ENTRE MUROS

Una película necesaria, porque refleja con crudeza el día a día en un instituto de enseñanza secundaria, situado en un barrio periférico de París, donde se mezclan alumnos de diferentes nacionalidades, la mayoría hijos de inmigrantes.

  “La clase”, título con el que ha sido estrenada en España, es una película dirigida por Laurent Cantet,  que obtuvo la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes y que muestra las dificultades de un profesor de lengua para impartir sus clases con normalidad. Los primeros planos de los alumnos desmotivados, que charlan sin parar con sus compañeros o dormitan sobre sus pupitres, mientras el profesor explica, son reveladores de lo que hoy día sucede en las aulas y que es desconocido por la mayor parte de la sociedad. 

En la actitud paciente del profesor que, en todo momento, dialoga con sus alumnos, a pesar del mal comportamiento de éstos, nos podemos reconocer la mayoría de los que trabajamos en educación secundaria. También, en la de otro profesor que, en un momento de tensión, cansado de que sus alumnos no le escuchen y le falten al respeto, se desahoga airadamente con sus compañeros de claustro. E, igualmente, en las reuniones, donde los profesores tratan de discernir el grado de rigidez  y flexibilidad con el que aplicar las normas de funcionamiento del centro. 

Una película dura de ver, por su crudeza y realismo, porque, después de una semana entre muros, es como volver allí, sin ningún tipo de concesiones, aunque también con los momentos de satisfacción para cualquier profesor: aquellos en que los alumnos reconocen los conocimientos aprendidos, durante el año.

HE SIDO VIOLADA, NO SOY NADA

“En Haití, si te violan, la sociedad te rechaza: no debes estudiar, no debes ir al hospital, debes quedarte en un rincón. La violación te convierte en una persona sin derechos, una persona rechazada por la sociedad, y ahora, en el barrio en el que vivo, es como si me violaran cada día, porque cada día alguien me recuerda que he sido violada y que no soy nada, que debo quedarme en un rincón y no hablar, no decir nada” 

Éste es el testimonio desgarrador de Rose, una niña violada en dos ocasiones. Lo he leído en la revista sobre derechos humanos que Amnistía Internacional nos envía periódicamente a los afiliados.  

Como ilustración, aparece una fotografía de Rose, de espaldas, en medio de un bosque. Así de sola y desprotegida debe sentirse en un país, donde los “jueces de paz” animan a las niñas violadas a guardar silencio y a llegar a un acuerdo con la familia del agresor. 

En la misma revista, podemos leer que en México una de cada cuatro mujeres sufre violencia a manos de su pareja o que en Irán las autoridades han condenado a penas de cárcel y flagelación a varias mujeres que han participado en una campaña para reivindicar su derecho a la libertad de expresión y asociación. 

Ante hechos como estos, que se producen además en distintas partes del mundo, es difícil sostener que existe igualdad entre los hombres y las mujeres. El próximo 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Todos estamos obligados a denunciar la discriminación que sufre.

LOS RESTOS DE NUESTROS ESCRITORES

A mí, personalmente, me parece una discusión bizantina, pero hoy he leído en la prensa que existe una polémica sobre dónde deben reposar los restos del escritor Jorge Luis Borges: si en Suiza, donde permanecen, desde su muerte, hace 32 años, o en Argentina, en el panteón familiar, donde manifestó, en numerosas ocasiones, ser enterrado.

 Y digo que me parece una discusión bizantina, porque, al fin y al cabo, qué más da dónde reposen los restos de una persona, después de muerta. También hubo, con el restablecimiento de la democracia en España, una polémica sobre la posibilidad de trasladar los restos de Antonio Machado, desde Colliure, donde murió y fue enterrado, bien a su ciudad natal, Sevilla, o bien al cementerio del Espino donde yace su amada Leonor. 

Hace unos días lo comentábamos en clase y, en mi opinión, en este polémica, se impuso finalmente el criterio más sensato: que Antonio Machado permaneciera en la localidad francesa, entre otras razones, porque allí murió, pero también como símbolo de todos los españoles que se vieron obligados a exiliarse, al finalizar la guerra civil. 

Otro caso, aunque distinto, es el de Federico García Lorca, sobre el que hay información bastante fiable -pues se trata de testigos directos- de que, una vez fusilado en el barranco de Víznar, en agosto de 1936, junto a un maestro de escuela y dos banderilleros de la CNT, fue enterrado en este mismo lugar. La polémica surge en torno a la posible exhumación de los restos, a la que se oponen los familiares del poeta granadino, porque para ellos la fosa común, donde yace, es como un cementerio. Sin embargo los nietos del maestro Dióscoro Galindo quieren dar digna sepultura a su abuelo, para lo cual consideran indispensable exhumar sus restos. Después de tantos años de silencio, parece necesario que se sepa la verdad de lo que ocurrió y sea conocida por todos, aunque el proceso de exhumación pueda resultar doloroso. 

Son tres casos diferentes, pero que ponen de manifiesto el interés de las personas por sus muertos, sean estos familiares directos, conciudadanos, gobiernos… En cualquier caso, lo que nunca debiera permitirse es una utilización morbosa de estas situaciones, en las que los sentimientos están a flor de piel y resulta difícil encontrar una solución equilibrada que contente a todos.     

LA FALTA DE CURIOSIDAD INTELECTUAL

El próximo lunes, vamos a leer en la clase de 2º de Bachillerato un texto en el que Azorín expresa su preocupación por los problemas de España, a  principios del XX: las guerras, la corrupción de las clases dirigentes, el abandono de la tierra y, sobre todo, la falta de curiosidad intelectual. Ésta última origina, según el escritor de la generación del 98, “la ausencia de examen, de comparación, de crítica.” 

Si entendemos por curiosidad intelectual que a los españoles nos interese un libro, un cuadro, un paisaje o una doctrina estética, es evidente que no hemos avanzado mucho, desde aquella época hasta la actualidad. “Vivimos saturados de entorno, aplastados de noticias que no queremos o no podemos discernir”, según Emilio Lledó. Por eso, somos incapaces de establecer esa lejanía necesaria para mirar lo que nos rodea, para sentir el asombro ante las cosas, que está en la raíz de todo aprendizaje.  

No hay nada como la curiosidad para acercarte a algo y hacerlo tuyo, para sentirlo como propio y no como algo impuesto. Sucede, por ejemplo, con los libros de lectura: basta que sean obligatorios para que, en general, el alumno tenga una predisposición nula ante ellos, porque, como afirma Daniel Pennac, “el verbo leer no soporta el imperativo”. En cambio, las lecturas que elegimos nos liberan del peso del día; nos permiten soltar amarras y, dejarnos guiar por el viento de las palabras y la imaginación. Las horas se pasan sin darnos cuenta y, cuando dejamos la lectura, estamos deseando buscar un hueco en nuestras vidas para continuarla. 

Pero las lecturas no dejan de ser un ejemplo, porque hay muchas cosas más hacia las que sentir curiosidad: las propias clases pueden resultarnos, tanto a los profesores como a los alumnos, motivadoras o aburridas, en función de nuestra predisposición ese día y a esa hora; una puesta de sol puede pasar inadvertida o convertirse en un espectáculo fascinante de luz y color, que nos hace tomar conciencia de nuestra levedad; también una película, una exposición o una teoría filosófica.  

Porque la curiosidad es una actitud ante la vida; si renunciamos a ella, si renunciamos a la pasión de entender lo que nos rodea, a distinguir unas cosas de otras, corremos el riesgo de perder, como dice Emilio Lledó,  nuestra sensibilidad y, por supuesto, nuestra inteligencia.      

¿NOS GUSTA EDGAR ALLAN POE?

Hay un punto y aparte, en la historia de la literatura, después de Edgar Allan Poe, del que hoy conmemoramos el 200 aniversario de su nacimiento.  

Siempre se sintió atraído por la parte más oscura del ser humano, probablemente a causa de las necesidades que pasó, a lo largo de su vida, y por su propio carácter frágil y vulnerable, que le hizo caer en “abismos de oscuridad y negrura”. Uno de sus biógrafos dijo de él: “Era un perfecto caballero cuando estaba sobrio. Se mostraba siempre amable y cortés… Pero cuando bebía, se convertía en uno de los hombres más desagradables que he visto en mi vida”. Al fallecer su mujer, inició un proceso de autodestrucción que le condujo a la muerte con tan sólo 40 años. Ésta le sobrevino en medio de alucinaciones, con temblores incontrolables y hablando a gritos con personajes imaginarios.  

Según Julio Cortázar, “muchos de los relatos de Allan Poe nacieron de un estado de trance, exorbitado; de ahí el efecto traumático contagioso de anormalidad, incluso diabólico”. Un ejemplo lo constituye su cuento “El corazón delator”, en el que, desde el principio, sabe crear la tensión, partiendo de un hecho inverosímil -el asesinato injustificado de un viejo- y mantenerla, sin añadir ningún elemento más, sólo el remordimiento de la conciencia del asesino, que va creciendo poco a poco, hasta desembocar en un final sorprendente. Los lectores nos adentramos en la historia, como quien se lanza al vacío, desde un precipicio, o se sumerge en un lago oscuro, sabiendo que algo insólito le espera.  

Fue un maestro del cuento de terror; y se le atribuye también la invención del género policiaco.  Pero ¿nos gusta Allan Poe?, ¿tiene vigencia su literatura?    

¿TENEMOS MIEDO A LA LIBERTAD?

Sucede, a veces, que un alumno me dice “tienes que imponerte más “. Y supongo que se refiere a que debo imponer más disciplina en la clase y ser menos tolerante y flexible con los alumnos más díscolos. Pero a mí, que fui educado en una disciplina rígida, donde el diálogo entre el alumno y el profesor era inexistente, me asalta la duda. ¿Debo imponer unas normas estrictas de comportamiento, abandonando, por ejemplo, el tuteo por el usted o impidiendo la entrada en clase a los alumnos que lo hacen después que yo? ¿Debe reinar un silencio sepulcral, mientras explico? 

Esta es una de las reflexiones que me suscitó ayer “La ola”, película que cuenta cómo un proyecto sociológico sobre la autocracia se le va de las manos a un profesor, cuando los alumnos que participan en él, quizá necesitados de una mayor disciplina, acaban sacando a relucir instintos primarios, como la intolerancia y la exclusión. 

Me pregunto y os pregunto si en verdad necesitáis más disciplina, si vuestros padres y nosotros, los profesores, hemos sido demasiado tolerantes y hemos descargado en vosotros la responsabilidad de elegir si queréis estudiar o no, si queréis o no atender a las explicaciones del profesor, realizar las actividades… Esto es, hemos descargado en vosotros la ardua tarea de ser libres, de ejercer vuestra libertad, cuando lo cómodo es que os digan lo que tenéis que hacer, sin más explicaciones, tal y como ocurre en la película, con los alumnos siguiendo las indicaciones del líder-profesor. 

Por momentos, sobre todo cuando alguien me dice que tengo que imponerme más, pienso que sí, que os sucede, como a los alumnos de “La ola”; pero, por otra parte, me pregunto de qué han servido los años que llevamos viviendo en democracia –vosotros, toda vuestra vida-; qué hemos aprendido, para reclamar más autoridad y disciplina. ¿No somos capaces de administrar nuestra libertad y de saber cuáles son sus límites? ¿Tenemos miedo a la libertad?

EL ACENTO ANDALUZ

El pasado  domingo, una diputada del PP de Cataluña, Montserrat Nebrera, declaró a la cadena Ser que la ministra andaluza de Fomento tenía un acento que parecía un chiste, que se aturullaba y que se hacía un lío cuando hablaba. Resulta sorprendente que una diputada, a la que se le presupone una formación universitaria, haya demostrado, aparte de una evidente falta de educación hacia Magdalena Álvarez y hacia todos los andaluces, un desconocimiento supino –como le gusta decir a Mariano Rajoy- de la realidad lingüística de España.  

Conviene recordar, en este sentido, que vivimos en un país plurilingüe, donde coexisten diversidad de lenguas y dialectos. Las primeras presentan distintas modalidades, según su localización geográfica. Así el catalán se habla de diferente manera en Cataluña, en el País Valenciano o en la comunidad Balear; y el español que se utiliza en Castilla igualmente se diferencia del hablado en Extremadura, Canarias o Andalucía.  

La existencia de modalidades dialectales, como las mencionadas, es un hecho perfectamente normal en lenguas usadas en tierras diferentes y por gentes tan distintas. Además, la unidad de estas lenguas no se ve afectada, pues cualquier hablante puede entenderse con otro de una variedad dialectal distinta. En el caso que nos ocupa, es seguro que la citada Montserrat Nebrera y la ministra, objeto de sus críticas, Magadalena Álvarez, no tendrían ningún tipo de problema para comunicarse en castellano.      

Esto que acabo de exponer  sobre la realidad lingüística de España se enseña desde la educación primaria y cualquier alumno de nuestro instituto tiene conocimiento de ello. Por eso, no me extraña que los propios compañeros de partido de la diputada catalana hayan pedido su dimisión. Por incompetente.  

Me estremece contemplar la imagen publicada ayer en los periódicos de 3 niños fallecidos –titulaba El País-, durante un ataque de las Fuerzas Armadas Israelíes, en la franja de Gaza. Y me indigna la actitud de la comunidad internacional: el apoyo incondicional de la administración americana a Israel; las dudas incomprensibles de los países de la Unión Europea; la parsimonia de la ONU; la división en el mundo árabe.

Mientras tanto, la operación de exterminio continúa; ya van 600 palestinos muertos, buena parte de ellos civiles, frente a 5 israelíes. 

El gobierno de Israel ha prohibido el acceso a la zona de más de 500 periodistas. Es, por tanto, además de injusta, una guerra censurada, para que no se deteriore aún más la imagen del ejército israelí, para que no se conozcan las barbaridades que está llevando a cabo, para que los periodistas vivan la guerra desde el lado israelí, donde, en efecto, impactan a diario los cohetes caseros lanzados por las milicias palestinas, aunque sin causar apenas víctimas. 

Esta censura explica que la prensa occidental, en su mayoría, denomine eufemísticamente “conflicto de Oriente próximo” a lo que en realidad es un exterminio sistemático de personas; pero fotografías como la de los 3 niños asesinados nos muestran la realidad tal cual es. 

Rafael, desde su blog “Rincón solidario, nos pide que firmemos la carta que Amnistía Internacional va a enviar al Ministro de Defensa de Israel, pidiéndole que ponga fin a los ataques desproporcionados e ilegítimos sobre la franja de Gaza y que permita el acceso de ayuda humanitaria, así como de testigos imparciales en la zona.   

¡ACTUEMOS, YA!

MY BLUEBERRY NIGHTS

Historias de amor y soledad contadas como si los espectadores espiáramos a los personajes, a través de la luna de cristal de una cafetería, contemplando sus caras de sufrimiento, sus gestos de hastío, sus movimientos cansados, que sugieren más que las palabras y que nos introducen en un mundo intimista de amores no correspondidos  

Así es la película de Wong Kar-Wai: tres historias unidas por el particular viaje que inicia Lizzie, la joven protagonista, para olvidar un desengaño amoroso: la de Jeremy, a quien su madre le había recomendado que esperara siempre, que, si se perdía, no se moviera de donde estaba, porque ella lo encontraría; la del policía locamente enamorado de su mujer, que ahoga sus penas en el alcohol; y la de la jugadora de póker que finge tener un corazón más duro de lo que en realidad es. 

Tres historias contadas  a ritmo de jazz, con lentitud, pero con intensidad; con predominio de las imágenes sobre los diálogos; con primeros planos imposibles, como el beso de Jeremy a Lizzie, mientras ésta duerme sobre la barra del bar; con la presencia de elementos simbólicos, que aparecen periódicamente y que incrementan la capacidad de sugerencia de las imágenes,  como el tren de alta velocidad o el calendario que va indicando los días… 

Una película, en suma, con ingredientes cinematográficos diferentes; con personajes que huyen del amor, pero que vuelven a él, una y otra vez; con actores y actrices que nos muestran con solvencia y convicción este mundo interior; y con una banda sonora que nos llega al corazón y que recoge lo mejor de la música americana : jazz, soul, rock… 

Para verla y disfrutarla, como regalo de reyes, ahora que todavía tenemos tiempo.

SEGUNDO DEBATE EN EL CLUB DE LECTURA

â??Como agua para chocolateâ? nos cuenta una historia de amor enterrado, a través de un recetario de cocina. Sobre esta novela de Laura Esquivel ha girado el segundo debate del Club de Lectura de nuestro centro. Entre los participantes, apreciamos nuevas caras, sobre todo por parte de los alumnos; lástima que la hora y el día hayan impedido una presencia más numerosa del sector de los padres y madres.

El libro se estructura en 12 capítulos, que resumen los encuentros y desencuentros amorosos de Tita y Pedro, contados de un modo sencillo, como las propias recetas de cocina.

De nuevo, el intercambio de opiniones sobre lo leído nos enriqueció a todos: a quienes habían aceptado el reto de que lo irreal aparezca como algo cotidiano y a quienes no se habían dejado arrastrar por esta mezcla de realidad y fantasía; a los que consideraban a Tita un personaje rebelde y a los que la veían más bien cobarde; a quienes habían ejercido el derecho a saltarse páginas, cuando llegaban a las recetas de cocina, como Fernando, y a quienes, como Azahara, habían leído éstas con la misma delectación que el resto de las páginas.

Porque la lectura es un acto individual, en el que cada uno construye a los personajes, tal y como los ha imaginado, y donde el lector â??muy especialmente en el Club de Lectura que hemos creado- ha tomado libremente â??no obligado por tal o cual profesor- la decisión de leer, y de saltarse las páginas que no le interesen, y de no terminar el libro, si así lo desea, y también de releer, por ejemplo, el delicioso pasaje de los buñuelos, o el de la teoría del fósforo, que tanto le impresionó a Lola, o aquel otro en el que Tita gozaba con el olor del relleno de las tortas de Navidad, porque la hacía viajar a los recovecos de su memoria.

Pero la lectura, como decíamos al principio, es también compartir y, al compartir, nos volvemos más flexibles, volvemos a reflexionar sobre aspectos a los que no dimos la suficiente importancia. Por ejemplo, la colcha de Tita, que según Joaquín, era como el sudario que durante tanto tiempo había estado tejiendo; o las apariciones de la difunta Mamá Elena, que son como la voz de la conciencia de Tita.; o en fin el salto temporal que precede al desenlace, que facilita la resolución del conflicto

Pasamos un rato muy agradable, hablando sobre esta novela de Laura Esquivel, que algunos complementamos viendo la película del mismo nombre, dirigida por Alfonso Arau. ¿Se puede despedir mejor el trimestre y el año?

Próxima lectura, a petición de Paco, â??Siddharthaâ?, novela escrita por Hermann Hesse, que relata la búsqueda que realiza el protagonista para alcanzar la sabiduría. Los que tenemos una cierta edad volveremos a leerla para comprobar si la hemos alcanzado.

Nos vemos el jueves, 5 de febrero de 2009, a las 18 horas, para hablar sobre ella. Felices fiestas.