Ayer, leímos, en clase de 2º del PCPI, una entrevista con el grupo cordobés Estirpe, en la que uno de sus componentes, a la pregunta “¿En qué habéis cambiado profesionalmente, a medida que habéis cumplido años?”, respondía que habían abierto su mente, se habían liberado totalmente de los prejuicios y habían ampliado sus influencias musicales.
A partir de esta respuesta, les planteé a los alumnos cómo habían cambiado ellos, desde que empezaron a estudiar en el instituto, si habían madurado, como los componentes del grupo Estirpe.
Hubo dos reflexiones que me sorprendieron:
- Algunos alumnos aseguraron que ellos no se habían liberado de prejuicios, porque nunca los habían tenido, es decir, nunca habían juzgado negativamente a una persona, sin conocerla.
- Otros comentaron que apenas habían experimentado cambios, porque llegaron del colegio con el sambenito de torpes y, así, les han considerado en el instituto hasta la actualidad.
La primera de estas reflexiones pone de manifiesto los valores de los alumnos, su respeto hacia las personas, con independencia de la raza y el sexo de las mismas, aunque no siempre manifiesten este respeto hacia los profesores, en las clases.
En cambio, la segunda reflexión deja traslucir su baja autoestima, su conciencia de estudiantes fracasados, en gran parte, responsabilidad de ellos mismos, por no esforzarse lo suficiente; pero, en parte, también, por el juicio negativo, que los profesores nos formamos, en ocasiones, sobre determinados alumnos, sin el conocimiento necesario.