Me sumo al comentario elogioso de nuestro compañero Francisco Pérez Galisteo, en Ticágora, sobre la charla coloquio del profesor Ciro Milione, acerca de la Constitución Española. No creo que exagere en su apreciación ni que se haya dejado llevar por un entusiasmo injustificado. Al contrario, yo también me sentí seducido por las palabras del profesor de la universidad de Córdoba. En este caso, unas palabras acompañadas del gesto y de la técnica. Agradecimos que el conferenciante no permaneciera sentado, durante todo el tiempo, porque no sólo se comunica con la palabra hablada, sino también con los gestos de la cara, con los movimientos del cuerpo y de las manos, con los silencios. A través de este lenguaje no verbal pudimos percibir la pasión que ponía en su mensaje de que la constitución es tan importante para un país, como los cimientos para una casa. Todo aderezado, además, con imágenes divertidas proyectadas en la pantalla. Y de vez en cuando, como recuerda Paco en su comentario, una pregunta para que los que escuchábamos pensáramos en la respuesta: “¿tiene poder el rey?”. División de opiniones, que le sirvió al conferenciante, como buen republicano, para dar su opinión crítica sobre la monarquía, que no es elegida por el pueblo. 

El mensaje final: la constitución es como una luz que nos guía en el camino, una utopía que da sentido a nuestra vida en sociedad y que nos permite elegir continuamente en libertad, es decir, ser personas. 

Nuestra felicitación al profesor Ciro Milione, con el que disfrutamos por lo que dijo y por cómo lo dijo; al DACE, que se encargó de la organización de la actividad; al compañero Francisco Pérez Galisteo por su implicación en la misma; y al alumnado de 1º de Bachillerato por la atención y el respeto con el que siguieron la charla.   

Había oído decir que una de las virtudes de Barack Obama, futuro presidente de los Estados Unidos, es su capacidad de seducción a través de la palabra. Así que lo primero que hice, después de la larga madrugada electoral del pasado martes, fue buscar en el periódico del día siguiente el discurso que pronunció, ante 125.000 seguidores, nada más conocer su victoria. 

“¡Hola, Chicago!”, comenzó Obama, incluyendo en el nombre de esta ciudad norteamericana a todos los que le estaban escuchando (hombres y mujeres; blancos y negros; jóvenes y ancianos; ricos y pobres…), en un claro signo de unidad. A continuación, se dirigió a los que dudan de que todo es posible en los Estados Unidos; a los que se preguntan si el sueño de los que fundaron el país continúa vivo, para decirles que el triunfo de esa noche era la respuesta.  Después, un recuerdo al perdedor de las elecciones y el obligado agradecimiento a los que habían colaborado con en él en su campaña electoral, a los que él llama sus compañeros de viaje: el jefe de la campaña electoral, su mujer, su hijas; y sobre todo a los que habían hecho posible la victoria y que, en ese momento, le escuchaban.  

Pero el momento culminante y más emotivo de su discurso fue la historia de una mujer negra de 106 años, que votó en Atlanta y que había nacido sólo una generación después de la esclavitud, en una época en la que alguien como ella no podía votar por dos motivos: porque era mujer y por el color de su piel. El ejemplo de esa mujer, símbolo de la lucha por los derechos civiles, le valió a Obama para concluir su discurso reiterando un “Sí, podemos” frente a todos los obstáculos que se le han planteado, a lo largo de su historia, y se le pueden plantear, en un futuro, a los Estados Unidos de América; “sí, podemos” recuperar el sueño americano y reafirmar “que, aunque muchos, somos uno; y que, mientras respiremos, tenemos esperanza” 

Ante un discurso tan equilibrado y emotivo, además dicho con convicción y dominio de la imagen, es fácil entender el poder de seducción de este joven político, que ha despertado tantas expectativas; es fácil entender la capacidad de seducción de la palabra dicha en alto, que impone una tregua al combate de la vida.  

Os invito a que opinéis sobre Barack Obama: cómo habéis percibido desde aquí, a miles de kilómetros de distancia, al personaje; lo que puede representar su triunfo electoral no sólo para su país sino también para el resto del mundo. O si lo preferís podéis reflexionar sobre el poder de seducción de la palabra: si habéis conocido a personas dotadas de una especial habilidad para atraer la atención de aquellos que las escuchan. Seguro que, entre los profesores que os han dado clase, o entre vuestros familiares o amigos, hay alguien que destacaba o destaca por el buen uso de la palabra, por su facilidad para convencer.  

 Ayer lunes, la escritora Almudena Grandes expresaba su profundo malestar por que sigan utilizándose crucifijos en los actos oficiales y por que el Tribunal Supremo haya eximido a la iglesia católica de borrar del Libro de Bautismo a los apóstatas, es decir, a los que han renunciado a su fe, con el absurdo argumento de que los bautizados no están ordenados  alfabéticamente.   

 

No le falta la razón a la escritora madrileña, pues un estado aconfesional, como el español, debe garantizar la libertad de conciencia  de sus ciudadanos. Y no lo hace cuando mantiene, por la fuerza de la tradición, el crucifijo, símbolo de la religión católica, por ejemplo, en el acto de nombramiento de ministros del reciente gobierno de Zapatero, máxime cuando la mayoría de éstos, por no decir todos, no juraron su cargo sino que lo prometieron.  

 

Pero menos respeto manifiesta el estado español hacia sus ciudadanos laicos cuando no obliga a la iglesia a borrar de sus archivos a los que libremente han renunciado a su fe. Es como si nos diéramos de baja en un sindicato o en un club y éste se negara a concedérnosla. Vamos, un sin sentido, aunque en el caso de la iglesia católica más bien es un privilegio que sigue gozando desde épocas pasadas, en que era obligatorio estar bautizado.   

 

 El pasado 6 de septiembre, el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, publicó un artículo en el diario El País, donde denunciaba el acoso periodístico que estaban sufriendo Ingrid Betancourt y Clara Rojas, después de su liberación, tras seis años secuestradas por las FARC en la selva de Colombia. Ponía dos ejemplos de este acoso: el del periodista Larry King, conductor en la CNN de uno de los programas televisivos más influyentes de Estados Unidos, que preguntó a Ingrid Betancourt si la habían violado en la selva o había sido testigo de violaciones a otras mujeres cautivas; y el de un prestigioso profesional de Colombia, que, en su programa de radio, pidió a Clara Rojas que contara si había tratado de ahogar en un río de la selva a su hijo recién nacido. Es evidente que ambos periodistas buscaban saciar con sus preguntas la curiosidad morbosa de los espectadores y oyentes de sus programas, sin importarles demasiado la tortura psicológica que para ambas mujeres suponía recordar aspectos íntimos y desagradables de su cautiverio.

Desgraciadamente, estos dos profesionales no constituyen una excepción, pues el periodismo -la prensa escrita, la radio y, sobre todo la televisión- es cada vez más esclavo de su audiencia, y para conseguir aumentar ésta no repara en nada, incluyendo la intimidad de las personas. Se trata de convertir cualquier noticia en espectáculo, abordándola desde su lado más morboso.  La información se ha convertido en un espectáculo del que se puede sacar dinero y donde la verdad importa, pero sólo en la medida en que atraiga a los espectadores. Nada más hay que ver los telediarios de algunas televisiones para corroborar esto: la mayor parte de la información que se ofrece está relacionada con la violencia en sus diferentes facetas (guerras, maltratos, violaciones…). ¿Por qué? Porque está demostrado que un porcentaje de espectadores, cada vez más amplio, demanda este tipo de información. 

¿Qué pensáis de todo esto? ¿Es ético convertir a víctimas, como Ingrid o Clara, o como las del reciente accidente en el aeropuerto de Barajas en piezas de un espectáculo que se presenta como información? ¿Se puede violar la intimidad de las personas? ¿Vale todo en el periodismo? ¿Por qué somos tan morbosos?

¿ES DISCRIMINATORIO EL VELO DE LAS MUJERES MUSULMANAS?

“¿Por qué los islamistas no tienen que cargar con el peso de la identidad cultural y ellas, por el contrario, tienen que mostrarla como la prueba más rotunda de que esas culturas existen?” Con estas palabras la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, denunciaba hace unos días las restricciones que el Islam impone en la indumentaria de la mujer, al obligarlas a llevar el velo. De inmediato, los líderes islámicos le contestaron que las musulmanas visten pañuelo “porque les da la gana y no porque nadie las obligue. Y le pidieron que “no hable de lo que no sabe”. 

Muchas de las mujeres musulmanas, según los testimonios recogidos en un reportaje del diario El País (28-6-2008), declaran que lo llevan voluntariamente, aunque cabría preguntarse si les queda otra opción, es decir, si su familia les permitiría no llevarlo, en el que caso de que lo decidiesen así. Una de estas mujeres, Samah, casada con un clérigo de Hetbolá, da la siguiente explicación para llevar el chador, que la cubre de la cabeza a los pies: “Ellos son diferentes. Tienen ganas de sexo. Por eso, no hay que provocarles. Si una mujer va con escote y minifalda, ¿qué va a hacer el hombre? Pues violar a la primera que pille”. En cambio, Fadela Amara, declara: “Yo soy musulmana y considero el velo como un instrumento de opresión. Su historia está ligada no tanto al Islam, como a sociedades patriarcales”. 

Lo cierto es que el velo ha cobrado fuerza recientemente entre las mujeres musulmanas que viven en Europa. ¿Por qué? ¿Por razones, como las esgrimidas por Samah, de protección ante la incontrolable biología masculina? ¿Quizá como un símbolo de identidad ante la islamofobia occidental? 

En cualquier caso, cabe preguntarse si su uso, en los países democráticos, como España, debe ser permitido en las escuelas públicas o, por el contrario, las niñas musulmanas deben adaptarse a nuestras costumbres. Si partimos de la base de que el estado democrático es laico y, en consecuencia, independiente de las instituciones religiosas, la respuesta ha de ser necesariamente no, sobre todo, porque el uso del velo es un símbolo del Islam y la práctica de cualquier religión debe realizarse en el ámbito de lo privado, precisamente para garantizar la libertad religiosa. Claro, que esto implicaría también prohibir la exhibición de otros símbolos religiosos, como la cruz. 

En fin, el tema, como veis, se puede abordar desde distintos puntos de vista. De hecho, entre los países europeos no existe una postura común: unos, como Francia u Holanda tienen prohibido el uso de símbolos religiosos en las escuelas públicas; y otros, como España o Gran Bretaña tienen leyes más permisivas. Y a mí personalmente me ha parecido bien que la ministra Aído haya tenido la valentía de dar su opinión, pues no estamos acostumbrados a que los políticos digan lo que piensan, sino lo que les fija el partido en cuyas listas han sido elegidos.          

 

En un artículo publicado el sábado, 7 de junio, en El País, el poeta Luis García Montero se pregunta sobre las consecuencias de las noticias que leemos diariamente en los periódicos. En concreto, se refiere a una que supone una clara discriminación de la mujer: a las enfermeras del Hospital San Rafael de Cádiz se les obliga a llevar un uniforme compuesto de medias, falda corta, delantal y cofia, mientras que sus compañeros masculinos visten un pijama hospitalario mucho más cómodo para trabajar. Esta noticia apareció hace varias semanas en la prensa y provocó el rechazo de los sindicatos y de la Inspección de Trabajo, que propuso una sanción para la empresa por discriminación de la mujer.

Se pregunta García Montero: “¿Qué pasa ahora con aquellas trabajadoras humilladas?” Pues el dueño del hospital confirmó, mediante una circular, que el uniforme de las enfermeras es ese. Además, ha impuesto un traslado forzoso a una trabajadora que participó en las concentraciones de protesta y “ha abierto un expediente por falta muy grave a las delegadas del Comité de Empresa que incumplieron la orden de ponerse el uniforme, con amenaza de despido”. 

Pero estos hechos ya no son noticia. Ya no parece interesarnos la suerte de estas mujeres del hospital San Rafael, que por cierto está concertado por la Conserjería de Salud de la Junta de Andalucía; como no nos interesa la suerte de las mujeres violadas, que fueron noticia la semana pasada, o la de la familia de Isaías Carrasco, asesinado por ETA, el pasado 7 de marzo.  

Me pregunto si no debía haber una sección en los medios de comunicación, donde se hiciera un seguimiento de las consecuencias de determinadas noticias, en especial, de las que suponen discriminación o violencia contra las personas. Rafa, en su Rincón Solidario, se hizo eco de algo parecido: una Wiki que tenía como finalidad vigilar el cumplimiento de las promesas electorales de los partidos políticos.

 

 

 

 

 

El tema de las corridas de toros ya lo tratamos en este blog, hace aproximadamente un año, a partir de un artículo de Mariano José de Larra, leído en clase, en el que el escritor romántico calificaba a la fiesta de los toros como un acto de barbarie y ferocidad, donde se hacía sufrir terriblemente a un animal. En aquella ocasión, la mayoría de los que intervinieron se manifestaron en contra de la celebración de las corridas de toros.

A petición de los alumnos de 3º D, volvemos a plantear el tema, porque el pasado sábado, 24 de mayo, alrededor de 100 personas, convocadas por el Comité de investigación contra el maltrato animal, se manifestaron en Córdoba para protestar contra las corridas de toros. Este colectivo considera que la llamada fiesta nacional es una tortura inútil, destructiva y sangrienta, impropia de un país civilizado, como España.

Ya sabéis que los que defienden su pervivencia, argumentan que la costumbre de lidiar toros se remonta, en nuestro país, a la Edad Media, y que, hasta el momento de ser toreados, estos animales viven en completa libertad y muy bien alimentados, nada comparado con el sufrimiento que se inflige, por ejemplo, a animales de granja, como las ocas, a las que se sobrealimenta hipertrofiándoles el hígado, para obtener más cantidad de paté, o los terneros a los que se mantiene a la fuerza, permanentemente de pie, hasta el momento del sacrificio

En fin, la polémica está otra vez en la calle. Vosotros tenéis la palabra.

WOULD YOU LIKE TO BE FAMOUS ?


When you watch TV or read the newspapers, you get the impression that everybody wants to be a celebrity. At our school we decided to do a survey to find out if that’s true. The results were interesting.
We asked the question â??Would you like to be famous ?â?. 69% of the 16 year olds in our school said â??Noâ?, 30% said â??Yesâ?, and 1% said they didn’t know.
Of the 30% who said they wanted to be famous, most said they wanted to be famous for helping a good cause. Some said they wanted to be famous musicians, singer, actors, on sports people. Then came other answers like authors, scientists, business men and women, doctors or journalists. Only 1 % wanted to be famous politicians.
Now we want to know about you. Do you want to be famous ? If the answer is â??yesâ?, what would you like to be famous for ? If the answer is â??noâ?, why not ?

(Macmillan Secondary Course 4) (M. Blanco)

Mayo de 1968 fue un movimiento de protesta contra el poder establecido, protagonizado por jóvenes universitarios y obreros, que no sólo se dio en París y en otras ciudades de Occidente, sino también en Egipto, Polonia, Checoslovaquia… Según el pensador francés Edgar Morin, en los países capitalistas occidentales, la protesta se dirigió contra la autoridad de los padres, de los catedráticos de Universidad y del Estado; en la Europa del Este, contra la dictadura del partido. Fue producto de una insatisfacción profunda, ocasionada por la sociedad capitalista desarrollada que no había resuelto el problema de la pobreza y de las desigualdades sociales, y también por el sistema comunista que había surgido con la promesa de crear una sociedad más justa y solidaria.

Hubo, igualmente, en Mayo del 68, una liberalización de las costumbres, en lo referente al sexo –“Haz el amor y no la guerra” fue una de las consignas más repetidas por los jóvenes universitarios- y en las relaciones familiares entre padres e hijos. También supuso un paso importante en la igualación de los derechos de la mujer y el hombre, así como en la aceptación de las diferentes maneras de vivir la sexualidad.

Algunos de los profesores que os damos clase somos, en cierto modo, hijos de Mayo del 68, pues, aunque no lo vivimos directamente, por razones de edad, sí disfrutamos, en nuestro periodo universitario, de los vientos favorables provenientes de París: una nueva forma de entender la vida y las relaciones de pareja, un concepto de la educación basado en la libertad y el respeto al alumno, etc.

Nos podríamos preguntar si actualmente queda algo de ese movimiento: si la sociedad capitalista en la que vivimos ha resuelto los problemas de la pobreza y la injusticia social; si hemos avanzado lo suficiente en el respeto a las minorías; si la mujer ha alcanzado realmente los mismos derechos que el hombre; etc.

HOMOFOBIA, MACHISMO

He aquí dos perlas, recién salidas de la concha, que ponen de manifiesto los resabios de homofobia y machismo que aún perduran en nuestra sociedad: una de un “académico de la Lengua Castellana” y otra del futuro “Jefe de Gobierno de Italia”.

“A Zapatero no se le ha ocurrido hacer a Pedro Zerolo ministro de defensa. ¡Qué fallo! Hubiera resultado más provocador, más progresista, más ingenioso que el nombramiento de la simpática guapita treintañera” (…)

“Sobre todo porque Zerolo, que esperaba con zozobra la designación, tenía pensado nombrar a su ilustre marido subsecretario del ministerio y Jefe del Estado Mayor de la Defensa”

Luis María Ansón (El Mundo, 15 de abril de 2008)

“Creo que el Gobierno de Zapatero es demasiado rosa. ¡Nueve mujeres! ¡Él se lo ha buscado! Le costará dominarlas.”

Silvio Berlusconi (El País, 16 de abril de 2008)

Lo paradójico de todo esto es que los autores de estas declaraciones han sido elegidos democráticamente: uno, Silvio Berlusconi, por los ciudadanos italianos; otro, Luis María Ansón, por los miembros de la Real Academia Española.