UN MAESE PATHELIN MEJORADO

Desde la primera vez, que tuvimos la oportunidad de ver este montaje de José Antonio Ortiz, al que vimos, el pasado jueves, en nuestro centro, se ha producido una mejora sensible, pues se han mantenido los aciertos, que fueron muchos, y se han pulido los aspectos menos conseguidos, que fueron los menos. Lo comentamos en el coloquio posterior a la representación: el montaje de Maese Pathelin, como los buenos vinos, ha ido a mejor, adquiriendo un ritmo continuado, que le hace más compacto, y un equilibrio interpretativo entre la naturalidad del teatro neoclásico y la exageración de la comedia del arte, necesario en una género cómico, como la farsa, donde los diálogos son fundamentales.

Los que asistimos a esta segunda representación de las Primeras Jornadas de Teatro del IES Gran Capitán, que casi llenamos el aforo del salón de actos, pasamos un rato muy agradable. Desde la primera escena, en la que Maese Pathelin le comunica a su mujer su disposición de engañar a la vendedora, con un Ricardo Luna -cada vez más seguro de sí mismo y al que se veía disfrutar en el escenario- los espectadores nos sentimos implicados en la acción. A pesar de las limitaciones de espacio, los actores se movían con agilidad entre las columnas -de la casa del protagonista al puesto de la vendedora, y a la inversa-, produciendo la sensación de que verdaderamente existían estos dos lugares.

El momento cumbre lo alcanza la obra, cuando la vendedora, interpretada por una sobria y contenida Lua Santos, va a reclamar el dinero del paño y Maese Pathelin finge estar loco. Ya lo comentamos en la anterior crítica, pero hay  que volverlo a resaltar, porque la escena tiene una vivacidad y un dinamismo, en tan reducido espacio,  y los actores se mueven con tanta gracia, en especial, Ricardo Luna, que producen el verdadero regocijo de los espectadores.

La escena del juicio, esta vez sí la hemos disfrutado, escuchando con nitidez los ingeniosos diálogos entre el juez –sorprendente la transformación de Pilar Nicolás, que hace también el papel de Dorotea-, Maese Pathelin, la vendedora y la pastorcita. Nieves Palma, además, interpretando a esta última, consigue el necesario equilibrio entra la naturalidad y la exageración, sin renunciar al tono de voz y a los gestos, que la identifican como pueblerina.

El mensaje de la obra sigue teniendo una gran actualidad, pues cada vez se conocen más casos de personas, que medran socialmente, utilizando medios ilegítimos, es decir, mediante el engaño.

Enhorabuena, a la compañía Uno Teatro. A ver si las instituciones públicas cordobesas, comenzando por la que gestiona el Gran Teatro, incluyen en sus programaciones anuales a grupos como éste. Una de las asistentes a la representación del jueves sugirió que “Maese Pathelin pasara por todos los institutos de Córdoba. No estaría mal, porque como dijo Lorca “El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para edificar un país”. Se refería a que un teatro de calidad que refleje los problemas sociales puede cambiar la sensibilidad de un pueblo. Él llevó a cabo esta labor edificadora con su grupo La Barraca, representando obras del teatro clásico español por  los pueblos más recónditos del territorio nacional. Compañías como Uno Teatro podrían hacer la misma labor por los institutos de Andalucía. Claro que necesitarían el apoyo de las instituciones públicas, como el que recibió Lorca, durante la Segunda República.

CON JOAN LLANERAS DE POESÍA

Así no hemos sentido, esta mañana, los alumnos y profesores, que hemos tenido la fortuna de asistir a su espectáculo, como si fuéramos caminando con él, hablando de poesía, tal es la cercanía que transmite su forma de recitar.

-¿Cuándo empieza la poesía?- nos ha preguntado a los espectadores, que guardamos un respetuoso silencio.

– Si descubro en un texto más cosas de las que están escritas, aquí empieza lo poético- se responde él mismo- ¿Estáis de acuerdo?

Y a continuación ha comenzado a recitar, enhebrando un poema con otro, como quien nos cuenta un secreto:

“El juego de hacer versos es algo que acaba pareciéndose al vicio solitario”

“Sólo los que aman saben decir tú”

“Si tú me olvidas, quedaré muerto sin que nadie lo sepa”

“Mi locura sería enseñar a las aves a cantar (…)

A todas las preguntas responderé tu nombre”

“Yo te amo y sufro mucho porque lo dudas”

Estos son algunos versos sueltos, pertenecientes a distintos poemas de amor, que he ido anotando arbitrariamente, guiándome sólo por la intuición; todos dichos por Joan en voz alta, como si fuesen prosa, mientras paseaba su mirada por cada uno de nosotros; jugando delicadamente con los tonos de voz, creando un halo de misterio en torno a él…

“Volver a amar era revivir la flor marchita (…)

Volver a amar es, sin querer, hacer sufrir”

Entre aplauso y aplauso, un comentario para introducir un largo pasaje del Quijote, cómo no, sobre el amor…

 Y vuelta a los versos, ahora dedicados a la gran urbe:

“Soledad entre las gentes… Oficinas sin tintero… Coca-colas… Garajes con ascensor…. Suciedad junto a limpieza…”

Joan recita con naturalidad y convicción, ante las caras embelesadas de alumnos y profesores. Sin duda, ha sabido llegar a todos nosotros.

-¿Qué os queda por probar a los jóvenes de este mundo? – dice uno de los últimos versos..

-La poesía recitada, como la que hemos tenido la fortuna de escuchar esta mañana.

CONCIERTO DIDÁCTICO EN EL IES GRAN CAPITÁN

Dentro de las actividades de nuestra XVIII Feria de Libro, tuvo lugar ayer un concierto didáctico, en el salón de actos, a cargo de Lydia Sag Legrán (piano) José María Martínez (clarinete).

Los alumnos de 2º de ESO, acompañados de sus profesores, siguieron el mismo, primero, con alguna incertidumbre y, después, a medida que avanzaba, con gran interés.

Los dos jóvenes músicos, en su breve recorrido por la historia de la música y acompañando sus interpretaciones de explicaciones didácticas, comenzaron con el clasicismo. En concreto, con el 1º movimiento del concierto para clarinete y orquesta en Fa menor de Von Weber, caracterizado por la armonía y el equilibrio musical, mientras se proyectaban imágenes y textos sobre la vida y obra de este compositor. Situados en ambos extremos del escenario –piano, a la izquierda, y clarinete, a la derecha- entablaron como un diálogo entre los dos instrumentos, tal era su sintonía y compenetración.

Continuaron con “Claro de luna” de Beethoven, compositor perteneciente al romanticismo, con el que el piano aumenta extraordinariamente sus posibilidades sonoras. Lydia Sag consiguió extraer estas posibilidades con una interpretación serena, pero rebosante de pasión, mientras la imagen del sordo genial nos contemplaba, desde el centro del escenario.

A continuación, el 1º movimiento de la Historia de un tango de A. Piáosla, donde se funde la música folclórica con elementos del jazz. El diálogo entre los dos instrumentos transmitía modernidad y viveza; la música sonaba ligera y alegre; y los aplausos de los asistentes también se oyeron unánimes y entusiastas.

Para finalizar, interpretaron bandas sonoras de películas famosas: “El señor de los anillos” (para los que habíamos escuchado esta música en la oscuridad de las salas de cine fue un descubrimiento poder ver a sus intérpretes); “Flashdance” (algunos alumnos mandaron callar a una minoría, que manifiestaba los primeros síntomas de cansancio); “007”; “VP” (una película muy bonita y divertida, me comentó Francisco); “Amor inmortal”; “La pantera rosa” (que no podía faltar); “Somos los mejores” (mientras sonaba el timbre del recreo); “New York”; y la propina para algunos de los asistentes que nos acercamos al escenario, una vez finalizado el concierto.

En resumen, un concierto ameno, pues no aburrió en ningún momento, y didáctico. Qué más se puede pedir.

TRIVIALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA

Acabo de escuchar en la radio que, en el sumario para juzgar el asesinato de Marta del Castillo, se cuenta que el móvil del presunto asesino, Miguel Carcaño, fue que la víctima se negó a darle un beso. Éste reaccionó con suma violencia, obligándola, primero, a mantener relaciones sexuales y estrangulándola, después.

Hace unos días, conocimos la noticia de la desaparición y muerte de la niña de 13 años, Cristina Martín, a manos presuntamente de una compañera de colegio, con la que, al parecer, mantenía una rivalidad amorosa. La  agresora tenía fotos en su red Tuenti de cementerios y de muñecas cortadas y defendía el lema “soy como soy y al que no le guste, muerte”. Además, según los psicólogos que asistieron al interrogatorio,  al confesar su crimen, apenas se inmutó ni mostró el menor síntoma de arrepentimiento.

Son dos episodios de la vida actual, que ponen de manifiesto la trivialización de la violencia entre algunos jóvenes, que suelen recurrir a ella para resolver sus problemas.

En clase, comentamos el segundo de estos episodios y les pregunté a los alumnos si tenía justificación un comportamiento tan agresivo y cómo hubieran actuado ellos de encontrarse en una situación similar de rivalidad amorosa. Las respuestas no dejaron de preocuparme, pues algunos comprendían, en parte, la actitud de la presunta asesina e incluso afirmaron que podían recurrir también a la fuerza para resolver este tipo de cuestiones.

No sé quién es responsable de esta trivialización de la violencia, la cual es considerada como una vía normal de resolución de conflictos; pero me temo que el cine y la televisión, al igual que los juegos con ordenador, donde vemos, con frecuencia, escenas de torturas y muertes, o Internet, donde se puede acceder a imágenes de extremada violencia, tienen parte de culpa.  Y supongo que es tarea de todos, en especial de las familias, contrarrestar estos efectos negativos.

SOLILOQUIO DEL FARERO

La profesión de farero se extingue, pues los faros ya están todos automatizados. Esta noticia de la que se hizo eco ayer El País, me ha hecho recordar el poema “Soliloquio del farero”, en el que Luis Cernuda canta a la soledad que le ha acompañado desde niño y que él, en ocasiones, traicionó, pero con la que siempre se reencuentra. El poeta sevillano se imagina en un faro, contemplando el mar, guiando a los hombres, que, unas veces, cuando el mar está bravo, esperan una revolución ardiente y, otras, cuando está en calma, se sienten rendidos y dóciles:

(…)

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aun cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
(…)

Cernuda expresa, a través de este elemento de la naturaleza, sus propios sentimientos y deseos. El mar cambiante activa todos los sentidos del poeta: la vista, con su insaciable oleaje; el oído, con el misterioso sonido que produce; el tacto, con sus suaves caricias sobre la piel.

La noticia de El País informaba también de que el gobierno está preparando una reforma de la ley para poder instalar hoteles y bares en los faros, con el fin de salvar del abandono los que aún quedan en España. Parece que la privatización es el sino de nuestro tiempo. Esperemos que no nos impida, como a Cernuda, disfrutar de la contemplación del mar.

ABURRIMIENTO

Dice José Antonio Marina que el aburrimiento es una emoción menor, si lo comparamos con la ansiedad, la tristeza o la ira; sin embargo, por aburrimiento, se han cometido verdaderas atrocidades, como prender fuego a una mujer indigente, que dormía en un cajero automático, después de rociar su cuerpo con gasolina. También esta emoción ha conducido a muchos jóvenes hacia la droga. Según un reportaje, publicado en El País Semanal, el pasado 2 de marzo, algunas personas, para evitar aburrirse, empalman una pareja con otra, como si huyeran de la soledad.

Sin embargo, el aburrimiento no significa exactamente no hacer nada. Recuerdo una entrevista al fallecido actor, Fernando Fernán Gómez, en la que decía que lo que más le gustaba en la vida era tumbarse en el sofá y dejar que su mente volara libre, sin detenerse en ningún pensamiento, es decir, no hacer nada.

Cuántas veces nuestros alumnos se dejan llevar por esta sensación, aparentemente, de paz y tranquilidad. Con frecuencia, los padres se quejan de que su hijo se pasa las horas en la habitación o en el sofá del salón, sin hacer nada. También, en ocasiones, lo notamos nosotros, los profesores: alumnos que están como levitando en el pupitre, observándonos como si fuéramos transparentes, o contemplando la pantalla del ordenador, que según ellos está apagado, o con la mirada perdida en el patio.

La duda es si, en verdad, están aburridos, o les sucede igual que a Fernando Fernán Gómez. En cualquier caso, con su falta de curiosidad e interés, probablemente, están renunciando a dos de las cualidades más relacionadas con el placer y la felicidad.

ABUSOS

Ayer podíamos leer en El País que el religioso español, José Ángel Arregui, preso en Chile, bajo la acusación de poseer pornografía infantil (2.000 fotos y más de 400 horas de vídeo), incluidos los abusos a menores cometidos por el mismo, cree que esta práctica es algo socialmente aceptado.

Hace unos días, este mismo periódico daba a conocer el sumario por el que han procesado a Fernando Torres Baena, ex campeón de España de Kárate, por abusos sexuales continuados y corrupción de menores; en su academia, se fomentaban las relaciones sexuales entre menores y también entre menores y adultos. Para el citado Torres Baena, estas prácticas constituían un estilo de vida, como otro cualquiera.

Los dos individuos vienen comportándose así, desde hace casi 20 años, y aprovechaban la facilidad que tenían para acceder a los niños y jóvenes -uno como director de una academia de Kárate y otro como profesor de gimnasia- para cometer sus fechorías, sin levantar sospechas.

Hace falta tener un grado de cinismo muy alto o padecer una enfermedad que te ocasione una deformación de la realidad, para considerar los abusos a menores como algo perfectamente normal.

Claro que todo resulta más fácil de entender, si consideramos que los agresores han contado con la protección  o la connivencia de personas e instituciones. Por ejemplo, la iglesia católica sistemáticamente ha ocultado las agresiones sexuales cometidas por sus clérigos y sacerdotes y, en el caso del ex campeón de kárate, la ayuda de su pareja y la de algunos profesores de la academia, resultó fundamental para que no salieran a la luz los abusos a menores.

MINERVA

Después de tres días del fallecimiento repentino de nuestra alumna, Minerva Murillo Martín, y del dolor inconsolable que nos ha causado a todos, muy especialmente a su familia, queremos dejar en su recuerdo estos versos de Pedro Salinas, donde nos viene a decir que el tiempo, representado por el sol, es como una lenta rueda que va subiendo a las personas hasta su cielo:

 “(…) Años que nada saben de sus números,
llegándose, marchándose sin prisa,
sol que sale, sol puesto,
artificio diario, lenta rueda
que va subiendo al hombre hasta su cielo.
Piso añicos de tiempo (…).”

Lástima que, en el caso de Minerva, la lentitud de esta rueda se haya transformado inopinadamente en prisa sin tregua.

EN RECUERDO DE MIGUEL DELIBES

Recuerdo haber leído en alto a mis alumnos el capítulo primero de “Los santos inocentes”, imitando el ritmo poético de la prosa de Miguel Delibes y el grito de Azarías al citar el cárabo:

“¡eh!, ¡eh!,

citándole, citando al cárabo, y, seguidamente, aguzaba el oído aguardando respuesta, mientras la luna asomaba tras un celaje e inundaba el paisaje de una irreal fosforescencia poblada de sombras, y él, un tanto amilanado, hacía bocina con sus manos y repetía desafiante,

¡eh!, ¡eh!,

hasta que, súbitamente, veinte metros más abajo, desde una encina corpulenta, le llegaba el anhelado y espeluznante aullido,

¡buhú, buhú!”

Eran alumnos del nocturno los que me escuchaban, personas adultas que habían decidido reiniciar los estudios y completar su formación con el bachillerato. Y lo hacían con respeto y con la curiosidad de quien escucha por primera vez la lectura en alto de una novela. Recuerdo sus caras expectantes, al mirarles por el rabillo del ojo, y cómo esa curiosidad me animaba a seguir y a meterme cada vez más en la lectura.

Como el personaje Azarías, al escuchar la respuesta del cárabo, yo mismo perdía la noción del tiempo y me trasladaba con él a la sierra extremeña:

“ y rompía a correr enloquecido, arruando, hollando los piornos, arañándose el rostro con las ramas y, tras él, implacable, saltando blandamente de árbol en árbol, el cárabo, aullando y carcajeándose y, cada vez que se reía, al Azarías se le dilataban las pupilas y se le erizaba la piel y recordaba a la milana en la cuadra, y apremiaba aún más el paso y el cárabo a sus espaldas tornaba a aullar y a reír y el Azarías corría y corría, tropezaba, caía y se levantaba, sin volver jamás la cabeza”.

Nunca he leído una comunicación tan perfecta entre el hombre y la naturaleza, como la de Azarías con el cárabo y, siempre que pienso en Miguel Delibes, lo relaciono con este personaje entrañable y esa mezcla de atracción y pánico que ejercía el cárabo sobre él.

HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DEL 11-M EN EL AULA DE MÚSICA

Acabo de escuchar emocionado la canción “Jueves”, interpretada por el coro de flautas de 2º B de ESO, acompañado al piano por su profesor de Música, Jesús González.

Esta canción la grabó el grupo La Oreja de Van Gogh con el fin de recaudar fondos para la Asociación de las Víctimas del 11-M. Cuenta la historia de una chica que coge todos los días el tren y se enamora de un chico. El 11 de marzo se decide a hablar con él, que también se enamora de ella; pero ese día precisamente sucede el atentado.

Con esta historia bulléndome en la cabeza, he acompañado a dos alumnas hasta el aula de Música, donde me esperaban el resto de la clase y el profesor, que me había invitado a escuchar la canción. Desde los primeros compases del piano, he sentido una emoción intensa, que ha ido aumentando, a media que se incorporaba el coro de flautas. Mi recuerdo de las imágenes de los trenes destrozados y los cadáveres, depositados en la morgue, se ha mezclado con las notas de “Jueves”, interpretada al unísono por los alumnos. La música sonaba compacta y armónica, en el silencio del aula; la conjunción entre el piano y las flautas me ha parecido perfecta.

Al finalizar la canción, apenas me han salido palabras para agradecerles los dos minutos de emoción que me habían hecho pasar; pero en mi interior he sentido que es el mejor homenaje que se le puede rendir a las víctimas no sólo de aquel atentado oprobioso, que tuvo lugar el 11 de marzo de 2004, sino a las de cualquier atentado terrorista.

Sinceramente, gracias.