En la niñez, las fronteras entre la realidad y la fantasía no existen, pues los niños viven lo soñado como real; pero, a medida que crecemos, las personas vamos perdiendo la capacidad de sorpresa y la imaginación pasa a ocupar un lugar secundario en nuestra vida. Sin embargo, los poetas –explicaba Eduardo – conservan esa capacidad de soñar y fantasear, propia de la niñez y sienten la necesidad de expresar su mundo interior a través de las palabras.
Los alumnos de 4º de ESO y Bachillerato asistieron a la actividad con respeto y un interés que fue creciendo, a medida que Eduardo avanzaba en su exposición. A sus indudables dotes como poeta, se unieron sus cualidades como profesor, al explicar lo que nos evocan las palabras, por ejemplo, las agradables sensaciones, sobre todo gustativas, que evoca en los alumnos la palabra “bocadillo”, la cual repetía deleitándose en su pronunciación, mientras les observaba.
Una vez despertado el interés de éstos, entró en materia recitando “Ceci n’est pas une pipe” donde juega con el lenguaje, para deleite de los profesores de lengua:
“La palabra agua no moja:
puedo escribirla siete veces siete,
en paredes, en labios, en estatuas,
una por cada nube que se aleja,
una por cada gota que no llueve.”
(…)
Siguió con una historia de amor en catorce versos, porque para qué emplear cuatrocientas páginas para contarla, si se puede concentrar en un poema:
“Tus caricias. El mar. Los cocoteros.
La sábana enredada entre tus piernas.
El maitre del hotel, su voz de frío:
“Veinticuatro horas, ¡ya sabe!”.
Supe que un día era un plazo inconcebible,
que tan sólo unas horas bastarían.”
(…)
Y a continuación recitó “Física aplicada”, que en realidad no trata de física sino de la química del amor. Un hombre y una mujer que no se conocen, pero que emprenden por separado la aventura de la vida “Cada cual a su amor, virando al viento”. El poeta imagina, y los lectores con él, un cruce de ambas trayectorias, de donde brota el amor.
Así, hasta alcanzar el punto culminante con “Al otro lado” que, según reveló, es como una historia de amor en su imaginación con la actual princesa de España, que por aquel entonces presentaba un programa informativo en televisión española. Escuchamos llenos de curiosidad la anécdota y el poema que finaliza con estos versos:
“Esta noche nos vemos para siempre.
Cruzaré en un descuido la pantalla.
Me quedaré contigo al otro lado.”
Eduardo García consiguió con su voz, con su capacidad oratoria y, sobre todo, con sus versos que cruzáramos la pantalla de la buena poesía y nos quedáramos con él al otro lado.
La presentación, brillante y personal, corrió a cargo de nuestro compañero Francisco Jurado, para quien la lectura del último libro del poeta “La vida nueva” supuso una ventana abierta, un asidero para salir de un periodo de abatimiento.
Os invitamos a leer los libros de Eduardo García y, en particular, éste por el que ha recibido el Premio Nacional de la Crítica. La vida nueva está en las pasarelas del deseo, por donde los hombres vagan a su antojo, lejos de las rutas convenidas, de los semáforos, de los carteles de prohibido pasar, de las brújulas y los mapas, es decir, lejos de las normas que nos imponemos para vivir en sociedad.
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