«El Barça es una manera de enseñar Catalunya en el exterior» ha declarado Gerard Piqué a la cadena americana CNN e un intento por definir lo que es el club en el que juega. Probablemente estas palabras no sean muy acertadas, porque la plantilla esta compuesta por jugadores de distintas nacionalidades (Mesi y Mascherano son argentinos; Neimar y Alves, brasileños; Alexis, chileno; etc.) y regiones (Pedro es canario; Pinto, andaluz; etc.), y sobre todo porque los directivos del Barça siempre han pregonado que es más que un club, en el sentido de que pretende extender su influencia y su compromiso con la sociedad por todo el mundo. Así lo ponen de manifiesto las múltiples iniciativas culturales, sociales y de solidaridad, y las peñas de aficionados que lo apoyan en numerosos países. Sin embargo, las palabras reflejan el clima nacionalista que últimamente se respira en Cataluña y que ha llevado a los partidos que gobiernan esta comunidad a convocar un referéndum de autodeterminación para finales de 2014.
Hago esta reflexión al hilo de la lectura, en 4º de ESO, del artículo «El castellano viejo de Larra», donde el personaje Braulio se jacta de ser español y considera las cosas de su país como las mejores del mundo: «Es tal su patriotismo -dice Fígaro- que dará todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien puede tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla».
En efecto, vivir o haber nacido en un país no puede cegarnos hasta el extremo de identificarlo con un club de fútbol, que pretende ser universal, o de no valorar las cosas buenas de los demás países, máxime en una época donde las distancias han desaparecido, como consecuencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, fundamentalmente Internet.
Ante tales manifestaciones de patriotismo es aconsejable recordar a León Felipe, que se sentía ciudadano del mundo. En este poema, «Como tú…», en lugar de identificarse con las piedras de una palacio o una iglesia, que se mantienen siempre en el mismo lugar, prefiere hacerlo con las piedras pequeñas que ruedan por las calzadas y por las veredas:
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera…