho a los pobres sanastes, a María Magdalena perdonastes, al santo árbol de la cruz, y los ojos de la mujer se iban poniendo más blancos que una carta, se estregaba las manos más rápido, más fuerte y yo miraba a Isora, yo la miraba y su cara era tranquila pero atenta, con la cadenita de la virgen de la Candelaría dentro de la boca, de alegría de estar siendo curada”.
Por momentos, esta cara oculta oculta del turismo de sol y playa que nos muestra Panza de burro y el lenguaje a veces soez utilizado por sus personajes recuerdan al realismo sucio de Charles Bukowski, quien describe en su novelas el ambiente de los bajos fondos de Estados Unidos, frente al denominado “gran sueño americano”. Por ejemplo, cuando dice Shit de su amiga:
“Yo quería comerme a Isora y cagarla para que fuera mía guardar la mierda en una caja para que fuera mía pintar las paredes de mi cuarto con la mierda pa verla en todas partes y convertirme en ella”.
Es una delicia leer en alto Panza de burro y disfrutar de su ritmo y musicalidad. Qué recreación tan extraordinaria del habla del barrio de los Piquetes por parte de esta joven autora; qué homenaje a sus raíces canarias, frente a esa tendencia general a la uniformidad, tan en boga hoy día; y qué reivindicación del ámbito rural y de su “cultura maga”. Además, Andrea Abreu sabe mantener la intriga sobre la historia de las dos amigas, cuya relación no conocemos totalmente, pues se producen omisiones, que estimulan nuestra imaginación, aunque intuimos, bajo esa panza de burro opresiva que sobrevuela el ambiente, que algo trágico puede suceder.
Hablaremos de esta novela en el Club de Lectura del IES Gran Capitán, el próximo día, 9 de noviembre, a las 18 horas , en el Albergue Juvenil de Córdoba.