Esta novela tiene, particularmente para los que vivimos el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, un interés especial por un doble motivo: porque analiza minuciosamente las causas del mismo, así como a los personajes que lo protagonizaron o sufrieron; y sobre todo por la forma envolvente con que están narrados los hechos, con repeticiones, paralelismos y simetrías constantes entre los personajes y entre los hechos que se cuentan y otros similares. Este doble interés histórico y literario es quizá lo más original y lo más conseguido por Javier Cercas. Él mismo en el prólogo reconoce que quiso hacer, en un principio, una novela inspirada en aquellos hechos, pero que desechó esta idea y, finalmente, optó por una reconstrucción literaria de los mismos. El resultado es un “excepcional cruce de géneros”, como ha escrito Javier Pradera, pues “Anatomía de un instante” se lee con interés histórico, pero también con indudable interés literario.
Comienza analizando lo que él llama la placenta del golpe, es decir las causas del mismo, que se resumen en una conspiración de todos contra Adolfo Suárez y la democracia que él representaba: desde los periodistas, tanto los de ultraderecha como los demócratas, pasando por los financieros, los empresarios y los militares, hasta toda la clase política en pleno, incluyendo la corona. En este capítulo, analiza el gesto del presidente Suárez de permanecer sentado en su escaño ante la orden genérica de Tejero de tumbarse en el suelo; un gesto con muchos significados, sobre el que volverá una y otra vez, a lo largo de la novela. Después, se centra en la figura de Gutiérrez Mellado, probablemente quien opuso, dentro del hemiciclo, mayor resistencia al golpe, y que paradójicamente, cuarenta y cinco años atrás, cuando era un teniente recién salido de la academia, apoyó la insubordinación de Franco de 1936 contra el gobierno republicano, democráticamente establecido. A continuación se fija en Santiago Carrillo, el tercer hombre que desobedece la orden de tumbarse al suelo y que también paradójicamente no creyó en la democracia hasta muy avanzada su vida. En el siguiente capítulo, analiza las figuras de los tres militares que urdieron la trama del golpe, Alfonso Armada, Jaime Milans y Antonio Tejero, cada uno con sus propios intereses y motivaciones: el primero, para retornar al poder, que había ostentado como preceptor del príncipe Juan Carlos; el segundo, nostálgico del franquismo, porque quería recuperar para el ejército de la Victoria el poder que Gutiérrez Mellado le había arrebatado; y el tercero, más franquista aún que Milans, porque soñaba con la utopía de una España convertida en un cuartel, un lugar de orden y tranquilidad, regulado por los toques de corneta. En el último capítulo, vuelve a Adolfo Suárez, para analizar su trayectoria personal y política, primero como arribista del franquismo, después, para ganarse la confianza del rey y de los partidos de la oposición, y finalmente para desmontar, con extrema habilidad, el aparato de la dictadura y traer la democracia a España. Una trayectoria personal, siempre guiada por la ambición y por unas dotes de seducción, que le abrían todas las puertas. Suárez es el auténtico protagonista de esta novela, con sus virtudes y sus defectos, maltratado hasta la vejación y el insulto, durante los dos últimos años como presidente del gobierno, y ensalzado, hasta ser convertido en un héroe nacional, cuando ya había abandonado la política y la desgracia se cernía sobre su familia.
Hay dos momentos especialmente emotivos relacionados con este personaje: uno es cuando Cercas recuerda irónicamente la ingratitud del rey Juan Carlos, al entregar el collar de la Orden del Toison de Oro, la máxima distinción de la corona, a Suárez, cuando éste ya estaba sumergido en la desmemoria del alzhéimer; y otro, ya al final de la novela, cuando, evocando la figura de su padre, suarista convencido, le pregunta momentos antes de morir que por qué había confiado en Suárez y su progenitor le responde: "Porque era como nosotros".
Los hechos y los personajes se analizan, como comentamos al principio, desde múltiples perspectivas y considerando diferentes hipótesis, como en un intento de abarcar toda la realidad sobre el golpe del 23 de febrero, que en palabras del propio Cercas constituye “un laberinto espejeante de memorias casi siempre irreconciliables, un lugar sin apenas certezas”; pero una realidad, al fin, con la suficiente fuerza dramática y el poder simbólico que exigimos a la buena literatura, y que nos es contada como si nadie la hubiese contado, como saben hacerlo los grandes contadores de historias. Una muy buena lectura para el verano.
Me encantan, tus maravillosos comentarios sobre este libro. Casualmente, acabo de leerlo, hace, tan sólo, tres o cuatro días. Y coincido contigo en el análisis y comentario del libro y por ello te felicito. Me han parecido muy completito, muy certero y serviría – a mi modo de ver – como un estupendo prólogo del mismo.
Para mi, su columna del País Semanal, desde hace ya tiempo, es lectura obligada y en este libro que narra unos hechos, que viví a mis veintitantos años, me transporta a una época, absolutamente crucial y llena de transcendentes vivencias personales.
Coincido con él en casi todo y le agradezco que haya tratado el tema pues, además de retrotraernos a una etapa histórica tan decisiva en este país como fue la transición, nos aporta muchísima información al respecto. Mucha de ésta era desconocida para mi y que te explica – y te aclara muchas de las situaciones vividas entonces.
Si tuviera que explicitar los méritos del autor, seguramente que me dejaría muchísimos atrás pero destacaría su maravilloso manejo de la lengua, en sus riquísimas narraciones y su exquisito – según mi opinión – tratamiento de los hechos : analizando – como tu decías Matías – no sólo desde el punto de visto histórico y literario sino desde diferentes perspectivas de esos personajes al compararlos, unos con otros, haciendo simetrías y paralelismos muy, muy curiosos.
Al final, creo que nos sorprende a todos, al menos a mi, aludiendo a su padre y analizándolo paralelamente al personaje central del libro y principal protagonista que es Adolfo Suárez. Esto que me pareció un alarde de sinceridad, transparencia y que ayuda sin lugar a dudas a concretar el tema en su misma familia, me hizo llorar.
Pero claro, siempre se puede echar algo de menos al tratar este tema; quizás él no quisiera desviarse del tema central, porque claro el tema te extrapola a otros que yo eché de menos o que no profundizó o aclaró suficientemente, quizás lo haya hecho a propósito, utilizando la teoría de que él expone los hechos y deja que el lector sacar sus propias conclusiones, a parte de las que él te ofrece ya; por ejemplo:
¿ Hasta qué punto el Rey, tuvo que ver – directa o indirectamente – con su actuación política en la preparación del golpe ? – Veo como una laguna en la postura del Rey: desde que -mantiene su inquietud, desacuerdo con la política del gobierno de Suárez, manifestándolo supongo en las conversaciones que tuviera con Armada y muchos otros para llegar a hacerlos pensar que estaría de acuerdo en apoyar un futuro golpe de estado – hasta no permitir que Armada vaya a la Zarzuela, negándole la posibilidad de convencerle. Quizás J Cercas no se atreviera a tanto. Parece que los sólidos principios democráticos del Rey no quedan tan bien parados.
Por otra parte, no estoy muy de acuerdo con él o simplemente me parece que – la respuesta que dice que da el pueblo español es sobre todo y ante todo “pasiva” y desde luego poco firme, contudente a lo que estaba pasando. O sea que si las mayorías de las Capitanías Generales hubiesen apoyado el Golpe – que no lo apoyaron y ahí no nos analiza las causas de esa falta de apoyo, para mi fundamentales – hubiese triunfado el Golpe. Yo, desde luego, creo que no, tú y yo que conocíamos la transformación y las ganas de cambio que había ya en la sociedad española no podía, ni iba a consentir una marcha atrás en la marcha del país. Y la prueba fueron los diez millones de votos que sacó Felipe González en las próximas elecciones.
No, yo creo que el cambio era imparable y el golpe del 23 F , fue unos de los últimos coletazos, que era lógico que se dieran y se repitieran. En ningún momento, leo en el libro, que el 23 F, lo considere el autor como uno de los últimos coletazos del franquismo y, en mi opinión, en nuestra época, toda la opinión pública o al menos, las fuerzas más vivas y progresivas del país lo consideraban así. Eso sí, como tú perfectamente recordarás de aquella época, las consignas que venían de arriba en el PC, eran de tranquilidad, de parar a la gente, porque la situación en el seno del ejército – con la legalización del PC y las matanzas diarias de ETA – era muy, muy delicada. Pero, claro una cosa es que se calmara a la gente y otra que estuviésemos dispuestos que
Cositas como éstas, que acabo de exponer – para mi fundamentales – las echo de menos en el análisis de los hechos. Por lo demás, como ya he dicho anteriormente, me ha encantado.
Pide disculpas, amigo Matías, por haberme extendido tanto, pero es que me apetecía mucho, muchísimo.
El comentario tuyo del libro –te repito ha sido otro precioso regalo después del libro- gracias amigo ¡!!!!
Ezequiel Prados, extremeño de Cáceres y amigo tuyo de esa época. Un abrazo muy, muy fuerte
¡Qué alegría volver a saber de ti, Ezequiel! Lo que dices sobre que los principios democráticos del rey no salen muy bien parados, creo que en parte tienes razón, pero no sólo durante el golpe de estado, sino antes del mismo cuando, según la documentación que maneja Cercas, llega a ver con buenos ojos la posibilidad de un gobierno de concentración encabezado por Armada, que sustituyera a Suárez, siempre que contara con el beneplácito del congreso de los diputados. Sin embargo, lo que a mí me parece más grave es que los partidos democráticos, incluyendo al PSOE, aunque con la excepción del Partido Comunista, barajaran esa posibilidad. Eso sí que para mí ha constituido una decepción.
Con respecto a la actitud pasiva del pueblo español, durante el desarrollo del golpe, probablemente tenga razón Cercas, si consideramos a la generalidad de la población, que todavía vivía bajo los efectos paralizantes de la dictadura, pues lo cierto es que no se produjo ninguna manifestación de protesta contra el golpe o en defensa de la democracia, hasta después de fracasado el mismo. No te voy a negar el deseo mayoritario de que las libertades permanecieran en España; pero el miedo también estaba incrustado en la sociedad española, en especial en las personas que en aquel momento desempeñaban algún cargo político, como por ejemplo, los concejales socialistas o comunistas de los pueblos, que hubieran sido los primeros en sufrir las consecuencias del golpe de estado, en el caso de haber triunfado.
Sin embargo coincido contigo en que, en febrero de 1981, el cambio democrático que se había dado en España, 4 años antes, era irreversible. Incluso en el hipotético caso de que se hubiera impuesto lo que Cercas llama el golpe duro, la vuelta a la democracia hubiera sido cuestión de días.
En fin, amigo Ezequiel, me alegra mucho de que hayas compartido conmigo tus impresiones sobre la lectura de “Anatomía de un instante”. Un fuerte abrazo.