AUTÉNTICO TEATRO EN LA GUINDALERA

Es difícil estar apenas a un metro de distancia, viendo una representación teatral, y no advertir algún fallo, alguna caída de ritmo, algún gesto de fingimiento forzado. Es difícil, pero a mí me sucedió ayer, viernes, en la sala Guindalera, donde se representaba “Bailando en Lughnasa” de Brían Fríel, bajo la dirección de Juan Pastor. 

La obra me recordó a “La casa de Bernarda Alba” en lo que tiene de lamento por la memoria de las mujeres rurales de la primera mitad del siglo XX. Pero no se plantea sólo la desesperación de estas mujeres, frustradas por la falta de varón, sino también su lado más vital y apasionado, que encuentra en el baile, ejecutado con maestría e intensidad, su mejor forma de expresión. Hay no pocos ecos, en la forma de interpretarlo, del teatro dionisíaco griego. 

En el contraste entre estos dos extremos, reside la fuerza dramática de “Bailando en Lughnasa”. Cuando una actriz, como es el caso de María Pastor, interpretando a Cris, es capaz de pasar de la desesperación a la euforia o viceversa, en apenas unos segundos; cuando es capaz, además, de mostrar este proceso utilizando todos los recursos expresivos (el gesto, la voz, el movimiento), y el espectador puede apreciarlo, dejándose llevar, impregnado de la magia del auténtico teatro, ¿qué más se puede pedir?  Pero no se trata sólo de esta excepcional actriz, es también la irrupción magnética, contagiosa de optimismo, del personaje Gerry, interpretado por Alex Tormo; la seriedad forzada de Kate, que oculta un torrente de placer; la actitud titubeante, divertidísima del padre Jack -¡cuánto se puede decir con tan pocos gestos, con tan pocas palabras!-; el doble papel de Michael, adulto y niño, a cargo de un mesurado, pero eficaz Raúl Fernández; la vitalidad que desprende Yolanda Robles por todos los poros de su piel, interpretando a Agnes; la ductilidad de Elia Muñoz; y cómo sabe transmitir la tragedia interior de su personaje Carmen Gutiérrez, con esa mezcla de ingenuidad y tristeza.  

Es teatro con mayúsculas el que tuvimos la oportunidad de ver ayer en la Guindalera. Nos atrapó el montaje en su conjunto: la complicidad existente entre los actores, que se percibía sobre todo cuando escuchaban, absolutamente metidos en el papel; el ritmo, que nos venía dado por los dos planos en los que se desarrolla la obra: el presente y el pasado; la música evocadora, a través del aparato de radio Marconi; la magnífica coreografía; la sencilla decoración; etc. Sin duda un merecido Premio Ojo Crítico de Teatro 2009 el que se la ha concedido a esta sala alternativa de Madrid.      

BODAS DE SANGRE de García Lorca

Tiene mucho mérito, aunque quizá no sea la obra más adecuada para un grupo compuesto por alumnos de ESO, atreverse con “Bodas de sangre”. La mezcla de prosa y verso siempre es una dificultad; pero el dramatismo que atraviesa esta obra de Lorca de principio a fin lo es aún mayor. No obstante, Numerele Impare, dirigido por Auxi Jiménez, dinamizadora de la Casa de la Juventud, supera el reto, pues consigue transmitirnos este dramatismo, esta inquietud que genera la presencia de Leonardo, el antiguo novio, que se interfiere en la boda hasta convertirla en bodas de sangre. Tengo mis dudas, compartidas con otros compañeros, de que adelantar la escena con la que concluye la obra sea acertado, pues tanta tensión dramática sobrevenida incrementa en exceso la que ya de por sí tiene “Bodas de sangre” y desconcierta al espectador.  

Pero, dejando esto al margen, mi valoración es positiva. La escenografía, que se limita a una silla de enea, situada en el centro del escenario, con el significado simbólico que esta tiene, es suficiente para situarnos en la época en la que se desarrolla la acción. La música, muy bien seleccionada, para acentuar los momentos más dramáticos. El ritmo, a veces, brillantemente conseguido, como, por ejemplo, en la huida que sigue a la boda; en otras ocasiones, en cambio, decae a causa de los silencios excesivos.  

En cuanto a la interpretación, ya conocíamos la calidad de Isabel Mª González, que vuelve a demostrarnos sus recursos interpretativos, fundamentalmente, la voz y el gesto, que se ajustan a la personalidad atormentada de la madre del novio, que sospecha el engaño de que va a ser objeto su hijo; también la presencia sobria en escena, pero eficaz dramáticamente de Mª Carmen Encinas en el papel de criada y de Rafael Arévalo en el de novio. Pero fue una grata sorpresa Alicia Urbano interpretando una Luna, mitad lasciva y mitad fúnebre, irrumpiendo entre los espectadores por el pasillo central, muy bien secundada por Einhar Tejera en el papel de la Muerte, con gestos inquietantes, que desgraciadamente se percibieron con dificultad por la escasa iluminación. También resultaron convincentes las interpretaciones de Antonio Medina y Marina García en los papeles de Leonardo y la novia respectivamente. 

En fin, que disfrutamos con el buen teatro que nos ofreció ayer Numerele Impare, aunque de cara a próximas representaciones convendría que mejorasen la dicción, en ocasiones deficiente, quizá por la precipitación al decir los textos. Enhorabuena y que siga la marcha.   

 

CYRANO DE BERGERAC

MONTAJE DE JOSÉ ANTONIO ORTIZ

 

Comentaban ayer algunos compañeros del IES Gran Capitán, que no habían leído el libro y que asistieron a la representación de “Cyrano de Bergerac”, en el Teatro Circo de Puente Genil, que les costó entrar en la historia, porque no entendían muy bien lo que estaba pasando. La razón hay que buscarla no tanto en el montaje de José Antonio Ortiz, como en la obra en sí, donde asistimos a la presentación de Cyrano, como un personaje pendenciero y prepotente, que salta al escenario de una representación ficticia –teatro dentro del teatro- y amenaza con su espada al pobre Montflenry. Esta faceta agresiva del personaje, que desconcierta al espectador, es la que quiere mostrar, en primer lugar, Rostand, al igual que sucede con Don Juan Tenorio, en la obra homónima de Zorrilla. 

Pero en cuanto el amor, tema central de la obra, hace su aparición en escena, todos nos olvidados del calor reinante en la sala y nos dejamos arrastrar por la historia de un hombre que, a pesar de su arrogancia, no se atreve a expresarle sus sentimientos a la mujer de la que está enamorado, a causa del defecto físico de su descomunal nariz. Pasamos de despreciarle, a sentir compasión de él.

La música en vivo, compuesta originalmente para el montaje e interpretada con maestría por Alberto de Paz, aparte de dar un toque de frescura a la obra, se integra perfectamente en el desarrollo de la misma. 

Varias jaulas cúbicas de diferentes tamaños constituían la base de una escenografía original por su sencillez y su simbolismo, pues el amor se ha entendido tradicionalmente como la situación anímica de estar preso en el corazón de alguien. 

Mientras los actores y actrices combinaban las jaulas, moviéndose, a ritmo de la música, para componer formas y espacios, que servían de decorado a las diferentes escenas, los que asistíamos a la representación no desconectábamos de la historia, al contrario, seguíamos imbuidos en ella. 

Con una decoración tan moderna y alejada de la escenografía tradicional, que imita fotográficamente la realidad,  contrastaba un vestuario de época, especialmente diseñado para el montaje, y un maquillaje, que destacó en el momento final de Cyrano, con su rostro blanquecino y ojeroso que anunciaba la llegada de la muerte.  

 A pesar de que el montaje está muy bien trabado y las escenas se sucedían con fluidez, hubo algunas caídas de ritmo al final de la primera parte, quizá, porque fue el día del estreno y a la obra aún le falta el rodaje necesario. 

En la segunda parte, me gustó especialmente cómo se resolvían escenas corales, como la de la comida o la de la guerra, con sencillez y eficacia, situando a los personajes de espaldas a los espectadores. Pocas veces, en el teatro, el dorso de los actores ha resultado tan expresivo. 

Las interpretaciones presentaban la dificultad de decir el verso, con la entonación y gesticulación adecuadas, que, en mi opinión, todos los actores superan. El papel de Cyrano es interpretado con una sobriedad y contención, que contrastan, con el tono alegre y vivaz de la actriz que interpreta a Roxana. 

En suma, un buen regalo de despedida de curso el que nos ha hecho José Antonio Ortiz; una buena adaptación de la obra de Edmond Rostand, cuya duración ha reducido a menos de dos horas, eliminando personajes y escenas innecesarias para el desarrollo de la acción principal, con un personaje tan complejo, como Cyrano, a un tiempo, agresivo y tierno, prepotente y humilde, fracasado en el amor; y otro personaje tan simple como Cristián, que aparentemente sólo tiene su belleza física, pero que fue capaz de renunciar a su amada, cuando se dio cuenta de que, en realidad, no estaba enamorada de él sino de Cyrano. En un mundo, como el que vivimos, donde cada uno va buscando su propio interés, es de valorar un gesto como éste.   

CUENTACUENTOS EN EL IES GRAN CAPITÁN

EL OFICIO DE CONTAR HISTORIAS

El juego con los tonos de voz; los gestos que surgen naturales, adaptándose a la historia que cuenta; los sonidos onomatopéyicos imitando las voces de los animales; las pausas; y, de súbito, el movimiento acompasado del cuerpo emulando el galope de un caballo o el aleteo de un pájaro�

Así, con gran dominio de todos los recursos interpretativos, Rafalillo, les contó a los alumnos de 2º de ESO tres cuentos, dentro de la Semana de la Solidaridad, organizada por la Asociación Educativa Barbiana, y logró lo que difícilmente conseguimos los profesores en nuestras clases: captar su atención y despertar su interés, hasta el extremo de que, concluida la actividad, se oyó comentar: â??sigue, sigue, pasamos del recreoâ?.

Es difícil dominar mejor el arte de contar historias. Rafalillo hizo realidad el propósito didáctico de Don Juan Manuel de enseñar deleitando, porque los alumnos no sólo se lo pasaron bien, sino que, además, ellos mismos extrajeron las moralejas solidarias de los tres cuentos.

 Hoy, martes, hemos asistido a la representación teatral de “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, en el teatro Avanti de Córdoba. Se trata de una adaptación hecha por la empresa Recursos Educativos para alumnos de educación secundaria. Para darle ilación a la obra, se utiliza la figura de un narrador que cuenta resumidamente los fragmentos suprimidos, evitando de esta manera saltos en el vacío.  

La decoración no puede ser más sencilla: un telón de fondo que permite la proyección de sombras, de gran eficacia dramática, en escenas, como la del cementerio, con don Juan contemplando su propio entierro. Y a ambos lados del telón, colgando del mismo, dos sogas de ahorcado, que representan la muerte, elemento característico de la obra y del movimiento artístico donde se sitúa: el romanticismo.

Los demás elementos escenográficos (mesas, podios…), siempre a la misma altura y colocados de forma simétrica producen una sensación de equilibrio, que es la que corresponde a un espectáculo dramático de época, como el que hemos visto.  

Todas estas mimbres podían haber dado lugar a un montaje atractivo y digno; pero el desigual nivel interpretativo y, más en concreto,  la deficiente interpretación del personaje de Don Juan, lo tira todo por la borda; porque no puede llevar todo el peso de la obra un actor tan limitado en la dicción y en la modulación de voz, como apático en la actitud. Desde la primera escena, sosa y sin ritmo, a causa sobre todo de la escasa fuerza dramática del actor protagonista, hasta la última, en que rompe con la tensión inherente a la salvación de su alma, diciendo el texto con desgana, como si estuviera pensando en las sesiones que le quedan por representar, durante el día.  

Y es una pena, porque los demás actores rayan a gran altura, especialmente doña Inés, que es interpretada con extraordinaria convicción, modulando la voz, suspirando, moviéndose y gesticulando con naturalidad, por una actriz pletórica de recursos. También Ciutti, con una interpretación contenida, pero llena de matices, y Don Luis, jugando con los tonos de voz y apoyando sus palabras en gestos expresivos y naturales. 

El resultado de este desequilibrio en los niveles de interpretación son caídas frecuentes de ritmo; falta de pasión, en momentos que deben ser necesariamente apasionados; en definitiva, una pérdida de la cohesión y la credibilidad que todo montaje teatral ha de tener.         

FARSA DEL MAESE PATELÍN

MONTAJE DE JOSÃ? ANTONIO ORTIZ PONFERRADA

El género de la farsa, que surge en la Edad Media, cuando la gente se aburre del teatro religioso, se basa en situaciones en las que los personajes se comportan de un modo extravagante; pero esta extravagancia suele ir acompañada por el ingenio y la sutileza de los diálogos. A este modelo responde la â??Farsa del Maese Patelínâ?, que vimos representada el pasado viernes, 14 de junio, en el Palacio de Viana. El argumento es muy simple: un abogado venido a menos se las ingenia para sobrevivir mediante engaños, hasta que alguien más listo acaba por engañarle a él.

José Antonio Ortiz Ponferrada, en esta adaptación libre de la obra anónima del Siglo XV, convierte a dos personajes masculinos en femeninos (el pañero Guillermo pasa a ser la vendedora Catalina, y el pastor Corderillo, la pastorcita Teodosia Borrega) aparentemente sin ninguna intención dramática,

La escenografía sencilla â??seis columnas, una mesa de madera con sus banquetas, un carro de vendedora y un biombo- anuncia desde el principio que el montaje está orientado a la caracterización de los personajes. Además, permanece durante todo el tiempo, como en las representaciones profanas medievales, lo cual da un juego extraordinario, particularmente las columnas centrales, cuya posición retrasada con respecto a las otras cuatro deja un espacio que sirve de transición para las escenas. Como prácticamente toda la acción se desarrolla ante los ojos de los espectadores, los ágiles desplazamientos de los actores a través de este espacio central, así como los movimientos alrededor de las columnas, confieren el ritmo necesario al montaje, especialmente, en la primera parte, que es la más lograda.

Esta diferencia de ritmo entre la primera y la segunda parte tiene su reflejo en el nivel de interpretación. Brillan a gran altura: Ricardo Luna, con gran dominio de todos los recursos interpretativos: voz, gesticulación y movimiento -admirable la gradación en el proceso de locura que finge ante la vendedora- y Lua Santos, muy bien caracterizada en su papel de seria de la obra. También les da la réplica adecuada Pilar Nicolás, en su interpretación de esposa de Maese Patelín. En cambio, los personajes que se incorporan en la segunda parte de la obra hiperactúan en exceso, desde el primer momento que entran en escena, tanto que se convierten en una caricatura de sí mismos y pierden credibilidad, desvirtuándose, así, su aportación al conjunto de la obra. Por ejemplo, los gestos exagerados de la pastorcita para acentuar su condición de paleta, a veces, producen una impresión de saturación más que de comicidad. Igualmente, la excesiva caricaturización del juez obstaculiza los efectos cómicos del diálogo ingenioso entre Patelín y la vendedora, en el que ésta mezcla el paño con las ovejas.

En mi opinión, entre la extravagancia de las situaciones que presenta el texto de la â??Farsa de Maese Patelínâ? y el ingenio y la sutilidad de sus diálogos debe existir un equilibrio, el cual consigue José Antonio Ortiz en la primera parte de su montaje, sin acentuar excesivamente ninguno de estos dos elementos. Sin embargo, la obra se descompensa en la segunda parte, probablemente, porque el propio texto da menos juego dramático, pues la inmovilidad de la acción, que se desarrolla en la sala de justicia, obliga a cargar las tintas en la caricaturización de los personajes.

Esto no invalida la impresión general favorable que causó la obra. De hecho, los más de cien espectadores, incluidos algunos alumnos del IES Gran Capitán, que asistimos a la representación de la â??Farsa del Maese Patelínâ? pasamos un buen rato, nos reímos y nos fuimos con el mensaje, siempre actual, a pesar de los cinco siglos que han pasado, de que el engaño no conduce a nada, porque siempre habrá alguien, más listo que tú, que te devuelva a la cruda realidad.

FESTIVAL DE TEATRO DE LOS PATIOS

Del 2 de junio al 5 de julio, dentro del Festival de Teatro de los Patios, se van a representar en Córdoba, en el Patio de Los Naranjos y en el Palacio de Viana, seis obras teatrales, entre las que se encuentran dos dirigidas por nuestro compañero José Antonio Ortiz:

«Farsa del Maese Patelínâ? (anónimo del XV) por el grupo Uno teatro, los días 12, 13 y 14 de junio, a las 22 horas , en el Palacio de Viana.

â??Novecentoâ? de Alexandro Baricco por Teatro Ã?aque, los días 19, 20 y 21, a las 22 horas, en el Palacio de Viana.


Deseamos a José Antonio el mayor éxito. â??Novecentoâ? ya tuvimos la ocasión de verla el día de su estreno en Puente Genil y los alumnos de 2º de Bachillerato han sabido de ella en el mesa redonda sobre la creación, celebrada recientemente en nuestro instituto, en la que José Antonio, al explicar cómo montaba sus obras de teatro, puso el ejemplo de este texto de Baricco. Por lo que manifestaron, después de la actividad, en este blog, para ellos fue un descubrimiento conocer los entresijos de un montaje teatral. Semanas después tuvimos la oportunidad de asistir a la representación â??Amoríos de esperpentoâ? en la Escuela Superior de Arte Dramático, que les causó también una grata impresión. Así pues, como parece que se ha creado la afición al teatro, esperamos que se acerquen, durante los meses de junio y julio, al Patio de Los Naranjos y al Palacio de Viana para asistir a estas representaciones.

En esta dirección, podéis encontrar más información sobre el Festival de Teatro de los Patios de Córdoba:  

http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=406239

AMORÍOS DE ESPERPENTO

POR LOS ALUMNOS DE 4º CURSO DE LA ESCUELA SUPERIOR DE ARTE DRAMÁTICO DE CÓRDOBA

El esperpento es una forma distinta de ver la realidad, en la que se exageran, con intención paródica, diferentes aspectos de ésta. Y es a través de los personajes como mejor se consigue esta distorsión de la realidad. Quizá por esta razón, en el montaje que vimos ayer de dos obras de Valle-Inclán (“La cabeza del Bautista” y “Ligazón”) y una de Francisco Nieva (“Combate de Opalos y Tasia”) todo estaba enfocado hacia la caracterización de los personajes: la escenografía sobria, con un lienzo que cruzaba el escenario de parte a parte y servía de elemento de separación a los dos niveles en que se desarrollaba la acción: uno inferior que coincidía con la escena y otro superior empleado para acentuar los rasgos caricaturescos de los personajes; la iluminación con continuos juegos de luces y de sombras; la música, sobre todo la interpretada en directo por los propios actores con instrumentos populares, como el acordeón.

Pero, como decíamos, lo que sobresalió por encima de todo fue la caracterización de los personajes, desde el primer momento que entraban en escena, como debe suceder en el buen teatro. Así por poner algunos ejemplos: la Pepona de “La cabeza del Bautista” con sus gestos y movimientos lascivos e insinuantes; la sombra siniestra de los fantoches de esta misma obra; las figuras encorvadas de las brujas de “Ligazón” con su monserga en gallego.

Otro de los aspectos destacados, que añadió plasticidad al montaje de las dos obras de Valle-Inclán, además de facilitar la comprensión de las mismas por los jóvenes espectadores, fue la incorporación de las acotaciones al montaje, como si hubieran sido creadas para ser dichas. Un acierto, sin duda, porque las acotaciones del escritor gallego tienen la misma calidad literaria y dramática o más que los propios diálogos y forman parte de esa estética sistemáticamente deformada que denominamos esperpento.

A todo esto, además, contribuyó el ritmo, los hábiles enlaces entre escena y escena, a veces a través de las acotaciones a las que nos hemos recibido, de unas obras cuyo argumento es tan simple que por sí mismas apenas hubieran enganchado a los espectadores.

En conjunto, nuestra valoración es muy positiva, pues asistimos a una auténtica lección de interpretación por los alumnos de 4º de la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba. Que nos convenciera menos, probablemente por lo disparatado de su argumento, “Combate de Ópalos y Tasia”, pieza escrita, recién finalizada la dictadura del general Franco, con una clara intención provocadora,  es secundario. Montajes como el que vimos ayer, crean afición. Nuestra felicitación a los actores, al director, Francisco García Torrado, y a la Delegación de Educación del Ayuntamiento que ha promovido la actividad.

Así, viví la mesa redonda del lunes pasado sobre la creación artística. La anécdota de la alumna que había aprendido de memoria un poema de Federico despertó en mí un sentimiento de ternura, como el amor a la familia, a la naturaleza y a la cocina, que está en el germen del libro de Juan Carlos. El trabajo concienzudo, meticuloso y lleno de imaginación, reflejado en el protagonista de la obra â??Novecentoâ?, dirigida por José Antonio, vino a demostrarnos que la inspiración está lejos de ser algo involuntario que recibe el artista, sin un entendimiento cabal de lo que le está sucediendo. El ritmo de Soul Crack; la voz y los gestos de Benito, como la proa de un barco que señala el rumbo a seguir; los movimientos armoniosos de Manolo en la batería, consiguieron emocionarnos y establecer con los que asistimos a la actividad una complicidad, que se apreciaba en el silencio respetuoso con que escuchábamos las canciones, un silencio que se transformaba en risa, cuando la cámara los enfocaba de cerca, y que finalmente derivó en aclamación sincera y espontánea.

Así, viví dos horas, que se pasaron volando, dos horas plenas de autenticidad, porque si algo nos quedó claro a los que estábamos allí es que, detrás del arte hay vida; detrás de una canción, de un poema o de una receta, hay un hombre o una mujer que siente, y un esfuerzo por expresar este sentimiento, a través de los sonidos, de las palabras, de los movimientos.

Los alumnos asistentes disfrutaron con todo esto y al descubrir un lado oculto de sus profesores, una imagen distinta, quizá más auténtica de la que mostramos diariamente en nuestras clases.

Deseamos, a pesar de los tiempos de zozobra que se avecinan, que continúen organizándose actividades como ésta, que propician la comunicación libre y espontánea entre los alumnos y los profesores; actividades en las que tanto unos como otros nos quitamos los disfraces del día a día, y crecemos como personas.

IMPROVISACIONES SOBRE LIBROS

POR «NUMERELE IMPARE»Â 

Todos vestidos de negro, para acentuar los gestos y los movimientos, para realzar los colores; todos sentados en el borde del escenario, nerviosos e inquietos, antes de empezar la actuación; mientras, Lúa, la monitora que los dirige, les da los últimos consejos. 

â??Noche de baile en el infiernoâ? es el título del primer libro. Una vez oído, los jóvenes actores y actrices disponen de tres minutos para preparar la improvisación. Transcurrido este tiempo, salen a escena y la desarrollan. Aún se notan los nervios en el temblor de la voz, en los movimientos inseguros, en algún choque inoportuno.  

Pero, poco a poco, y a medida que se suceden las pequeñas historias (â??El capitán Alatristeâ?, â??Las mil y una nochesâ?, â??Manolito Gafotasâ?â?¦), vamos reconociendo en el grupo â??Numerele Impareâ? aspectos fundamentales para improvisar: la confianza en sí mismos, que se contagian unos a otros con su alegría y sus ganas de actuar; la capacidad para concentrarse en una situación, que evita un defecto que en teatro de improvisación puede ser mortal de necesidad: la dispersión; y sobre todo saber escuchar al compañero, para que la improvisación crezca por sí misma, adquiera vida propia, como si se tratase de cualquier obra escrita.  

En las improvisaciones no tienen en cuenta el contenido de los libros, sólo su título, que señala el tema a seguir; pero, en ocasiones, los jóvenes actores se centraron demasiado en éste, pensando que con repetirlo era suficiente, y olvidando lo más importante que es vivirlo y sentirlo. De hecho, cuando consiguieron esto último, como, por ejemplo, en â??La sombra del vientoâ?, con la que cerraron el espectáculo y en la que participó todo el grupo, la improvisación se desarrolló fluida y con ritmo; y los intérpretes brillaron con luz propia. Igual sucedió en la titulada â??Lazarillo de Tormesâ?, donde recrearon con gran sentido del humor el episodio del toro de piedra, en el que el ciego le da la primera lección a Lázaro. Además, el acierto en la improvisación se vio reforzado por un uso eficaz y creativo  de los escasos útiles y complementos que les sirvieron de decoración y vestuario (mesa, sillas, peluca, gafas, pañuelosâ?¦)  

Sin duda, el espectáculo de â??Numerele Impareâ? fue a más y tiene mucho mérito, porque la improvisación es una técnica teatral difícil, que, aunque parezca una contradicción, requiere mucho ensayo. Me refiero a que es necesario realizar antes una serie de actividades que desarrollen capacidades como: la concentración, la confianza, la escucha, la imaginaciónâ?¦Â 

Entre improvisación e improvisación, Lúa leyó cuentos breves, que comentaba con los alumnos asistentes a la representación. Me quedo con la moraleja de uno de ellos: aprender a decir no, especialmente saludable en una sociedad en la que estamos empeñados en caer siempre bien, y en resultar amables y tolerantes. 

Pero nosotros decimos sí a â??Numerele Impareâ? por la ilusión y alegría que ponen en sus actuaciones, porque cada vez están más formados como actores y porque constituye un satisfacción para los amantes del teatro tener en nuestro centro un grupo como ellos.Â