Las cosas pasan siempre al otro lado de la ventana” dice una canción de Estopa. Se refiere a que vivimos en una especie de burbuja, desde la que vemos lo que sucede en el mundo, sin hacer nada por mejorarlo.
Por ejemplo, el pasado domingo se abrieron los periódicos con un titular, que a fuerza de verlo repetido, se ha convertido en algo normal: “Nuevo caso de violación en grupo de una mujer de 29 años en India”.
Leyendo el cuerpo de la noticia conocemos que éste es el país donde más se discrimina a las mujeres, pues siguen siendo vendidas como bienes, obligadas a casarse a los diez años, quemadas vivas por disputas relacionadas con la dote y explotadas como mano de obra doméstica.
Las mujeres representan la mitad de la población que hay en el mundo y, dependiendo de donde nazcan, así correrá su suerte. Y no es solo India, sino también Arabia Saudí, donde no pueden viajar, trabajar, estudiar en el extranjero, casarse, divorciarse o ingresar a un hospital público, si no es con el permiso de un hombre de su familia; Indonesia, donde, a estas alturas de siglo XXI, se sigue practicando la mutilación genital femenina; y China, donde la política de restricción de la natalidad ha llevado a las familias a abandonar y matar a sus propios hijos, especialmente, cuando son de sexo femenino.
Menciono solo estos cuatro países porque son los que menos garantía ofrecen, según un ranking elaborado por un grupo de especialistas, contra la violencia y la explotación de la mujer; pero se podrían añadir muchos más.
Ya que atrocidades como estas pasan siempre al otro lado de la ventana, Estopa nos invita a cerrar el puño y romper el cristal de la misma, es decir, a no conformarnos con vivir sin levantar la voz, sino a luchar por mejorar el mundo en el que vivimos.